Zirrosis Katastrófika: Los rockeros radikales

Uno de los momentos clave de la adolescencia de todo ser humano es el descubrimiento de que, oh señor, hay injusticias en la vida. El mundo se abre ante ti de pronto como un abanico repleto de guerras, destrucción, hambre y mal rollo en general. Algo que nadie aparte de ti es capaz de ver, y mucho menos tus padres, esos seres que jamás han sido jóvenes y, por tanto, no pueden comprenderte. Así que en mitad de una cena familiar te levantas airadamente gritando “¡¡No sé cómo podéis estar así de tranquilos cuando están muriendo niños en Somalia!!” (en Somalia siempre mueren niños. Es un lugar que nunca pasará de moda para el adolescente reivindicativo) y te decides a hacer algo para cambiar el status quo. ¿Marchar de misionero a Africa? No, demasiado arriesgado. ¿Meterte en política? Nah, no quieres corromperte por esos hipócritas. La mejor idea para cambiar el mundo, sin duda alguna, viene a ti en forma de notas musicales también conocidas como “quita ese ruido infernal” o “Lo que le gusta al colgao ese”. ¡Ja! ¡Si algo disgusta a tus mayores, es que estás cambiando algo! ¡Seguro! El adolescente medio está convencido de que cada vez que escucha No al hambre en el mundo, putos yankis veinte niños reciben comida desde un avión, con lágrimas empañándoles los ojos. “¡Oh, gracias a dios alguien ha vuelto a escuchar esa canción! ¡Ojalá aprendieran los sosainas estos de la ONG que sólo procuran que vivamos en condiciones!”. Todo el que escucha rock reivindikativo ke te kagas o punk tiene la firme convicción de que si todo el mundo conociera a su grupo favorito, todo se arreglaría de manera mágica. Curiosamente, si por una conjunción de planetas todo el mundo conociera a su grupo favorito, automáticamente se volvería comercial y lo normal sería escupir a su linda cara de tipos sin afeitar. Malditos vendidos. Hoy os contaremos la historia de uno de estos adolescentes destinados a cambiar el mundo, uno de estos valerosos jóvenes que sabe lo que hay que escuchar para hacer del mundo un lugar mejor. Decid todos hola a Paquito. O mejor dicho, Pakito. Con K, como los Special.

Pakito era un joven normal hasta que cumplió los quince. Si bien sus papis siempre le trataron como un chaval acomodado (es lo que tiene la perversión del dinero, que te da cosas), no fue difícil abrirle los ojos al mundo: Cuando su colega de toda la vida le enseñó la discografía entera de Anarkas sin marka se dio cuenta de que lo que hace falta en este mundo no es una política social, ni dar ayudas a los desfavorecidos, ni preparar planes para la igualdad mundial. No. Hay que defender la anarquía. Y la birra fría. Como rima y es pegadizo, debe ser verdad y resolver todos los problemas de un plumazo. No importa que Pakito supiera lo mismo del movimiento anarquista que de películas de Shatyajit Ray. Es muy fácil defender la anarquía desde un sofá y con un Colacao cerca (y el socialismo, el movimiento pro-igualdad y hasta la defensa de los animales si me apuran), pero no se lo digan a Pakito. Más que nada porque no es agradable escuchar de sus labios un “Lo que pasa es que no tienes actitud, maldita oveja aborregada. ¡Bee! ¡Bee!”. Si no te quedas con ganas de pegar un puñetazo a Pakito, es que no eres humano.

¡Toma ya! ¡Fraktura de eskafoides en concierto! ¡Con lo poco que se dejan ver!

