Peleas inolvidables: Muhammad Alí contra Superman (1)

La idea de Superman es gilipollesca. Las cosas como son: Un tipo con superpoderes supertotales que no puede morir si no es con una puta piedrita verde no me da la más mínima confianza. ¡Eh, chicos, dejemos el destino de la humanidad en manos de este tipo! ¡Las balas le rebotan, puede volar, tiene rayos-X, es genial! Oh, espera, ¿es eso un trocito de kriptonita sacado del museo de historia natural? ¿Por qué nuestro héroe se revuelve en el suelo entre convulsiones? Será una broma, espero. Pero en DC pensaron que no teníamos bastante con un Superman, y decidieron ampliar la familia hasta el infinito: Supergirl y Superboy tenían cierta razón de ser, y si algún día me pilláis con cuatro copas de más os confesaré que Krypto sigue teniendo encanto, pero, por favor, no me hagáis hablar de Comet el supercaballo (que estuvo a punto de liarse con una Lois Lane convertida en superyegua), Beppo el supermono (algunos aun recordarán que hablamos de él hace más de un año) o Streaky el supergato. Lo más posible es que acabe cagándome en los muertos de Shuster y Siegel, que no tienen la culpa de la razón real por la que le tengo rabia al personaje: No, no son sus pseudo-mascotas absurdas, ni sus historias del estilo “voy por la calle y como soy invulnerable gano a los malos”, sino a su plantel de crossovers. Que si Bugs Bunny, el conejo de Nesquick, los Masters del Universo… ¡Por favor! ¿Es que no existe nadie en este mundo que pueda traer dignidad al mundo de los crossovers con el Supes? Estuve a punto de darme por vencido hasta que, finalmente, apareció. Dibujo del gran Neal Adams. Idea de Dennis O’Neil. Considerado por muchos como una de las grandes obras maestras de la historia del cómic –lo que diría, por cierto, muy poco en favor del cómic-. Era 1978 y Superman estaba pasando por una de sus mejores épocas, hasta el punto en que cualquiera quería retarse con él. Así es como surgió este cómic. Así es como surgen las leyendas, amigos. Así es como me convencí de que no hay crossover bueno para el hombre del mañana.

Fijaos en Batman, qué cabroncete, esperando disfrutar del baño de sangre que se va a dar en breves instantes. Sinceramente, no puedo creerme que, a la hora de hacer esta portada, Adams no se la imaginara en el típico y manido recopilatorio de “Portadas bizarras de Superman”. ¿Es que el concepto de Cassius Clay zurrando a un superhéroe no es ya lo suficientemente desconcertante como para que encima nos añadan ese “¡La pelea que salva a la tierra de los guerreros de las galaxias!” justo encima? ¡Por si tuviéramos algún motivo para quedarnos atónitos, vaya! En fin, nada más abrir la página se nos presenta a los personajes: El campeón del mundo Muhammad Alí (que, por cierto, perdió su cinturón de campeón el mes antes de que el cómic se publicara. DC, con tan buen ojo como siempre) y “Kal-el peleando como… Superman, también campeón de la justicia”. ¿También campeón de la justicia? No es que no sea cierto, supongo (puede ser idiota, pero se supone que es justo, vaya. Si no, vaya birria de superhéroe), pero viene tan a cuento en el combate como cualquier otra cosa. Estoy seguro de que frases como “Superman, también degustador de ensalada”, “Superman, también campeón de Monopoly” o “Superman, también debilitado si hay kriptonita cerca” se quedaron en la sala de guionistas. Una pena.

La cosa empieza en Metrópolis, donde Lois Lane, Jimmy Olsen y Clark Kent dan un paseo por la ciudad buscando a Muhammad Alí. Si, como quien busca al vendedor de perritos calientes, vaya. Y, como llevan media hora dando vueltas sin encontrarle, Lois amenaza con el despido al pobre Olsen. Glups. Joder con el poder, tú. Para que luego digan que no te corrompe. Por suerte para Jimmy, el becario peor tratado del mundo (ríete de la becaria de Wyoming: ¡Al menos no es obligada a casarse con un mono gigante!), Alí aparece jugando al baloncesto con unos niños de seis años. Ya podrá el cabroncete meter canastas, ya. Hasta yo podría con semejantes contrincantes, pero por lo menos no me chuleo, coño.

