Reinterpretando los clásicos: Indiana Jones y el chisme interdimensional (y 2) [por Bob]

[Después de que me olvidara Detectives Internet en casa, solo me quedaba una opción para hoy miércoles: La segunda parte del artículo de Bob sobre Indiaki Jones. Mañana, el señor Zanelli y su salvapantallas volverán para vuestra satisfacción. Hasta entonces, os dejo con Indiaki. Y sí, es un artículo largo, así que coged algo para comer y haced descansos para ir al wáter. No digáis que no os aviso.]

A todo esto, el bueno de Connery (cuyo personaje obtuvo la inmortalidad en la película anterior… ¿Cómo murió? ¿Posible trama para la decimocuarta entrega?) se retiró del cine después de La liga de los hombres extraordinarios, en la que el director, inexplicablemente, no creía conveniente dejar el timón de su película al actor principal. ¡Estupidos directorzuchos con su ego! Lucas y Spielberg, a los que a partir de ahora llamaremos Spielucas, fueron donde el buen escocés (spin off de El buen alemán) y le pidieron por favor que volviera al cine para Indy IV. Cualquier posibilidad de que esto hubiera sucedido se desvaneció cuando Connery leyó el guión de la película. Así pues, el vengativo Spielucas se resarció haciendo una única referencia a su personaje en toda la película y acompañarla con el tema musical padre-hijo en versión comedia familiar de Steve Martin (Gottfried Huppertz se revuelve en su tumba, sea quien sea).

“Ey, tíos, ¡que están comentando las preguntas del examen de la semana que viene!”

Nuestro buen amigo Indy, al que probablemente hayan olvidado por mi aplastante exhibicionismo pedante de ego, coge un tren para ir a Dios sabe dónde. Le siguen muy de cerca dos tipos trajeados (que corren de la forma más escandalosa posible para que el lerdo de la última fila no se pierda en la densidad argumental), cuando, de la niebla, surge el chaval de la muy entretenida (aunque muy estúpida) Transformers, aquí convertido en vergonzoso estereotipo en moto, con gorra incluida. El chaval, Mutt Williams (ingenioso homenaje a John Williams. ¿Saldrá Albert Hitchcock en la quinta entrega?), le dice a Indy que se baje del tren, que John Hurt está como una puta cabra.

“Hostias, ¡el Motorista Fantasma ese!”

Aquí, nuevamente, descubrimos toda la génesis de los personajes mediante diálogos que van dirigidos en realidad al astuto espectador. John Hurt es Oxley, que ha desaparecido buscando una calavera de cristal, y el pringadillo es hijo de una misteriosa mujer que probablemente no sea Marion Ravenwood (¡ni que hubiera salido en los posters!). Indy y Mutt comentan la historia de la calavera de cristal (una calavera que nadie ha encontrado y que debe devolverse a un templo, uo, la adrenalina se me dispara) en una cafetería que Janusz Kaminsky  fotografía como el culo, como el resto de la película.

En fin, que de pronto llegan los comunistas y Estereotipín, que es un sobrado, saca la navaja y la lía parda con una batalla de estereotipos (o algo así), aprovechando para escapar en su moto con el viejo Indy (porque es el viejo Indy y no un doble con tinte blanco), mientras coches comunistas los persiguen. El humor está servido cuando éstos últimos se vea retrasados por una manifestación anticomunistas (¡Que ironía!). Los rojos siguen conduciendo y se estrellan contra la estatua de Marcus Brody (recuerden el homenaje); momento que Mutt e Indy aprovechan para escapar metiéndose por los pasillos de la universidad y acabando en la biblioteca donde, agárrense los machos, un estudiante hace una pregunta al profesor Jones, que este responde con un “Tenéis que salir de la biblioteca y hacer trabajo de campo”, mientras sale de la escena con elegancia. Brillante, ya sólo faltan los Monty Python.

