Videojuegos machistas redux: Mi novio (DS)

Las asociaciones feministas están a la que cae. Tengo la teoría de que tienen robots programados para ver la televisión las 24 horas del día y sacar de contexto todo lo humanamente sacable: El anuncio de las croquetas de la Mari (que, además, fue despreciado por una política. ¡Una política, amigos! ¿Quién demonios le ha mandado meterse en camisa de once varas?), comentarios del tertuliano baboso de turno… Todo es susceptible de molestar a un colectivo, y más aun al de mujeres enfadadas contra los falos represores (sí, ya sabéis que para ellas somos falos andantes. Y no, por favor, no os imaginéis ESO).  Lo curioso es que, cuantas más series, anuncios y películas caen, más y más videojuegos salen impunes del ojo crítico de las feministas. Y no me refiero a la lista aquella que hicieron analizando Zelda y Super Mario, no. Ya no es solo el bochorno que pasamos con la serie Imagina ser… (que, por cierto, vuelve a amenazar con nuevos títulos, como si Imagina ser mamá/profesora/La academia de baile/mamá 2/prostituta de lujo no fueran suficientes) y sus personajes asquerosamente diseñados para niñas del siglo pasado, sino que en otros juegos de supuesto éxito como Baby pals, My baby boy o Kids training-edición rosa las mujeres se autodiscriminan de una manera casi dolorosa. ¿Será eso, que no hay pruebas de que los juegos los hagan hombres y por tanto no incurren en un supuesto caso de machismo? Porque si no, la verdad, no me explico como pueden pasar desapercbididos. Dentro de poco sacarán algún juego en que se vea directamente al hombre, con pipa y sombrero, diciendo “Bueno, cariño, me voy al trabajo. Espero que al volver esté la cena en la mesa o caerá paliza”. No me hubiera extrañado un pelo en alguno de los bodrios de Ubisoft (que, por cierto, se venden MUCHO mejor de lo que todos creéis: Cuando estuve en el GAME no había día que no cayeran dos o tres), pero en el pseudo-juego que tratamos hoy directamente me parece el final natural al que debería llegar después de que la protagonista se arrastre tanto por un chico. De verdad, jamás había visto nada igual. Le falta el collar y la correa y ser dirigida por el guaperas de turno… y aun con todo no me extrañaría que ese fuera el tema principal de la pantalla dos. Con vosotros, uno de los juegos de la nueva saga Just for girls, de DTP Young Entertainment: Mi novio. Atención, porque llegan emociones fuertes. Preparaos para volver a un mundo en el que los hombres controlaban el universo y las mujeres apenas podían lamer sus pies. Con suerte.

Atención al emo y al tío de la izquierda con cara de pan. La portada parece un anuncio de Jordi Labanda, y anda que no da asco ni nada.

Bien, al encender la pantalla tenemos las opciones típicas: Nueva partida, cargar partida y opciones (no os hagáis ilusiones: La única opción es si quieres jugar con o sin música. ¿Quién quiere niveles? ¿O volumen de los efectos? Nene, aquí vamos a lo duro: Negro o blanco. Sí, es cierto, si quieres jugar sin música te basta con bajar el volumen de la DS, pero no creemos que seas tan inteligente, niñata. Ya es un aviso del nivel intelectual que va a requerir el juego). Con una música entre hilarante, repetitiva e hipnotizante (uno de los MIDIs más vomitivos que jamás he oído), llega el momento de elegir detrás de qué chico vas a ir. Y, al contrario que en viejos juegos de mesa a lo Linea directa (el gran juego en el que un chico te llamaba por teléfono y tú gritabas emocionada su nombre. Er, supongo. Ejem. ¿Les he dicho que tengo pelo en el pecho? ¡Soy todo un machito! ¡Nunca jugaría esas cosas! Ejem), no tienen nombre. Aquí tienes que elegir entre tres estereotipos sin saber nada de su personalidad, su pasado o su físico. A ver, niña, que los chicos ahí fuera está claro que están para lo que están, y no se diferencian en nada unos de otros, así que a ver, elige entre estos tres: Músico (con su guitarrita), deportista (con su balón) y rebelde (con su, er…monopatín). Elijamos al rebelde. Uauh, me apetece desmelenarme, tías. La queja es obvia: ¿No había otros estereotipos? ¿Solo les dio para fabricar tres? ¿Dónde quedan el friki, el rapero chungo, el universitario adicto a la Coca cola o el becario? ¿Los dejarán para Mi novio 2? Oh, dios, espero que sí.

