Las series del Club Disney, parte 2

Sigamos con las series que recordamos mejores de lo que son pero que siguen teniendo su encanto, dando gracias por ser niños o adolescentes de los años 80. Lo siento por los niños de los 80 atrapados en cuerpos de niños de los 90. Habéis tenido mala suerte, especialmente el pobre Starsky, que como ya dije por aquí alguna vez, es un adolescente ochentero en pleno año 2000. Vayan a darle cariños y mimos mientras seguimos con el repaso a las series del Club Disney.

 

 El pato Darkwing: “Soy el terror que aletea en la noche. Soy el chicle que se pega en el zapato del criminal. Soy…¡el pato Darkwing!”. Si después de leer esto no has sentido estremecer la mitad de tu cuerpo, es que, o tienes horchata en vez de sangre, o tu infancia estuvo totalmente arruinada al perderte la mejor serie de animación infantil jamás creada. Maldita sea, es imposible que no se nos ponga la carne de gallina con las tres primeras notas del opening de esta serie, probablemente la mejor canción de dibujos animados de la historia (destrozada después por Disney España, claro, donde cambiaron la letra por completo y la genial voz de Darkwing). Y mira que no eran mas que cuatro clichés unidos medianamente bien (Pato Darkwing el campeón, él es el mejor, ya ves tú que original), pero la promesa de la mejor serie de aventuras producida por los cursis de Disney nos hacía estremecer. Y es que esta parodia de Batman (dato que nosotros desconocíamos, por supuesto) que duró 91 episodios repartidos en tres temporadas fue, para mí por lo menos, el gran éxito de Disney. Lo que nació como un simple spin-off de Patoaventuras (durante dos episodios allí salía una primeriza versión del Pato Darkwing, además de compartir a Pato Aparato y Joe McQuack como secundarios) terminó siendo un lugar desquiciado donde todo valía, desde un Pato Darkwing con ocho brazos (referencia directa a Spiderman) al AntiPato, Megavolt o Quackerjack, que amenazaban sin parar la ciudad de San Canario.

Un pato superhéroe que intentaba ocultar continuamente su identidad secreta (Drake Mallard) mientras buscaba fama y justicia por las noches, embutido en su capa y su sombrero de justiciero nocturno. La única lástima es que todo el carisma que Darkwing y los malos tenían (mi favorito, Taurus Bulba, por mucho que sólo saliera en tres episodios) se lo arrebataban de un plumazo el pesado sin gracia de Joe McQuack y la horrorosa hija adoptiva de Darkwing, Gosalyn, introducida, supongo, para que los niños no se asustaran demasiado con las oscuras historias de Darkwing. De verdad, no hay cosa que uno odie más que el hecho de que una niña pequeña salve a un superheroe del mal. Por eso terminé odiando al inspector Gadget. ¿Os imaginais que Superman tuviera como sidekick a una niña pequeña sin poderes que siempre le sacara de todos los aprietos? ¿O que Batman tuviera a un chico adolescente que…eh…uh, vale. Dejémoslo. Esta es una serie que necesitamos volver a ver ahora con su doblaje original (coño, que al menos el pato Darkwing tenga voz de pato y no de persona. Y sí, me doy cuenta de lo raro que suena esto) para captar todas las referencias a SHIELD, a los villanos Marvel y DC (ese Electro-Megavolt…) y, qué demonios, para poder volver a emocionarnos con las grandes frases de Darkwing. ¿Quien no ha dicho alguna vez, en mitad de la oscuridad, un sonoro “Hay que entrar en acsión”? ¿Quien no ha repetido el lema de Darkwing alguna vez a modo de presentación? Uh, ¿nadie? ¿que me vaya a esa esquina y me quede callado durante horas? ¡Estupendo!

Chip y Chop: Una de las mayores decepciones de mi vida vino hace apenas unos meses, cuando, lleno de ilusión, me compré la primera temporada de Chip y Chop en DVD, dispuesto a tragarme de una tacada todos los episodios de los que apenas recordaba nada y que mi infancia me decía que eran excelentes. Y oye, fue poner el opening, dispuesto a cantarlo a voz en grito, y quitar los DVD para no volver a verlos jamás. O sea, ¿qué necesidad había de cambiar el muy efectivo “Chip Chip Chip Chip y Chop, rescatadores, Chip Chip Chip Chip y Chop, los mejores” (Machado no lo habría expresado mejor) por “Chip Chip Chip Chip y Chop, los guardianes, Chip Chip Chip Chip y Chop, YA LES VALE”? ¿Ya les vale de qué? ¿De ser dos ardillas guardianes resuelvemisterios? ¿De la camisa hawaiana de Chop? ¿De tener más carisma que vuestra maldita nueva canción? ¿De qué ya les vale? Y no me vale la excusa de que “el mejor” ya era el pato Darkwing, que todos eran los mejores en sus canciones. Mira a Pepper Ann si no. En fin, qué manía con redoblar nuestra infancia, redios. Es un poco como si ves Pocoyó en inglés, que se te quitan las ganas de volver a verlo por si acaso vuelves a escuchar al pobre adolescente haciendo de bebé de nuevo.

