En episodios anteriores de Detectives Internet… SAD era un tío normal, más Internet le abrió las puertas a las fuerzas del MAL. Sentado frente al ordenador que sus buenos morlacos le costó, observa, no sin temor, la web de Kelly Rix que él mismo manipuló, y es que es un furibundo hackeador. Pronto tendrá que ocultarse pues por allí viene Rob en su silla de ruedas, si señor. SAD es el furibundo hackeador. O dicho de otra manera: Rob y sus amigos creen que por fin han pillado a SAD, que no es otra que la secretaria de las oficinas donde graba Kelly Rix, Sadie. Mitch, el hermano neoyorquino de Rob, come un bollo. ¡Y ahora llega la parte final de Detectives Internet! ¡Tensión, acción y sexo a partes iguales! ¡Cero por ciento también es una parte, al fin y al cabo!
Mitch abre el e-mail que le ha mandado su hermanito comentándole el problema con SAD. Vamos, básicamente a ver si puede acercarse a recoger pruebas para implicar a la tal Sadie en el caso de corrupción y espionaje industrial en cuestión. “Misión imposible, ¿eh? Pero ¿aceptas el reto?”. Todos habríamos mandado a nuestro hermanito a la mierda, pero como está en una silla de ruedas y le debe dar pena, Mitch empieza a mascar chicle (espero que con el bollo ya terminado, o eso es una guarrada impresionante) y termina contestándole afirmativamente, del rollo “¡Hola, Rob! ¡Misión aceptada! ¿Cómo va un Zanelli a negarle algo a otro?”. Negándoselo, Mitch, tío. Que tienes ya tus 24 años, trabajas en un puto cibercafé y seguro que tienes alguna novia por la gran manzana. No estás como para hacer trabajos de superdetective para tu hermano. Pero en fin, como estamos hablando de la familia cuyo padre se enfada por ver un salvapantallas –esto es: rarita-, Mitch se dirige al lugar indicado, donde ve entrar a tres personas: La tal Sadie, el productor de Kelly Rix y el representante. Pero todos meten una contraseña hiper-secreta en una cerradura numérica. Fin del juego, Mitch.
O eso es lo que pasaría si no fuera porque Mitch tiene recursos para todo. Saca su cámara de fotos, pone el teleobjetivo sin que nadie le vea y consigue vislumbrar qué números meten los tipos para entrar en el edificio. Chúpate esa, James Bond. Un trabajador de cibercafé te ha pegado un repaso. Así, mete la clave, sube al segundo piso del edificio y comienza a hablar con Sadie, que ni le pregunta cómo ha subido ni comenta nada sobre la intrincada clave de seguridad del primer piso. Alegría, alegría. La seguridad, a tomar vientos. Sin embargo, sí comenta algo importante en la trama: Tiene una pierna rota. Y se la rompió el viernes por la noche a las tres de la madrugada, justo en el momento en que SAD entró al chat. Joder, también es casualidad, ¿eh? Si no fuera por la presunción de inocencia, esto me sonaría a excusa barata. En fin, la descartamos de la lista de sospechosos. Pero ahora, ¡rápido, Mitch! ¡Tienes que encontrar una excusa para haber subido! ¡Tú puedes! ¡Eres un genio! ¡Un detective Internet!
-Bueno… mm… –empezó a decir Mitch- Trabajó en un cibercafé.
-Sí, ya veo-respondió Sadie Mulkern.
Mitch recordó que llevaba puesta la camiseta del cibercafé.
-Bueno, pues, como puede suponer, estoy muy interesado en la navegación por la Red y esas cosas (…). Me interesa lo de hacer páginas web en la Red y…bueno, me preguntaba quién diseñó la página de Kelly Rix. Todo lo del sonido y eso. Mola un montón.