Estudiar me pone como una moto (cielos, mátenme)

Mutt e Indy descubren que en Perú encontrarán a John Hurt, el tipo que presume de ser el único miembro del reparto que leyó el guión antes de firmar (lo cual no es tampoco algo de lo que presumir, pero bueno…).
En busca del arca perdida nos llevó a Egipto tras un artefacto de destrucción.
El templo maldito nos condujo a la India para derrotar un diabólico culto satánico.
La última cruzada nos llevó a Italia e Israel para buscar el cáliz de Cristo.
La cuarta parte nos lleva a Perú (travesía larga) para buscar una puta calavera…

Ahora descubrimos, como anécdota, que Indy estuvo con Pancho Villa en su juventud y entabla una relación de mutuo respeto con Mutt, del tipo “debes hacer lo que tu corazón te dicte”, lo cual será altamente cómico cuando descubramos que Indy es el padre de Mutt (uo, giro argumental). En fin, que el dúo dinámico este llega al psiquiátrico donde unas monjitas peruanas encarcelaron a Jude Law después de ver La huella. Allí, observan la celda de Oxley (porque tenía una celda allí, ¿vale?) y descubren que se ha vuelto locuelo y que, además, les ha dejado pistas de como continuar la aventura en el suelo. Sólo tienen que echar un vistazo a los mapas. Dios, si es que se lo ponen a huevo a los diseñadores del videojuego.

En fin, que ven un mapa de un cementerio dibujado en el suelo y llegan a él en un santiamén. Se ve que estuvieron contrastando el dibujo con una fotografía aérea de todos los cementerios de Sudamérica sacada de Google Earth o algo así. Y con palas y picos llegan padres e hijos a joder muertos en cementericos. Soy el próximo premio de poesía nacional, sin duda. Pues eso, que Indy y Mutt llegan con pinta de necrófilos saqueadores de tumbas, en una noche oscura y tormentosa, cuando son atacados por yamakasis peruanos de los años 50. En la escena de acción más vergonzosa de todo el año, Indy se libra de ellos con estilo, aun cuando, probablemente, no fueran más que inocentes niños que quería proteger la tumba de su abuela de malvados saqueadores nocturnos. Tras esto, Mutt baja por una escalera que se rompe, mientras que Indy baja por una que permanece intacta, ingenioso contraste entre la fogosidad juvenil y la experiencia de los que han vivido más. Olvidada esta gilipollez, los dos se meten por catacumbas extrañas, haciendo referencias indianicas y chistes varios, del estilo “Frente al peligro, Mutt saca un peine y se alisa el pelillo”. Joder, hoy estoy sembrado.

Aquí es cuando la cosa se anima. Indy y Mutt dan, sabe Dios cómo, con la calavera de cristal. Ya ven, exploradores buscándola durante siglos, cuando todo lo que tenían que hacer era… era… lo que cojones hayan hecho estos dos. Si un octogenario con pajarita y un motorista pringadillo lo han encontrado en 50 minutos, digo yo que no estaría tan bien escondida. También descubrimos aquí los cadáveres de los exploradores que habían ido en busca de la calavera. Eso tiene que joder: “Señor Orellana, no tenemos provisiones y no podemos seguir nuestra búsqueda.” “Bueno, al menos lo hemos intentado. Nos quedaremos a morir con dignidad en estas catacumbas, en las que seguro que no está la calavera de cristal”. Pero lo mejor está por llegar, amigos. Resulta que la calavera de cristal no es una calavera normal y corriente. ¡Es una replica en metacrilato del cráneo de Alien hecha por McFarlane Toys! En otras palabras… ¡Putos extraterrestres!

“Chula, ¿eh? La pillé por 50 euros en el Fnac de Callao”

Breve pausa, amigos, para centrarnos en el maravilloso mundo de internet:
Con toda seguridad recuerdan ustedes las reacciones de muchos fanáticos de El señor de los anillos cuando se anunció que Peter Jackson adaptaría las novelas en su sobrevaloradísima trilogía. Improperios varios fueron al director de la simpática Agárrame esos fantasmas, por atreverse a poner sus zarpas en Tolkien. Diez años después, el 70% de aquellos que criticaron a Jackson porque sí, critican a Guillermo Del Toro por atreverse a poner sus zarpas en Tolkien después de la “maravillosa labor de Jackson”.