Modesto el chaval. Mira, Luisito, tío. Que te quede claro que soy la polla con cebolla. Acabo de ganar a un equipo formado por niños en un partido de baloncesto. Está claro que soy magnífico, vaya. Nadie podría vencerme. Y porque no me he puesto a escribir libros, que gano el premio Planeta en un abrir y cerrar de ojos. ¿Es eso que oigo el Nobel? ¿No? ¡Pues debería serlo! En serio, se me acaba de caer un mito. Lois se acerca a él y empieza una entrevista, pero Jimmy, que definitivamente quiere ser despedido, se ha olvidado de poner rollo a la cámara de fotos. La dura vida del becario idiota, ya os digo. De pronto, una luz llena la estancia y el olor a ozono impregna el lugar (literalmente). Tras Jimmy Olsen aparece… ¡Un alienígena! Lois Lane, que tampoco se impresiona demasiado (de hecho va a hacerle un par de preguntas a lo paparazzi) es zurrada por el bicho y Alí, que desde el principio ha intentado mojar con la muchacha, le defiende como puede (“En este planeta no se trata así a una dama, bribón”. En fin, es boxeador, no tiene por qué destacar por su elocuencia) y empieza a pegar tortazos al extraterrestre. Clark se disculpa con los modales de siempre (Uy, qué miedo tengo, voy a hablar con la policía) y de pronto aparece Superman. Oh, wow. Me pregunto por qué cada vez que Clark se marcha llega el Supes. Mmmh. Seguro que es pura casualidad.

Y mientras Superman va al espacio a descubrir que hay una flota de naves esperando al bicharraco, éste, en la tierra, se pone a hablar y a explicar su vida: Se trata de un scrubo (no busquéis antes o después: Los scrubos nacen y mueren en Superman contra Muhammad Alí. Ni falta hace que sigan, la verdad), una raza alienígena conocida por su valor guerrero. Les apasiona la pelea y creen que en el planeta Tierra, Alí es uno de los luchadores más sobresalientes, por lo que le retan a una pelea. Eh, hola. ¿Batman? ¿Superman? ¿Green lantern? ¿Cualquier superhombre de DC con rayos láser o superfuerza? ¿Qué coño tiene que hacer Alí contra ellos? ¿Encaje de bolillos? En fin, Superman habla un rato con el boxeador, que sigue haciendo gala de su modestia característica (“Me han comparado con Joe Louis, Archie Moore, Rocky Marciano, Sugar Ray Robinson y muchos más. Así que no les ganaría amigo. Yo les aplastaría”. Ya sabéis, niños: Cuando un extraterrestre que destaca por su furia guerrera aparezca por la tierra buscando camorra, incitadle. Os lo dice vuestro amigo Alí) y los extraterrestres bombardean una isla perdida en medio del oceano para demostrar, uh, que tienen cohetes. Y ahora, atención, porque llega ese momento conocido como “excusa argumental”. Ya tenemos a los aliens, a Alí y a Superman. Ahora falta hacer un combate sin motivo alguno.

Alí, que te la estás buscando. Que no puedes ir amenazando a Superman así como así. Ni con superpoderes ni sin superpoderes, ¿tú has visto los músculos que tiene? Por dios, que es cuatro veces tú. Igual tienes que pensártelo un par de veces, buen hombre. Que habrás ganado a unos niños de seis años en una cancha de baloncesto, pero de ahí a vencer a Superman va un trecho largo. Digo yo. En fin, el alienígena, que sabe donde hay un sol rojo que, por lo visto, anula los poderes de Superman, (entre la kriptonita que parece que regalan en la Cosmopolitan y el sol rojo que debe estar en media galaxia, Superman es un cúmulo de desfachatez, coño) promete que el combate se realizará sin dichos poderes. Vamos, uno contra otro, y el que gane de los dos, contra el mejor de los scrubos. Superman y Alí se marchan a entrenar a la fortaleza de la soledad.

