El cine actual, en su ya habitual desparpajo y originalidad hasta el límite nos ha traído últimamente filmes tan originales como Funny games (¡Eh, amigos! ¡Es igual que la primera plano a plano y dirigida por el mismo tipo! ¡No se la querrán perder!), X-men orígenes: Lobezno (Que en un principio iba a ser llamada No tenemos ideas para hacer X-men 4, pero eh, ese tío tiene garras en las manos. Seguro que da para hora y media, pero no terminó de convencer a los productores), Star trek (No deja de ser sorprendente cómo una saga que hasta ayer solo había interesado a los cuatro trekkies de turno, de pronto es un fenómeno de masas. Abrams, lo has vuelto a conseguir) o La pantera rosa 2 (¡Miren, es Steve Martin destrozando de nuevo meándose en la memoria de Peter Sellers!). Pero, por si tanta novedad nos hubiera dejado con ganas de más, los productores de Hollywood tuvieron la idea del siglo: Coger todas esas películas de terror de los años 80, lavarles la cara, estrenarlas como nuevas y hacer secuelas de ellas. ¡Un plan perfecto! ¡Remake y secuela, todo en uno! Así vimos hace unos años La matanza de Texas 2004 o Las colinas tienen ojos y, más recientemente, Viernes 13, cada una con su carro de secuelas planeadas (que se hagan o no es otro cantar, pero nadie puede negar que la idea es crear una nueva franquicia en plan zombie). Esto nos hace pensar de nuevo en algo que parecía olvidado en los años 80, entre los calentadores y los discos de Mecano: Las malas secuelas de las películas de terror slasher. De todos es sabido que, tiempo ha, si una película con un bicho asesino recaudaba más del doble de lo que costó en taquilla, tendría como mínimo una segunda parte. A veces con recaudar un dólar más se justificaba la secuela. Y si esta aun daba beneficios, una tercera. Y una cuarta. Y así ad finitum. De esta manera pudimos disfrutar (es un decir) de las secuelas de la ya pasmosamente risible Critters –venga, que alguien lo diga de una vez: “Yo prefería Gremlins, eran más monos”. Pues claro que eran más monos, tampoco los critters intentaban serlo-, de un Freddy Krueger casi inexistente en Pesadilla en Elm Street 2 o de la famosa Halloween 3, en la que todos esperábamos la aparición de Michael Myers y en su lugar nos encontramos con una historieta tan atípica como descorazonadora, creando la única ley válida en las secuelas: Los espectadores queremos ver lo que sabemos que vamos a ver. Si Halloween 3 se llamara, simplemente, El día de la bruja, quizá hoy fuera recordada como uno de los grandes clásicos del terror, pero al entrar en la sala, la gente quería ver a Myers cortando cabezas, arrasando adolescentes y resucitando sin piedad. Aun ahora me extraña que no hubiera algún cine quemado por el ultraje. Y es que las secuelas de las películas de terror son malas casi sin excepción, pero nos da el más de lo mismo que todos queremos disfrutar. Hoy repasaremos en un bonito top 10 –cuyas primeras cinco películas ya fueron publicadas en Cine Online, vale, pero el resto es nuevo- las películas que se excedieron esta regla y nos dieron lo que realmente no queríamos ver. Con ustedes, las peores diez secuelas de películas de terror.
«¡Que nadie mire el cartel! ¡Pon más photoshop en el pecho de Jennifer Love Hewitt! ¡Más! ¡Más he dicho! ¡Que parezca un zeppelin humano!»
10-Aun sé lo que hicisteis el último verano: A finales de los años 90, la aparición de Scream hizo que las productoras se frotaran las manos con el mal llamado “nuevo terror juvenil” (más que nada porque ni era nuevo, ni era terror, y juvenil podría ser cambiado por “descerebrado”). Películas como Jeepers creepers, Leyenda urbana o The faculty llenaron las salas de cine con jóvenes dispuestos a ver cuchillos ensangrentados, algo de hemoglobina y, de vez en cuando, alguna tripa que otra, siempre que no dañe mucho la mente del espectador joven en cuestión. No vaya a ser que se vuelva tarumba y asesine a sus amigotes con una katana, vaya. De entre este buen montón de mediocridades con otras tantas secuelas aprobadas por los pelos una película destacó por lo revival de su relato y su narrativa ochentera: Sé lo que hicisteis el último verano. En el primer filme, el asesino del garfio perseguía a un grupo variopinto de estrellas de las que no se ha vuelto a oír hablar, Sarah Michelle Gellar aparte (Sí, hombre, Buffy cazavampiros, la eterna adolescente), de las que solo sobrevivieron Jennifer Love Hewitt (cuya carrera ha sido todo un éxito si la juzgamos por éxitos como Garfield, El esmoquin y Garfield 2) y Freddie Prinze Jr (que después de Scooby doo y su secuela ha firmado un trato con el diablo para no volver a hacer nunca más el ridículo… o no salir en el cine nunca más, lo que sea más fácil). Su segunda e inevitable parte se abre de una manera tan absurda como realista: Un grupo de amigotes está arrejuntado en el salón cuando de pronto un concurso telefónico les anuncia que están a punto de ganar un viaje a las Bahamas si contestan correctamente a la pregunta “¿Cual es la capital de Brasil?”. La muchacha contesta alegremente que es Río de Janeiro y, pese a todo, ganan el viaje. Uy, algo raro está pasando aquí. Para empezar, que las clases de geografía no se les debieron dar demasiado bien. Total, que el asesino empieza a cargárselos uno a uno de las maneras más insospechadas (destacando el asesinato frustrado en la máquina de rayos UVA. Con lo fácil que es usar un cuchillo jamonero, ¿quién demonios se dedica a poner candados en máquinas de rayos UVA? ¿Cuál será el siguiente paso de su maldad: Afilar las cuchillas de los cortauñas?) para terminar revelando su identidad, y, atención, que la capital de Brasil es… ¡Brasilia! ¡Hostias, tú! ¡No mires, que es cultura! La moraleja de esta película es clara: No hay que unirse contra el tío que no tiene más armas que un gancho y asesinarle con nuestras escopetas, sino que debemos ir cada uno por nuestro lado a dejar que nos vaya dando matarile con facilidad. Por supuesto, al final los muchachos matan al temible hombre del garfio (que ni tiene cuchillo, ni escopeta, ni nada: UN PUTO GARFIO), comprueban que está muerto, salen de la isla y, en el último minuto, se descubre que el pesado en cuestión aun sigue vivo. En la tercera parte, que gracias a dios no he visto, el asesino vuelve a ser el tipo de la primera parte, que sin motivo alguno vuelve a ser sobrenatural y a asesinar a un nuevo grupo de jóvenes que repiten constantemente las mismas frases que en las dos películas anteriores. Por lo menos, seguro que saben más geografía. Un mono sabría más geografía. Y sabría hacer un mejor guión que el de esta, nuestra décima entrada en el top.
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