Con Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal sucede algo parecido gracias a aquellas personas que, cuando se filtró el rumor de que el guión inicial rechazado por Lucas trataba de extraterrestres, no dudaron en lanzar toda clase de improperios en contra de Steven por atreverse a meter alienígenas en Indy e himnos en favor de George Lucas por rechazar tan descabellada idea. No vean que risa cuando un año después se ve que la idea de los aliens era de Lucas y esas mismas personas alucinaban con la película.

¡Cielos! ¡Indiana Jones es LA SOMBRA!

En fin, retomemos la historia de Indy y sus amigos. Spoiler: al final sobreviven todos. Jódanse, les he arruinado la película. Al salir del cementerio con la cabeza del bicho espacial en la bolsa de la compra, junto a las patatas y la Coca Cola, el dúo carismático se da de bruces contra los comunistas, que ya tardaban en volver a aparecer, y Mac, que sigue tan insoportable como antes, pero ahora es rojo. Iris, el estreñido y el Mac atan a Indy en una cabaña donde aparece John Hurt (cuya carrera nació y murió con Alien). Resulta que Oxley, como se llama su personaje después de que Sean Connery no firmara para hacer de Henry Jones, se ha vuelto completamente loco y baila como un gilipollas junto a los rojos. La única forma de entender el secreto de su misteriosa locura alienígena es la unión mental entre dos entidades.

Es decir, por si no fuera suficientemente vergonzosa la película, ahora nuestro arqueólogo cada vez menos favorito es conectado al cráneo extraterrestre, para… emh… este… ¿Empatizar con los pequeños hombrecillos verdes? No está clara la razón de la existencia de esta escena, como tampoco lo está la causa de que los comunistas nos hicieran perder 20 minutos viendo como robaban un alien carbonizado en Roswell, cuando luego este no sirve para nada.
Nuevamente, todo se vuelve difuso. Indy es uno con los alienígenas del universo que resulta que son el pilar de nuestra civilización (¡originalidad a la fuga!), luego ve a su antigua amada Marion Ravenwood que resulta ser la madre de Mutt Williams, que después resultará que se llama Henry Jones III: La venganza. Menudo lío. Sólo espero que Charlie no sea un seudónimo de Alan Smithee, porque quedaría terriblemente decepcionado. En fin, que estos jóvenes amantes sin química alguna, retoman su historia donde la dejaron hace 25 años, sólo que ahora son más idiotas y dicen más estupideces por metro cuadrado.

¿Terror mortal o ganas de estornudar?

Así, todos reunidos, el héroe, la chica, el joven y el gilipollas, traman una soberbia estratagema para huir: salir corriendo. Brillante huida, pardiez. En estas que a Indy y a la chica se les ocurre quedarse quietos encima de unas arenas movedizas. Yuju, otro divertido episodio de disparatadas aventuras con el Dr. Jones… Y va a mejor.
Mientras Indy y Marion hacen chistes dignos de Los hombres de Paco, Oxley sale buscando ayuda (es gracioso porque están rodeados de malvados que no les ayudarán) y Mutt va a buscar un ingenioso método de sacar a los dos tortolitos: una serpiente. Nuevamente, el humor y el ingenio nos golpean. Es ingenioso porque no es un palo, es una serpiente. Y es humorístico porque a Indy no le gustan las serpientes. La combinación de ambos factores es verdaderamente soberbia, apenas se nota que durante el rodaje Steven dijo “No hemos mencionado el temor de Indy a las serpientes en esta película” y Lucas respondió “Sustituyamos cosas por serpientes”. Steven, emocionado, gritó “¡Sí! En lugar de ir en una moto, Mutt podría cabalgar sobre una cobra gigante digital!”. Lucas, más contenido, rectificó, “Bueno, mejor si sólo sustituimos los palos de la película por serpientes”.