El juego empieza de una manera confusa. Ni una secuencia de video introductoria (en general, en todo el juego no hay secuencias de video. ¿Quién las necesita? ¿Quién necesita una historia o saber cuáles son las motivaciones de su personaje? Tú eres una tía, te gusta un tío, ¿qué más quieres?) ni un pequeño tutorial. Directamente apareces en medio de una calla y nadie te explica nada más allá de un pequeño letrero que dice “izda: Zona residencial. Dcha: Colegio”. Ajá. En la pantalla superior, vemos que ZORRA (¡ah! ¡No haberme dejado poner el nombre, amigos!) tiene 0 euros, son las 8 de un lunes y tengo cuatro extraños símbolos que supuestamente debo rellenar para, supongo, estar sana: Un sol, una casa, un corazón… Euh, espero que me expliquen más adelante si es que tengo que broncearme para ganar puntos, porque no termino de pillarlo. Por si el juego fuera poco extraño y surrealista, a mi lado hay alguien con un extraño símbolo sobre su cabeza. Vas a saludar a ese alguien y un horrible, horrible sonido proveniente del mismo infierno acompaña a una pantalla azul que nos indica “TU DICES: ¡Hola! Qué bien que hayas venido”. ¿En serio digo eso? Si la tipa que está al lado me da absolutamente igual. Pero oh, gracias por darme la opción de elegir el saludo. Cabrones.

Ni Indiana Jones podría descifrar qué significan los cuatro símbolos de arriba.

La chica de enfrente, que es mi MEJOR AMIGA (o eso dice el cartelito gigantesco en la pantalla azul) me pregunta qué me ocurre. Que quiero apagar el juego y quemar la productora que os ha creado, pero nada, tranquila. De buen rollo. Resulta que he encontrado a, literalmente, el “superchico de mis sueños” (¿superchico? ¿quién demonios escribió este juego y por qué tiene pinta de haber nacido en 1960?). A la hora de contarle cómo es, tengo tres opciones, muy diferenciadas entre sí: Enamorada, Entusiasmada o Vergonzosa. Jo, este juego es un simulador social tremendo. Igual es que yo nunca he sido una adolescente enamoradiza, pero tampoco veo mucha diferencia entre las tres opciones ni las veo incompatibles entre sí. En fin, eliges “enamorada” y dices “No sé por dónde empezar, ¡me tiene totalmente alucinada!”. Euh, ¿eso es estar enamorada? ¿En serio? Tú misma lo has dicho: Te tiene alucinada. ¡Alucinada! ¡No enamorada! Sigh, me temo que tengo otro concepto del amor más romántico que “he visto a un tío rebelde y me lo quiero jincar”. A partir de aquí la conversación continúa, pero las opciones son tirando a limitadas (a la pregunta “¿Has hablado con él?” las opciones, por inverosímiles que parezcan, son: a) Por alguna razón… -¿por alguna razón QUÉ?- b) Ni idea -¿No sabes si has hablado con él? Cada vez me caes peor, ZORRA. Ah, amo los generadores de nombres- c) Demasiado tímida –Esta sí que se entiende, por absurda que parezca-. Vamos, que las tres quieren decir lo mismo). Pulses lo que pulses tu amiga terminará diciéndote que vayáis juntas al colegio, porque tiene una idea. Y oye, es decirte que camineis juntas y, acto seguido, quedarse parada mirando al paisaje mientras tú vas sola al instituto, cual marginada social. Este juego empieza a parecerse a una película de David Lynch.

Cuando llegas al instituto, una de las opciones que este juego te ofrece es la de ESTUDIAR. Quiero que penséis por un momento que alguien en una oficina ha creído conveniente meter la posibilidad de estudiar en un juego para conseguir novio. ¿Ya? Vale, ahora exigid su cabeza furibundamente, por favor. La cosa es que puedes estudiar textos sobre ecología, calentamiento global o, mi favorito, movimientos de monopatín. Esto sí que es un instituto, coño. No es que a mi me hubiera gustado dar clase de “monopatín”, pero hay que aplaudir su originalidad. Mientras, en la puerta del instituto se te ofrece la posibilidad de hacer un trabajo sencillo: Ordenar libros. Por cada libro ordenado en orden alfabético te dan un euro. Joder con la crisis, tú. En una hora Bill Gates empezará a tenerte envidia, si no fuera porque este maldito minijuego es una de las cosas más tediosas que existen sobre la faz de la tierra (aparece un libro, lees su título y tienes que esperar a que acabe una cuenta regresiva de tres segundos para colocarlo en su sitio. Una y otra maldita vez). Y ojo, porque los títulos de los libros tampoco tienen desperdicio alguno. Esto es lo que entienden en Mi novio como parodia fina: La vida es juego (de Calderón de la Balsa), El señor de las sortijas, El nombre del clavel, La historia casi interminable o, mi favorito, XYZ: El compendio. Cuando leí “Calderón de la balsa” empecé a pensar seriamente si el juego se estaba descojonando de mi o yo me estaba descojonando del juego.