Bueno. Dos años, 65 episodios (algunos de ellos en grupos de cinco, que se vendían como películas directas a DVD) y aventuras que siempre implicaban queso por alguna parte (eh, no es fácil realizar 65 episodios enclavados en los lugares más inhóspitos y meter queso en todo momento. Haced la prueba de meter queso en Indiana Jones), protagonizadas por Chip (la ardilla lista), Chop (la ardilla tonta de buen corazón), Monterrey (la ardilla con bigote a la que todos queríamos patear por no tener maldita gracia), Fly (su fiel, uh, mosca verde), Gady (la ardilla calientapollasdeardillas por la que tanto Chip como Chop estaban colados y por los que ella no mostraba ninguna preferencia. Para mí que se zumbaba a Monterrey, vaya) y el malo de siempre, Gato Gordo (¿lo pillais? ¡Un gato contra unos roedores!), que era un poco como el Team Rocket: Salía cada episodio sólo para hacer el ridículo y perder. En fin. La serie, que en un principio trataba sobre un grupo de animales rescatadores entre los que se incluía un camaleón, al final terminó siento protagonizada, gracias al cielo, por Chip y Chop. Y en nuestro recuerdo sigue siendo bonita. Dejadla reposar ahí un buen rato, que, a diferencia de Darkwing, no ha envejecido demasiado bien (pese a todo, mejor que Patoaventuras). Creedme.

La sirenita, Hércules, 101 dálmatas, Las nuevas locuras del emperador y otras chorradas basadas en películas: Disney tiene la capacidad de conseguir que, tras salir contento del cine, orgulloso de haber visto una buena película, termines odiándola gracias a sus subgéneros animados. Ya las secuelas son malas (a excepción de Aladdin 2 y El rey león 2, que son francamente divertidas), pero las series son dignas de descongelar a Walt para asesinarle y volverle a congelar. Y es que, demonios, no, no tengo ningún interés en saber qué fue de Ariel después de que recuperara las piernas y la voz, ni de conocer sus pasadas aventuras. Ni quiero saber qué tal le va a Kuzco en el instituto (¿alguien quiere?), ni ver la serie original de Buzz Lightyear o la convivencia entre Lilo y Stitch (que, por cierto, con la tontería ya llevan ¡cuatro! partes. Ni que la peli original fuera tan buena. Por dios, si El emperador y sus locuras le pega mil vueltas). Por favor. Piedad. Hemos disfrutado de la gran aventura de Aladdin y Jasmine, no creo que a nadie le interese ver tontihistorias de veinte minutos en las que andan por Agrabah con música sacada de la película sonando de fondo en pleno MIDI y luchando contra robots y enemigos cada vez más grandes y absurdos.

Obviamente no es sólo el descenso de calidad en la animación (que pasa de ser espectacular a ser un simple flash), sino el descenso de los guiones, de los dibujos, de todo. Conste que hoy en día mataría por ver en cines algo 2D, aunque fueran tres episodios de Hércules unidos con calzador. ¿Sabéis como aplaudía la gente en Encantada? (sí, vale, Hardita, ya sé que no aplaudía nadie, pero en mi cabeza el cine entero se deshizo en una ovación y sacamos a hombros al animador). Se salva de la quema Timón y Pumba, cuya primera temporada conseguía ser algo totalmente diferente al resto de series animadas basadas en películas. Era hasta divertida y original, llena de parodias y guiños al resto del mundillo Disney. El resto, todas ellas, junto con las de Ace Ventura y La máscara, a la hoguera de lo que nunca debió existir. Quemaos, malditas, quemaos. Bwahahahaha. Y mientras, recemos para que nunca se haga serie animada de Chicken little. Bastante tuvimos con la peli. Y con aguantarle en el Kingdom hearts II.