En fin, que todos salen del apuro, para ver que el locuelo Hurt ha echo llamar a los comunistas. Nuevamente, es gracioso, porque iba a buscar ayuda y ha traído a los malos y estamos como hace diez minutos. Dios, esta película avanza a trompicones. La trepidante acción nos lleva ahora a una selva que cabalga de forma nada elegante entre los efectos digitales y los decorados cutres, fotografiados de la forma menos parecida al aspecto de la trilogía original. ¿Recuerdan las localizaciones oscuras y misteriosas de las películas anteriores? Aquí, son sustituidas por entornos CGI en los que el sol deslumbra a cámara en todos y cada uno de los planos (un recurso absurdo que tanto emplea mi amadísimo Michael Bay, pero a él le funciona porque todas sus películas, sin excepción, son chorradas descomunales con mucho orgullo). En fin, que Indy, Marion y Mutt están prisioneros en un camión donde llega la hora de las revelaciones asombrosas: Marion es madre, Indy es padre, Mutt es hijo y Oxley es Espíritu Santo. Esta última es coña, pero no me extrañaría para una quinta parte.

Prisioneros, la acción es llevada eficazmente por diálogos envidiables que son, más o menos, así:
INDY: Marion, ¿por qué no me habías dicho que Mutt es mi hijo?
MARION: Pues vaya si tuviera que contarte todas las cosas que me pasan cada día.
INDY: Sin embargo me has contado tres veces lo de la chocolatina.
MUTT: ¿Encontraste una chocolatina?
MARION: Oh, sí, hijo mío. Acercate y te contaré toda la historia

”¿Qué has querido decir con eso de “Mujer al volante, peligro constante”?”

Entonces, astutos conspiradores, el diabólico plan de Indy para acabar con el comunismo consiste en “cuanto más, mejor” y la reunión que Lucas y Stevie tuvieron al respecto, transcurrió tal que así: Stevie recordó la divertida escena de acción del tanque en la tercera parte o la adrenalítica persecución de camiones de la primera. Lucas pensó que esta película podía tener una escena similar. Stevie propuso una persecución por la selva. Lucas propuso una pelea con espadas. Stevie propuso una persecución por los arboles. Lucas habló de hormigas asesinas. Stevie pensó en cataratas. En aquel momento, David Koepp soltó un “¿Por qué no lo juntamos todo?”.

Así pues, esta nada brillante persecución es un caos total, en la que ahora Mac es bueno (no se fíen de él, esta es una película con muchos giros), Mutt pelea contra Iris con espadas, Mutt se engancha en una rama, Mutt se hace amigo de un mono, el mono llama a otros monos para que ayuden a Mutt a desplazarse por las lianas y alcanzar a sus compañeros, Mutt salta sobre el coche, los monos saltan con Mutt y atacan a los comunistas, Iris tira a un mono por el precipicio, Stevie emplea diez segundos en visualizar como el mono se agarra a una liana y sobrevive, el publico respira aliviado porque (aunque Schindler no pudo salvar a tantos judíos como quería) el mono no ha muerto. Tan ocupados están con estas cosas, que nadie se para a pensar donde cojones se ha metido Marion, ni reparan en el nido de hormigas peruanas gigantes carnívoras que salen libres y empiezan a comerse al personal, con el mismo sonidos, los mismos gritos y peor acabado que los escarabajos de La momia.

La pelea continua, ahora rodeados por diabólicas hormigas que se comerán al estreñido, sin darle tiempo a tener una linea de diálogo decente. Nuevamente, el humor, cuando las hormigas intentan robar el sombrero de Indy, de la misma forma que Lucas robó su dignidad. Pero el arqueólogo reacciona rápidamente y lo recupera. Ya que ha perdido el carisma, los compañeros y, básicamente, todo lo que hacía maravillosas sus aventuras; pues que al menos pueda conservar el puto gorro. Entonces que llegan a un río el héroe, la chica (que no ha dejado se sonreír como una borracha los últimos 30 minutos), el hijo, el gilipollas y el traidor que no es traidor pero luego resulta que sí. Y la profecía, que sabe Dios de dónde se la han sacado, dice que deben caer tres veces… Y están en un río… Eso significa… ¡Cataratas! En un giro de realismo sorprendente, el grupo sobrevive intacto a cincuenta y nueve caídas por las cataratas del Niágara. Maravilloso.