Me encanta que ponga «Opciones» en vez de «Opción»: Quitar la música nunca puede ser una opción

Para ganar dinero, el juego te ofrece varias opciones para trabajar (¡no hay crisis! ¡no hay crisis!), consistentes en los minijuegos más aburridos del mundo: Pizzera (de seis ingredientes, tienes que poner en la pizza los tres que te han pedido, a veces repetidos. Me pregunto quién se comerá esa pizza con triple de cebolla y cero de todo lo demás), sacar al perro (y, literal, limpiar su caca cuando pase por un lugar verde pulsando un botón. Cuanto más caca limpies, más dinero ganas. Asqueroso), lavar el coche (por mucho que nadie te lo pida a lo largo del juego) u ordenar libros, como ya hemos visto. Con el dinero, nuestra intrépida protagonista se pregunta “¿Y ahora qué hago con esto? ¿Ahorrarlo?”. No. Metértelo por el culo y empujar fuerte, en plan hucha, no te digo.

No contentos con esta portentosa exhibición de minijuegos atorrantes, el juego te ofrece otro: Repartir entradas para un concierto entre los adolescentes del colegio. Nadie te contrata, te encuentras las entradas por la calle y decides hacerlo. Jo, que maja eres. Si pides explicaciones, el juego te dirá que es para ayudar al chico de tus sueños, que, por lo visto, tiene un grupo de rock and roll, como Loquillo. Sí, ya sabemos que se supone que no sabes nada de él y nadie te ha dicho que tiene un grupo, pero por si acaso tu reparte entradas y no preguntes. Total, para lo que va a servir… Aquí ni ganas ni dinero ni ganas puntos con el chico ni nada. Bueno, sí. Ganas un fuerte sentido de la responsabilidad: Nunca volverás a hacer nada que no haya sido ordenado por el juego anteriormente.

Tu amiga, que ha aparecido en el instituto de la nada después de dejarte tirada, te cuenta que la descripción que le has dado (“Es un chico rebelde”) coincide con la de un chico del instituto. Fíjate tú. Y con la de otros diez millones de adolescentes a lo largo del planeta. Pero, antes de que puedas buscarle lógica, de pronto él aparece delante y a ti te tiemblan las piernas. Jo, qué fuerte, es el chico de mis sueños. Pero para hablar con él tienes que hacer lo de antes de todas las primeras citas. ¿Peinarte? ¿Maquillarte? ¡Claro que no! Tienes que recoger diez corazones amarillos que están dispuestos a lo largo del patio del colegio para que él se fije en ti. Ya se sabe, estos adolescentes de hoy en día, si no les entregas diez corazones amarillos y el corazón de una cabra virgen no te hacen ni caso. Esto lleva a un extraño minijuego de precisión para que el chico se fije en ti (basicamente: Cuando la pantalla se ponga verde, ¡pulsa! Si no, el chico pasará de ti e irá a por una animadora rebelde, supongo). En serio, a estas alturas de juego uno ya está cansado de humillarse por un tipo que no sabe ni mi nombre. Más le vale tener buena conversación, porque si no va a intentarlo con él su abuela la de Calatayud.

La foto de muestra ni siquiera es de Mi novio, es de un juego de modelos. Así de buena es.