Allí, Superman saca un poco de sol rojo que tiene guardado en una cajita (espera, ¿qué?) y Alí se marca una página entera enseñándonos a boxear. Que si uppercuts, rectos, ganchos y demás chorradas para enmarcar. Alí, estás enseñando a pelear a Superman. Repito: Al jodido SUPERMAN. ¿No crees que ya sabe cómo se pega? Quiero decir, ha vencido mil veces a Lex Luthor, a Brainiac, a Bizarro, a Mxyzptlk… No puede ser tan difícil. O, bueno, sí, que Alí es el que paga los royaltis en el cómic en cuestión. Pero de ahí a que Superman tenga que decir, avergonzado, “Confieso que no sabía que era tan difícil esto del boxeo” da bastante vergüenza ajena. Vaya superhombre de mis narices hemos elegido para que nos represente, tú. Para mí que habríamos estado más acertados eligiendo a cualquier otro, pero en fin. Superman y Alí son atacados por una excusa argumental y vuelven a la nave de los extraterrestres después de haber entrenado una miseria. A Alí tampoco es que le preocupe gran cosa, la verdad, si después de ver la nave-de-la-leche de los extraterrestres solo se le ocurre decir…

¿Star wars? ¿Para Cassius Clay la película de George Lucas es “una película con unos robotitos muy graciosos”? Desde luego, si los de Marvel pretendían que el boxeador cayera mal, lo han conseguido con creces. Estoy deseando que gane a Superman exclusivamente por ver al extraterrestre zampárselo, leches. So insoportable. De pronto, de la nada aparece Hun’ya, el bicho que se enfrentará al ganador de la pelea, creado en un laboratorio y que es capaz de pegar puñetazos que, euh, abollan paredes. Jo, qué fuerza. Seguro que es capaz de partir una barra de pan duro si se pone. Mientras el Supes y Alí traman un plan, gentes de todo el espacio (gallinas espaciales, niños con brazos de dos metros, bichos azules con cabeza de falo, masas verdes esponjiformes. Supongo que les costaba mucho crear simples seres verdes con apariencia de persona, vaya. Quién quiere eso teniendo gallinas espaciales) se acercan a ver el combate. Incluso, desde la tierra, Lois y Jimmy llegan para narrar el combate, no a la televisión norteamericana… ¡sino al universo entero! (de hecho, a Jimmy le han ascendido hasta el punto de que él será el comentarista. Es un poco extraño pasar de ser un tipo que se olvida de poner el rollo a la cámara a ser el comentarista espacial de la batalla que decidirá el futuro de la humanidad).

Y el combate comienza. Un combate que decidirá el destino de la humanidad.

Un combate en el que digo yo que podíais haber puesto más ganas, la verdad. Porque parece que estáis jugando a las muñecas, por mucho que Olsen intente darle emoción (¿duro ataque? ¿en serio? A mi me parece una caricia). Manda narices. Ya que os ponéis, os lo podíais tomar en serio. Sigh.

¿Vencerá Superman a Muhammad Alí o se impondrá la tontería? ¿Y qué pasará con Hun’ya, el bicho capaz de abollar paredes a puñetazos? ¿Jimmy Olsen será ascendido? ¿Es Superman también el defensor de la justicia? ¿Llegará Krypto a salvar el día? Todo esto y mucho más en la conclusión de Superman contra Muhammad Alí. Misión: Salvar la tierra.

Perdón por la sosería de hoy, no estoy como para hacer de reir últimamente. El miércoles, Detectives Internet. ¡Y el jueves, videojuego! ¡Allí nos vemos!