Nuestro compañeros entran entonces a una cueva que hay por ahí, cuando la cámara enfoca un transmisor misterioso. Cielos, hay un traidor en el grupo que está desvelando su situación a los rojos. ¿Quién será? ¿Será el heroico protagonista? ¿Será el tipo que era un traidor que luego no era traidor pero luego resulta que quizás sí? ¡No! ¡Imposible! ¡Debe ser el hijo o el loco!

¡Cuidado, Indy! ¡Un zombi!

Total, que el grupo de descubridores se adentra en las profundidades de la caverna, para salir luego a un campo la mar de luminoso, donde son atacados por diabólicos indígenas que lanzan piedras que hacen mucha pupa. Como son los únicos de toda la saga con armas no mortíferas, también serán los únicos que tengan buena puntería. Tras enseñarles la calavera de cristal, gritarán todos “Dios santo, un objeto de coleccionista” y saldrán corriendo al Salón del Manga para comprarse una igual. Indy y sus dicharacheros tertulianos descubrirán, nuevamente, otro enrevesado acertijo que consiste en romper rocas para que empiece a caer arena, que cuatro torres se junten y, porque sí, que el suelo se abra y de paso a unas escaleras que empiezan a esconderse; y eso lo diseñó hace miles de años un tipo sin el título en ingeniería, ¡tomen esa, arquitectos contemporáneos! Bueno, tampoco seamos puntillosos que la escena de las escaleras es la única que tiene un poco de tensión en toda la película.

Nuestros compañeros llegan a la entrada al sitio donde hay que depositar la calavera, cuando se encuentran con más restos de antiguos exploradores. Esta vez, su muerte fue tal que así: “Por fin, llegamos al templo de la calavera sagrada. Podremos devolverla a su lugar original y completar la profecía” “Pero, señor, el tipo que mandamos a buscar la calavera aun no ha llegado” “Nah, esperaremos aquí sentados un rato, no creo que él haya llegado sin saberlo hasta una cueva donde está la calavera y haya decidido quedarse a morir allí en lugar de buscarla” “Cierto. Nos quedamos un par de horas aquí sentados y a ver si llega” “Hecho”. 500 años después, Indy y sus compañeros completan la profecía con un “Sus jodéis, vosotros perdisteis la vida en el intento, nosotros sólo hacemos perder el tiempo al espectador”.

En estas que llegan al lugar que los alienígenas construyeron en la tierra. Un decorado de cartón piedra que sólo puede abrirse con la calavera de cristal. Si un alien quiere entrar, solamente tiene que abrirse la cabeza, extraerse el cráneo y podrá pasar sin problema.

-¡Cielos! ¡Son los siete alienitos! ¿Y estos no cantan canciones camino de la mina o qué?
-Mutt, hijo, callate o te suelto mi primer guantazo de padre.

Lo que aguarda a la entrada es a la par terrorífico y estúpido: doce extraterrestres situados en un circulo perfecto, una moderna mutación de 12 hombres sin piedad y la leyenda del Rey Arturo. Total, que en estas que van a devolver el cráneo al único alien descabezado de la sala, cuando Mac, el tipo que resulta que no era un traidor, es un traidor. Si alguna vez hacen un guión, no confundan ambigüedad con gilipollez. Iris se hace con la calavera, la acerca al esqueleto descabezado y esta es atraída magnéticamente (¡Dios santo! ¡Los imanes son tecnología extraterrestre!). El esqueleto alienigena, ahora completo, se yergue en su asiento, como si de un momento a otro fuera a soltarnos un “Hermanos, estamos aquí reunidos…”