Bien, Pakito ya tiene actitud antisistema. Es anarka y escucha punk (o rocanró kalimotxero, como prefieran. Que ya sé que no es lo mismo, pero aquí sirve igual), así que forma parte de ese colectivo que se cree fuera de los cánones sociales. Ya es hora de que se vista como el antisistema que es. ¡Fuera las camisetas no relacionadas con grupos de música! ¡Esclavas del sistema! A partir de ahora, Pakito vestirá como quiera, entendiendose como “como me dice el resto de mi grupo social que es cool vestirse”. O sea. La camiseta, que parezca mugrienta y sarnosa. No vayan a pensar que nos duchamos todos los días –a pesar de que realmente lo hagamos. Podemos ser anarkas y limpios a la vez, ¿no?- . Sobre los grupos de música que estampar en la camiseta –negra, siempre negra- hay que hacer una apreciación: Una camiseta sarnosa de Matanza Kruel siempre lucirá mejor que una de Shakira. Eso sí. Mugrienta y sarnosa pero recién comprada, de esas que huelen a nuevo y en las que el logo no esté desgastado. ¡No se es un verdadero rockero radikal si no se tiene la camiseta de todas y cada una de las cuarenta giras que tu grupo ha hecho! ¿Es que no amas a tu grupo favorito? ¿O es que no amas a los niños que mueren de hambre en Africa? Maldito seas, cómprate ya la camiseta de Matanza Terminal. Me han dicho que el 0’7% va a los niños del tercer mundo, con todo lo bien que queda decir que ayudas a esos niños.

Una vez Pakito se ha vestido, sólo queda ponerle el pelo a su manera (dios santo, ¿no lo véis vosotros también? ¡Imagina ser punkarra pulgoso, con cientos de camisetas personalizables! ¡Baña a tu propio punkarra pulgoso en su bañera de mármol! ¡Prepárate, mundo de los videojuegos, allá voy!). Entiéndanme: Un rockero radikal de verdad no se preocupa por su pelo. Sólo por comprar toneladas de champú para tenerlo tan brillante como largo, procurando que ni una gota de barro toque su cabellera. Sí, es cierto que el pelo largo hasta el culo (o la cadera, oyx, como prefieran) le queda mal al 95% de los tíos, pero la sensación de ver a Los Suaves mientras el pelo cuasi-grasiento y sudoroso tras cinco horas de concierto te toca la cara debe ser la leche. Sobre todo por lo de empaparte con tu propio sudor y auto-hidratarte. Si es que todo son ventajas. Eso sí, tu superpelo ultra-radikal te imposibilitará entrar en cualquier trabajo de venta al público (“Mira, hijo, esto es un hippie. Ji-pi”), en una cocina (“Perdone, hay una sopa en mi pelo”) y en muchos más sitios donde te mirarán mal, pero ¿a quién le importa eso? Si no pueden entenderte, es que son unos ignorantes. Cuando pasas a mi lado y te veo sonreir sonríe la ignorancia. Yeah. La ignorancia o el saber un poco de estética.

La foto del Ché también vale siempre que no se sepa nada más de él aparte de que era fotogénico

Físicamente, Pakito estará listo siempre que no se cebe a Donuts (¿dónde se ha visto alguien que salva el tercer mundo poniéndose de rosquillas hasta el esófago?), pero quizá no mentalmente. Y es que, obviamente, la única manera de conseguir discos hoy en día es descargándoselos desde Internet. No, no hay tiendas que valgan. Que son todas unas timadoras, los grupos ganan más dinero si vamos a sus conciertos y miles de excusas tímidas y variadas más que sirven para justificarse al comprar sólo maquetas de grupos desconocidos para, así, sentirse más especiales. Ojo, que los grupos de rock lo último que quieren es ganar dinero. Si se gana dinero, no es rock de verdad. Pero volvamos a Internet, y es que el paso posterior a entrar por primera vez es meterse en un foro a dejar claro lo malotes radikales que somos y a comentar que ya ha salido lo último de Vakas Muy Lokas, colega, ¿nadie lo tiene ya? (Por suerte, en los foros sobre rock hay mucha gente inteligente que sabe poner a los superrockeros definitivos en su sitio). Sobre la manera de escribir, Pakito no lo dudó ni por un momento. Si quieres un ser un rockero radikal, las normas ortográficas ya no existen para ti. “Ca”, “Co” y “Cu” desaparecerán para siempre de tu existencia tanto como las “Qu”. Bienvenido a un mundo mucho más sencillo, kolega. Kon K de Kilo, tronko. Si, además de la K como sistema para aparentar que nunca fuiste a la universidad y te sacaste la carrera con notable quieres parecer un tipo peligroso, no dudes en cambiar el resto de letras C por Z. Ze y zi serán tus nuevas compañeras de andanzas en este mundo. Y ya puestos, cambia la “Ll” por la Y. Esto le dará un nuevo enfoque a todo lo que escribas. Un enfoque bochornoso, sí, pero enfoque al fin y al cabo. “Kolega, ¿me das una zeriya?”. Ya, si se quita la “H”, la cosa puede ser mucho más divertida para los de tu alrededor de lo que tú mismo crees.

