Mascotas que hostiar en comics que quemar: Cobi en «Una tarde en la ópera» (y 2)

¿Os acordais de las estupendas aventuras de Bobi que empezamos la semana pasada, con el doctor Normal y Tamino teniendo más importancia en el cómic que el perro más feo de la historia? (iba a decir “la mascota más fea”, pero después de ver las de Beijing uno tiene sus dudas). ¿No? Bueh, tanto da, si para la continuidad que tiene Una tarde en la ópera… A modo de resumen, el doctor Normal y Tamino son malos y hacen maldades y Bobi pide ayuda a unos marcianos que le insultan. Sí, ya está. Os acabais de librar de leer el post de la semana pasada si os habéis incorporado nuevos a este. Por supuesto, la historia de ahora no tiene nada que ver con aquella, que Mariscal puede ser lo que querais, pero de guionista tenía poquito el muchacho. En fin, la cosa empieza con el doctor Normal y Tamino paseando por las Ramblas cometiendo maldades. Vamos, porque dice Mariscal que son las Ramblas, que podría ser cualquier sitio del mundo.

Juai juai juai. Mbrbpfft. Su maldad no tiene límites. Me contaron que después tiró un chicle al suelo y no recogió la cacota de su perro (Bobi no, otro perro). A cien por las Ramblas, uf. Que incívico. Cómo se nota que este cómic tiene quince años y Mariscal no veía como estaba el tema en el 2007, porque ponerse a más de 30 en Barcelona no es ya una maldad: Es un milagro. Y más por las Ramblas. En fin, hay que destacar a las dos guiris que les miran sonriendo a pesar de que la derecha acaba de dislocarse un pie en plan bestia y tambien el “Sí, sí” del pobre Tamino, que es un pobre lacayo que encima no sabe cómo decirle al doctor Normal que en realidad están yendo a 40. Triste, triste.

En fin, su plan malvado es tirar chinchetas por toda la carretera (el plan 3B-X según Tamino) antes de ir a buscar a la madre del doctor Normal, que llega a una especie de estación de trenes que debe ser el peor dibujo que he visto jamás de los jamases. En serio. Es tan malo que no quiero que vuestros ojos sangren como los míos. Si en el fondo hasta os tengo aprecio. Vuelven al coche y a correr a 100 por Barcelona mientras el doctor Normal muestra lo malo que es y la rabia que le tiene al sistema establecido.

 

¿Qué? ¿Que es un intento de Mariscal de hacerse el guay mostrándonos cuánto sabe de su propia ciudad? ¡Qué va, hombre! ¡Qué va! De hecho si sólo sabe dibujar así las casas de Gaudí, es que mucho no la conoce. Por supuesto, el doctor Normal es malo porque no le gusta el Estadi Olimpic ni un monumento de Barcelona. Oh, malvado hijo de puta que no sabe apreciar el arte moderno. Seguro que tampoco le gusta Mariscal. Personalmente, algunas casas de Gaudí tambien me parecen dinamitables, pero no lo digo en público y menos en la ciudad condal, que enseguida salen cuatro y te ensartan en una senyera. Hala, ya me he desahogado.

El caso es que los tres malvados siguen andando en el coche riendo al mismo tiempo (Jo jo juai juai jiu jiu) hasta que pinchan con las mismas chinchetas que habían tirado en la página anterior. Oh, justicia divina. Cuánto nos enseña Mariscal y Bobi. Niños, tirar chinchetas en mitad de Barcelona está mal y te puedes toñar contra una farola. Mientras tanto, en otro lugar diferente, Bobi y su ¿novia? ¿hermana? Olivia se preparan para ir a la ópera (¡eh! ¡Sólo hemos tardado 31 páginas en empezar la historia principal!). Por supuesto, Olivia canta ópera maravillosamente bien mientras se maquilla, a pequeño modo de spoiler de lo que ocurrirá después. Y en un prodigioso cambio de escenario, Mariscal nos lleva al interior del Liceo (claro, dónde si no), donde una soprano rubia está cantando. Quedaos con el dato de que es rubia. Más que nada porque, por alguna razón, un tal señor Domenec advierte de que no puede ver ninguna cosa amarilla o se quedará afónica, con lo cual deduzco que se mira al espejo poco o nada, vaya. Qué existencia tan horrible, no poder saber ni cómo es tu cara porque si te ves, te quedas afónica. No, no dan ninguna explicación respecto a la tontería del color amarillo. De alguna manera hay que hacer avanzar la trama, ¿no? Pues venga. El doctor Normal y su madre se cuelan en los camerinos como si nada (¿no hay seguridad en este sitio? ¿qué demonios?¿hemos pasado de tirar chinchetas por la calle a secuestrar sopranos?) y la regalan un ramo de flores. Pero con truco. Juai juai jiu jiu.