 

 Doug: Antes de que pudiéramos alcanzar a pillar un sólo chiste de todos los que se Bill Waterson incluyó en Calvin y Hobbes, una de las mayores obras maestras de la historia de los cómics, nosotros disfrutábamos de nuestro Calvin particular: Doug. O, al menos, en su primera etapa en Nickelodeon. Para el que no lo sepa, Doug contó con dos etapas: Una, de 1991 a 1994, bastante amateur en el dibujo pero muy divertida y libre de moralina, y otra, de 1996 a 1999, en Disney, con uno diseños de personajes más claros pero aburridísima, moralista e infumable. Personalmente, el Doug que recorre mi cerebro es una mezcla de aquel niño adorable de once años enamorado de Patty Mayonesa y del criajo hostiable de doce años que crearon los de Disney. La verdad: Sobre el papel, los cambios fueron mínimos: Doug subió un año y medio su edad, se inventaron un hermano pequeño, le cambiaron el pelo a Patty Mayonesa…pero a la hora de verlo, se ve claramente el cambio radical. Doug pasó de ser un niño con una imaginación enorme (impagable su superhéroe con cinturón en la cabeza y calzoncillos por fuera) a ser un simple neurótico más cuyas aventuras giraban, en un 75% de los casos, en intentar impresionar a Patty, con la que, por supuesto, jamás conseguiría nada más allá de una cita. De hecho, ella terminó yéndose con otro tipo en el baile de fin de curso.

Doug, en versión Disney, fue la precursora directa de Findemanía: Sus argumentos cada vez nos importaban menos, eran cada vez más normales y menos surrealistas, los personajes vestían de manera más realista a cada episodio que pasaba…En fin, todo esto desembocó en La primera película de Doug, que, por suerte para todos, tambien fue la última. De Pepper Ann no harían peli, no, pero de este mediocre y de La banda del patio… Además de Doug, en mi colegio se alababa con locura a Roger (nunca entendí muy bien por qué, quizá porque era verde y ya se llevaba el rollo tolerante) y se odiaba a Rufo, el tipo malo con nombre de perro con un gato aun más malo que él. Personalmente, vivía medio enamorado de Patty y sólo me emocionaba con el perro de Doug (y con el propio protagonista, claro, ¿cómo no te vas a ver reflejado en alguien con una imaginación así? ¡Si está hecho a posta para que te reflejes en él!). Hoy en día, el Doug de Disney es una serie medio decente que tenía el único aliciente de comenzar con un “Querido diario” y narrar los sucesos desde el punto de vista de un pubertoso y enamoradizo Doug. Pese a todo, el cambio fue para olvidar y destrozar las oficinas de Disney.

Patos poderosos: En el Club Disney la anunciaron durante semanas. Ya llegan los Patos poderosos. Ya están aquí. Ya llegan. No os los perdais, son patos y son poderosos. Y qué quereis que os diga. La uña del dedo meñique del pie izquierdo de Pato Aparato se come con creces a los Patos poderosos estos. Para quien no lo sepa, se trataba de una serie en la cual un grupo de superhéroes jugaban a hockey sobre hielo en sus ratos libres. No sé a qué creador se le ocurrió semejante idea infecta, pero o lo garabateó medio minuto antes de entrar a hablar con el productor (“En Disney tienen fijación con los patos…¡y a todos les gustan los superhéroes! ¡Y el deporte en equipo!”) o había tomado algo muy chungo la noche anterior. ¿Patos jugadores de hockey superhéroes? O sea, ¿por qué? ¿Qué necesidad teníamos de patos jugadores de hockey superhéroes? Y sobre todo, ¿por qué creyeron que a los niños les interesaría lo más mínimo?

Por supuesto, la serie fue justamente cancelada tras trece semanas en antena y unos tristes 26 episodios, y era completamente normal. El pato Darkwing molaba porque era un pato normal, al igual que McPato. Estos parecían diseñados por ROB! Liefeld: Supermúsculos por todos lados, testosterona al máximo, armas de última generación, villanos supermalos con sonrisas de órdago. Vómito general en todas las casas decentes. En el Club Disney no se volvieron a atrever a anunciar una serie tan a bombo y platillo, creo yo, después de las cartas de los niños defraudados, dispuestos a interponer una demanda al Club por robarles la infancia. La decadencia de las series animadas empezó aquí, y sólo aquí. Nadie, absolutamente nadie se acuerda del nombre de ninguno de los protagonistas. Ni siquiera el creador, sea quien sea. Y después de éste regreso a la vida real, volved al abismo del olvido de donde nunca debisteis salir, Patos poderosos.

¿Se me ha notado mucho cuánto amo a Darkwing? La semana que viene, tercera y última parte. Mañana, noticias y, como no, tetash.