Entonces los doce alienígenas se unen en uno, el techo sale volando y todo empieza a levitar; momento ideal que escoge Mutt para preguntar “¿Qué son? ¿Extraterrestres?”. No, hijo, son efectos digitales. Oxley sale en ese momento de su estado de subnormalidad profunda para responder con la mejor frase de la puta saga entera “No. Son seres interdimensionales”. El espectador se deja caer en su respaldo con un suspiro de alivio mientras se dice a si mismo “Ah, bueno. Pensaba que eran alienígenas. Si son seres interdimensionales, la cosa cambia”.

“No me toques los cojones que voy mu loco”

Las cosas siguen levitando, cuando Indy y sus alocados compañeros aprovechan, en la única decisión sabia de toda la película, para salir por patas de ese puto batiburrillo alien. Iris, mientras, se queda allí, pidiendo información a los bichejos galácticos. Pero ellos jamás compartirán sus conocimientos y, si lo hacen, no dejarán con vida a quien sea que conoce esa información. Es lo que tiene la burocracia. Así, mientras los buenos capitalistas huyen, Mac, el diabólico traidor comunista se dedica a saquear un tesoro que había por ahí. Indy llega y le dice que deje de joder la marrana, que el sitio va a estallar y su codicia será su perdición. “¿No viste La Momia de Sommers? ¡Benny moría por su codicia, Mac! ¡No dejes que te suceda igual!” Pero Mac está demasiado ocupando copiando a Benny y muere absorbido por el huracán alienígena.

Iris, por su lado, sigue obteniendo más y más información. “Y en el 2010 se producirá un apagón analógico que dará pasa a la Televisión Digital Terrestre”. Este último dato resulta tan sorpresivo que la cabeza de la malvada comunista estalla de forma light e inocente para no traumatizar a los jóvenes de 13 años que follan, consumen drogas y se meten en peleas callejeras.

“¡Aaaargh! ¡Nunca debí hacerme la operación para quitarme las gafas!”

El grupo de los buenos, padre, hijo, madre y Oxley; salen por patas cuando la nave se va a su espacio, que recordemos que no es un espacio alienigena sino interdimensional; mientras Oxley, ya salido de su locura, sigue gritando “¡Interdimensionalidad!”. Joder, este tipo es tonto. Ahora, librada ya la amenaza comunista y siendo testigos de fenómenos extraterrestres que contarán a todo el mundo (lo que les hará ser encarcelados en psiquiátricos y nos dará Indiana Jones y el manicomio de la mano perdida), Harrison aprovecha para hablar maravillas del tesoro del conocimiento, sentarse en ese lugar inhóspito de la selva sudamericana y esperar a una elipsis que les lleve de vuelta a casa donde le espera la boda de su vida.

“Anda que no nos lo hemos pasado cañón ni nada”

Indy no sólo ha sido readmitido en la universidad, sino que ha ascendido y su amigo Charlie ha sido contratado de nuevo. Ahora, con todo arreglado, por fin pueden casarse y ser felices y dejar el testigo de sus aventuras a futuros jóvenes llenos de vitalidad y energía cuando, de pronto, una corriente de aire tira el sombrero de Indy a los pies de Mutt y Lucas aparece en pantalla y nos guiña el ojo a nosotros, avezados espectadores capaces de captar hasta la más sutil de las referencias.

“Cabrones. ¿Que no os esperáis a que salga de plano para meter los créditos o qué?”

Y el final más épico posible para la saga no es Indiana Jones cabalgando hacia el horizonte, sino Mutt en medio de una iglesia vacía, con cara de “Joder, que me he dejado el gas abierto”.

[¡Mañana, como os digo, los Detectives Internet! Sí, como Bob, queréis mandar un artículo, una amenaza, unas buenas ciber-hostias o lo que queráis, elblogderandy@gmail.com está a vuestro servicio]