¡¡Oh, dios mío!! ¡¡Se han transformado en flores amarillas sin razón aparente con el sonido “krrsj@PLIC”!!  ¡¡Y ella se ha quedado afónica!! ¡¡Vamos, Bobi, haz algo más aparte de mirar el telón!! Bueno, mientras el perro aplastado no hace nada, su hermanonovia Olivia decide ir a maquillarse. Y, en plena confusión (la madre del doctor Normal confunde a la soprano con la novia de su hijo, ja, ja, humor asegurado), el tal señor Domenec escucha a Olivia cantar ópera en el cuarto de baño (luego ésto sería plagiado en un episodio de Los Simpson) y, como es obvio, la contrata para cantar esa noche sin preparación previa, sin que ella conozca la ópera ni nada por el estilo. Vamos, imaginaos que vais con vuestra novia a la ópera y de repente ella termina actuando delante de miles de personas sabiéndose perfectamente la letra y cantando sin gallos. Dos opciones: o te da un infarto allí mismo o piensas que algo te ha estado ocultando y no sabes cómo. Bobi no. Bobi es un ser feliz y alegre. Bobi es gilipollas.

Ja ja, qué callado se lo tenía, ha pasado de ser una tía normal a cantar el papel principal de una obra en el Liceo. Ja, ja. Mira cómo sonrío. Soy Cobi, la mascota feliz. Mi novia está cantando con una varita de Card captor Sakura con el símbolo del COI en la mano. Ji ji. Ojalá me aplasten la cara contra el asfalto otra vez. Je. Mientras la ópera resulta ser un triunfo, la soprano es encerrada en los calabozos y obligada a casarse con el doctor Normal, que no quiere casarse (para poder tener una relación dominante con Tamino, supongo, porque tampoco encuentro otra explicación a que un hombre de la edad del doctor Normal no quiera tener relaciones sexuales de una vez). Finalmente, y en un momento que parece emocionante pero que a nadie le importa un carajo, el doctor Normal se despierta al mejor estilo Sporty cuando no sabía terminar historias: ¡¡Todo había sido un sueño!! ¡¡Ja ja!! ¡¡Este Mariscal, qué cosas tiene!! ¡¡Qué humor tan capcioso e inteligente!!

Por supuesto, también amanece en casa de Bobi, donde los sueños de grandeza de Olivia fueron en realidad eso, sueños, y sigue siendo una fracasada que…
-¡¡Hijo!!
-Mamá, por favor, no te metas en los artículos…
-¡Nada, nada! ¡Hasta que consigas trabajo vives en esta casa y no quiero que te denuncien por dejar siempre a todo mal! ¡Que al final te van a denunciar!
-Mamá, no me dejes en ridículo delante de Hardita, Laurielle, Paco, Grendel y…
-¡¡Nada!! ¿Tanto te cuesta dejar bien ALGO? ¡¡Seguro que Mariscal se lo estaba trabajando y le duele leer esto!!
-Dudo que Mariscal lea El blog de Randy, sinceramente…
-¿A que hoy no cenas? ¿Tanto te cuesta analizar una página seriamente?
-Sigh. Vale. Sigh.

Y es que este cómic, que, como ya hemos visto, resulta virtuoso hasta puntos indefinibles, alcanza su mayor grandeza en su última página, realizada por Mariscal en, supongo, menos tiempo del que hizo las demás, pero con las mismas ganas y maestría. Una de estas obras maestras del diseño que se dan una vez cada veinte años. ¡¡Loor a Mariscal!! ¡¡Loor a Bobi!! Analicemos concienzudamente los subtextos que el autor nos quiso ocultar en cada viñeta. Supongo que merece la pena y esta noche quiero cenar.

Lo que a priori parece un desayuno normal en la casa de Bobi, Cachas, Bicho, Niñorepelente y Chicoguay en realidad es un estudio de la irrealidad patente en las páginas de los tebeos. Fijaos en el cuchillo de Cobi, que consigue sacar mantequilla de un recipiente inexistente, en la galleta que Cachas ha sacado de ningún lado y come acompañada de un buen vaso de leche con pajita (¿Leche con pajita? Mariscal era un genio. Un genio que debía dar gusto ver a la hora de tomar el desayuno). Por no hablar de Bicho volando. Los incautos dirán que se está apoyando en la silla, pero nada más lejos de la irreal realidad que Mariscal nos propone: ¡¡Vuela!! ¡¡Como nuestra imaginación a la hora de leer las aventuras de Bobi!! ¡Como nuestra cabeza cuando vemos el fabuloso diseño que tuvo, en general, Barcelona 92! Además, narrativamente no puede ser más interesante, con Chicoguay dejándonos un cliffhanger para la siguiente viñeta: ¿Qué traerá el diario? ¿Y por qué los platos en casa de Bobi son tan ovalados y raros? Sigamos.

