La vida en Metrópolis no debe ser fácil, y mucho menos para los periodistas. Si ya es difícil en un país como el nuestro, cualquiera se imagina lo que debe ser vivir en una ciudad del universo DC, donde la fina línea entre la realidad y la locura campa a sus anchas. Esto es, si en España llamas a la policía diciendo que un monstruo intergaláctico se está pegando de leches con su clon malvado de una realidad paralela justo encima del tejado de tu instituto te cuelgan, no sin antes cogerte el número para avisar al psiquiátrico de guardia y, ya que estamos, llamar a los de Callejeros para advertirles que aquí tienen otro programa (ah, locos y prostitutas, ¿qué sería de la televisión española sin vosotros?). En Gotham o Metrópolis esto debe ser el pan de cada día, por lo que inventarse falsos sucesos para no ir a clase o a trabajar es demasiado sencillo como para no hacerlo (“¡Superman me destrozó el coche y no puedo ir al curro, jefe!”, “¡Aviso de pelea entre Green Lantern y el Detective Marciano en el colegio Bruce Wayne! ¡Día libre!”, “¡A Wonder woman se le ha caído el bikini y hay ataque de baba adolescente en Gotham!”, “¡Hemos encontrado un superhéroe carismático de DC aparte de los tres principales! ¡Repito, manden refuerzos!”). A estas alturas, se supone que en el Daily Planet ya deberían haber aprendido que hay avisos que pueden creerse y otros que no. Por ejemplo: Batman vengándose por enésima vez de la muerte de sus padres es algo que podría ser real. Bizarro volviendo a la tierra para saludar a su homónimo, sin duda. Joker bailando una sardana encima de una sardina y riéndose él mismo del chiste, quién sabe. Depende del guionista (y de lo borracho que esté el tipo que aprueba los guiones). Krypto el Superperro teniendo algo de interés, imposible del todo. Es por ello que sorprende que Superman atienda una llamada como la que va a tener que atender en el tebeo de hoy. Os va a costar creer este crossover, pero es real. Si Noky y los Nocilleros ya os parecía publicidad descarada, esperad a ver lo que los productores chupasangres de turno se inventaron en 1950 para la promoción de una peliculilla llamada Black Magic: Con vosotros, Orson Welles Conoce A Superman. Y, a partir de aquí, empieza la magia.
¡Oh, no! ¡Los increíbles extraterrestres con cara de Señor Galindo, cabezas increíblemente grandes para su estatura y con el superpoder de no poder cerrar la boca nos atacan! Menos mal que Orson Welles, que, por lo visto, puede respirar en el espacio, armado con su micrófono y su espada, y Superman, que puede entrar por la única ventana que los extraterrestres han dejado abierta en Marte (también es mala suerte, ¿eh? Abres para que refresque un poco y justo entra Superman) y tiene el superpoder de hacer chispitas con la mano, están ahí para defendernos. Menos mal que la caja de texto nos lo explica todo. De hecho, nos lo explica demasiado. “Todo empezó en Italia, cuando la película Black Magic, protagonizada por Orson Welles, se estaba rodando” (¡Oh, cuéntame más sobre los bellos parajes de Italia donde se ha rodado esta obra maestra! Estamos seguros de que no estáis recibiendo ningún tipo de compensación monetaria por esta introducción). Y, a partir de aquí, nos cuenta el argumento al completo de este cómic de 12 páginas que, claro está, no quiero desvelaros antes de tiempo. Dejemos que el propio texto nos introduzca la situación: “Orson Welles y el Hombre De Acero forman una alianza de dos hombres para luchar en la desesperada batalla para salvar el mundo en… ¡Magia Negra En Marte!”.