Bien, ha llegado la hora de buscar nuevos grupos y sonidos para Pakito, por eso de no quedarse anclado. Lo más importante a la hora de encontrar un grupo que salve a los aborigenes de la selva Tucupapa es no dejar que el oído nos guíe. No importa si un grupo tiene la melodía perfecta, ni si otro ha logrado enamorarte con la letra más hermosa del mundo. En este mundo no estamos para perfecciones, coño. Así que corre a escuchar los grupos que anuncian las verdaderas verdades de este mundo: El puto Papa (pon “puto” delante de todo y sonará mucho más radikal), el puto gobierno, la puta policía, la puta Constitución, el puto Internet, la puta Nintendo con su putas novedades sin puto fundamento. Sabina no te va a contar la verdad sobre la puta realidad, así que tendrás que buscarlo en grupos que realmente sientan lo que cantan. Y, para ello, se apoyarán en enfermedades variadas. No se sabe muy bien por qué, pero suenan duras que te cagas: Krisis Nekrótika, Zirrosis Katastrófika, Flatulenzia intestinal… Todo vale, demonios. Que se demuestre que el mundo está chungo y ninguno de vosotros, oh, personas que no compráis el disco que les gusta a Pakito y sus kolegas, estáis ayudando a que se mejore. Ellos dan el 0’7% de las quince copias que han vendido de la maqueta al tercer mundo, ayudando así en algo. ¿Ayudas tú en algo? Y no me vengas con que tienes veinte niños apadrinados y en tus ratos libres salvas vidas en UNICEF. Si no has escuchado el hit El mundo es una mierda, no tienes ni idea, tío.

Una chica en primera fila: Debe estar sonando El canto del loco

Hay dos maneras de enseñar los problemas del mundo con una canción. La primera es con poesía, intentando mostrar otro lado de la realidad, epatando con el lado artístico del oyente. Hay miles de metáforas válidas para llenarse los bolsillos hablando de los problemas del mundo: Flores en pistolas, balas de gominola, niños del tercer mundo pateando la cabeza a niños del primero, telediarios repletos de sangre, etcétera. Pero no estamos hablando de sutilidades. Cuando estás pegando botes en medio de un concierto de Muertos Zirrósicos no quieres pensar en qué quiere decir esa frase tan bonita. Es por ello que las rimas son consonantes, forzadas y tirando a obvias. Esto es: “Puta monarkía/ke nos envenenas/yo me follaría/a la infanta Elena”. Es posible que esta letra en particular sea un poco más elevada que las habituales de estos grupos, pero os podéis hacer a la idea. Una canción que hable de amor son cuatro minutos tirados a la basura. Sí, lo habéis adivinado: Los especimenes de hoy follan menos que los frikis de manual. Y ya es decir.

Quizá os estéis preguntando cómo acabó Pakito, y no, no fue vendiendo kleenex precisamente. Que todos hemos sido rockeros radikales y aquí estamos, haciendo por sobrevivir. Se puede decir que el egoísmo mató a la estrella de la solidaridad. O, simplemente, el sentido común. Cuando Pakito se descubra a los 24 años escuchando lo último de La oreja de Van Gogh o La casa azul, lo mismo se le escapa una lagrimita. Lo mismo.

¡Y mañana inauguramos el rincón literario con un libro que conseguirá que vuestras amígdalas se vuelvan del revés sin motivo alguno! Y además, ¡aprenderéis poesía! ¡Bravo!