Así que, por fin, llega el gran momento. Escupitajo en las manos, preparación seria. Tú, valiente, saludas con un portentoso “Hola” (wow, para, originalidad, vas demasiado deprisa) y él te devuelve el saludo. ¿Cómo le contestarás? ¿Con alegría, cortada, con una excusa? Esto sobrepasa mis límites, amigos, más que nada porque tu chico pasa de ti digas lo que digas y se larga a hacer “unos ejercicios”. Jo, es tan rebelde…*ay*. Seguro que fuma Marlboro y se traga el humo antes de ir al gimnasio. Es el superchico de mis sueños. De pronto estás en casa (sin haber recorrido el camino de vuelta ni nada), y tu mejor amiga, la pesada que desaparece, está al teléfono. Quiere saberlo todo sobre lo que ha pasado. Es un poco raro porque estaba justo AL MALDITO LADO en el patio del colegio mientras ocurría, pero en fin, le cuentas la conversación “Hola, te estaba buscando”-“No lo sabía, adios” y vas a preguntar a tus padres si les parece bien que quedes con tu mejor amiga (¿A los catorce años aun necesitas que tus padres te den permiso para ir a ver a tu amiga en un barrio residencial?), a lo que dicen que sí totalmente felices y/o lobotomizados. En este caso, no descarten tan pronto la segunda opción. Sales de casa y te encuentras en una zona residencial donde no tienes ni maldita idea de ir. Apasionante, amigos. Este juego cree que no hace falta que haya ningún mapa indicándonos el próximo lugar a donde ir. ¡Si somos chicas de hoy en día, tenemos una brújula interior justo al lado de la válvula represora de personalidad! ¡Yupi!

Después de dar vueltas sobre ti misma durante veinte minutos finalmente encuentras a tu amiguita y te da la siguiente pista (ríete del Day of the tentacle: ¡Eso sí que es una aventura gráfica!): Debes ir al centro comercial y vestirte acorde al chico para que sus amigos te den la aprobación (porque sí, por lo visto si sus colegas rebeldes no te aprueban, no va a haber manera de que ligues con el muchacho en cuestión. Malditos rebeldes snobs). Así que vas con tu miseria de dinero (bueno, miseria: Te dan un euro por cada libro ordenado, ya lo hemos dicho. Ya nos gustaría a muchos) y compras un vestido, una falda, un pintalabios y una sombra de ojos. Las primeras que pillas. Demonios, ¿quién necesita más? Pues, por lo visto, los amigotes de tu novio, que te impiden ir a la pista de skate donde está él haciendo maniobras (lo que, por alguna razón, a una vecina de tu barrio le recuerda “a una película de los años 70”. El alzheimer hace estragos, amigos). Ay, mi amor. Total, que empiezan los problemas. Por si esto no fuera poco, a estas alturas de juego cada vez que pulsas CUALQUIER icono de la pantalla, aparece un tiempo de carga de diez segundos para que todo siga igual que siempre (bueno, no: Con alguna de las cuatro extrañas barras de la pantalla de arriba cargada del todo. Si supiera para qué sirven, quizá me ilusionara o algo). No parece mucho, pero cuando esto ocurre a cada acción que quieres realizar, resulta frustrante. Es como si en el Monkey island, Guybrush tardara diez segundos en responder sus ingeniosos chascarrillos o en el Super Mario, nuestro fontanero tardara diez segundos en realizar cada salto. Salvando las distancias, claro está.

Total, que para acertar la chica no solo tiene que comprarse TODA LA MALDITA ROPA y TODO EL MAQUILLAJE del centro comercial, sino que además tiene que acertar cómo combinarla para que los amigos del novio la acepten (y ojo, no te dan ni una maldita pista). Y parece fácil, pero no lo es si sabes que hay más de siete modelos de cada cosa y cuestan de media 50 euros. O sea, que hay que repetir unas cincuenta veces el mismo minijuego de los libros o la pizza para tener dinero suficiente, comprarte ropa que le guste a los amigos del chico en cuestión y te dejen pasar a ver cómo te ignora mientras ama a su patinete. Oh, y eso acertando con la combinación. ¿Realmente merece la pena tanto lío por un chaval? Joder, vale, es un rebelde, a todas les gustan los rebeldes, pero rediós. Si querían hacer el juego difícil podrían haber hecho diferentes niveles de dificultad y no un único nivel imposible. Ríete tú del Maniac mansion.

Por mi parte, aquí ha terminado mi aventura para conseguir al chico de mis sueños. Sinceramente, no valía demasiado la pena tampoco y paso de ser humillada por los amigos del chaval mientras él me ignora para hacer “unas maniobras”. Si esto fuera la vida real, todos sabemos que sería él el que tuviera que ir detrás de ZORRA y ella dándole largas, pero supongo que un Imagina dar largas a los tíos sí que sería acusado de machista. Por cierto, más adelante tienes que ir a la discoteca donde el muchacho te espera y, una vez más, comprarte ocho modelitos y probar cuáles son los correctos para molar a los amigos de tu novio. ¿Juego machista? ¿De qué estáis hablando? ¡Incomprendido es la palabra! ¡Incomprendido! Dios santo, y que otros juegazos se estén muriendo de risa en las estanterías…

¡Mañana, Superlayo se encarga de las noticias! ¡Sean buenos y tengan piedad de ZORRA!