Hemos cambiado de plano totalmente, para que podamos apreciar que lo que decía la canción de la tele es real: Bobi vive junto al mar en Barcelona. Mariscal no miente. Mariscal nunca lo haría. Bobi ya ha echado su mantequilla en el pan (por mucho que parezca otra cosa churretosa y blanca, es mantequilla, a no ser que el autor quisiera insinuar una relación homoerótica entre Bobi y Cachas) y a Niñorepelente le ha salido una boca similar a un ojo del culo, quizá porque tras mentar a Olivia ha pensado en cosas sucias y no podía quedarse de otra manera. Niñorepelente está enamorado de la novia de Bobi, y es así como Mariscal quiere expresarlo. Un maestro. ¿Y qué me decís de los tornillos que habla Bicho? ¿Qué misterios insondables esconderá un bicho que habla en tornillense? ¿Será acaso una metáfora del mundo tan tecnologicamente avanzado que nos ha tocado vivir, en contraposición con esas fabulosas nubes y esos tremendos árboles en la reserva natural de Bobiland? ¡Desde luego, seguro que no es algo que se haya puesto por rellenar hueco! ¡Seguro que es algo vital para la historia que nuestras mentes, aun poco despiertas, no llegan a pillar del todo! Para los que simplemente lean y no analicen, efectivamente, descubrimos que la soprano Montserrat tuvo éxito. Suponemos que Montserrat es la señora rubia, y que es una referencia a Montserrat Caballé. Qué inteligente todo, qué bien llevado. Ya si se pareciera la señora rubia fea a la Caballé sería la leche.

Primera aparición de Olivia, que aparece con gafas de sol probablemente debido a los ojos rojos que se le quedaron después de la juerga de la noche anterior. La metáfora del LSD es obvia durante todo el resto de esta página (fijaos en las posturas y la actitud de Olivia), y la alerta que Mariscal nos propone contra él. Fijaos en que Cachas no mira a Olivia en ningún momento, pero Bobi la saluda incluso demasiado emocionado, como queriendo ocultar algo mediante un cariño exacerbado, algo que apoyaría la tesis de la relación homoerótica entre la mascota oficial y Cachas. Este, para más inri, BEBE LECHE mientras ignora a la mujer. La metáfora del semen es obvia en las tres viñetas que llevamos (la mantequilla de Cobi, la leche…), y sólo se da entre Cachas y Bobi. Algo chungo pasa por aquí, y Bobi no quiere hacerse responsable ni contárselo a su noviahermana. Ríos de sangre van a correr en cuanto acaben las Olimpiadas.

Olivia habla, sentándose lejos de Bobi. Probablemente su relación esté en crisis y se esté pensando tener algo con Niñorepelente o Chicoguay, que la miran con deseo e intentando competir en halagos. O sea, ella cuenta una cosa que no le importa a nadie (pero que nos descubre a su vez, y de inteligente manera, que lo que hemos leído hasta ahora no ha sido sino un sueño, porque, al fin y al cabo, ¿qué es la vida sino un sueño? ¿qué es Bobi sino un perro aplastado por un camión?) y ambos aplauden con vítores. Sin embargo, la tetera como metáfora fálica no miente y nos muestra quién de los dos se siente más excitado hacia Olivia. ¿Qué? ¿Ya no os parece un cómic para niños, eh? Una obra maestra, coño. Una obra maestra. La historia que subyace y que Mariscal no se atrevió a contarnos directamente es mucho más interesante que la que se queda en la simple superficie. Qué maravilla.

Mi anterior yo se habría quedado con el horrible chiste (¿chiste?) de la mantequilla, pero ahora que sabemos lo que representa la mantequilla, todo cobra un nuevo tinte de madurez: Olivia necesita sexo cuanto antes, y ha quedado claro que será con Niñorepelente con quien lo tendrá, ya que Chicoguay decide pasar de ella tapándose con el periódico, practicando bullying sobre ella y volviendo su cabeza de manera antinatural. Por su parte, Bobi da cierto miedo tapándose con una mirada que indica que oculta algo, mientras que Cachas levanta el vaso de leche, como diciendo “Yo ya tengo mi mantequilla particular, jódete, zorra que va detrás de mi Bobi”. La linea que sale de la cabeza de Olivia no es sino un símbolo de su frustración y lío mental mezclado con la resaca del día anterior. Mientras, Bicho, el único que sabe de toda la historia, se vuelve del mismo tamaño que la lata de sardinas gigante con una rosa que todo catalán de pro tiene en su casa. Fin. Gracias, Mariscal, por traernos esta obra de arte que al fin hemos podido comprender en su máxima esencia.

-¿Vale con esto, mamá?
-Me da la sensación de que te estás riendo de ella
-Qué va, qué va. Cosas tuyas.
-A ver si te van a denunciar
-Sigh.

Mañana, H6: Diario de un asesino.