«Física o química»: Realidad real en las aulas reales llenas de realidad

No se puede hacer una serie de televisión sobre adolescentes en un instituto si eres un viejuno con panza, puro y sombrero de copa. Vamos, eso debería estar registrado en el manual básico de derechos humanos. Y es que se supone que cada cual escribe sobre lo que sabe (o sobre lo que le dejan). Es absurdo tratar “la realidad de las aulas” cuando lo más parecido a un aula que has pisado en cuarenta años es el plató de ¿Sabes más que un niñato de primaria?, y aun con miedo por si acaso se te pegaba algo de inocencia infantil. Estoy presuponiendo, pero es que me da que los que han escrito barbaridades como Compañeros, Al salir de clase (que aun tenían un pase) o esta Física o química no eran precisamente guionistas que acababan de salir de la universidad, no, sino más bien plumillas cansados de su trabajo que harían lo que fuera por llevarse un mendrugo de pan a la boca. Máxime si entre pan y pan hay dos mil y pico euros, vaya. Que por ese dinero si hace falta yo hago una serie sobre “la realidad de las residencias de ancianos”. Con drogas, abortos, menstruaciones sorpresa y muertes a go-go, que la situación lo pide a gritos. ¡Abuelos asesinos! ¡Viagra robado de la despensa! ¡Misterio en el asilo Descanso Eterno! En fin, a lo que íbamos. Que a ver en qué quedamos, señores de las series de televisión. Vale que no hayan pisado un instituto actual jamás, pero tampoco cuesta tanto ponerse de acuerdo: ¿El paso por el instituto es un camino cachondo, divertido y lleno de sexo casi explícito con cientos de mujeres o, por el contrario, es un infierno lleno de clichés, personajes que se odian, muertes y abortos secretos? Es que demonios, uno empieza a pensar que su instituto debía ser un lugar raro donde no moría gente cada dos por tres ni los profesores sufrían y lloraban por las esquinas. A cambio, tampoco se practicaban las artes amatorias (que yo sepa). Tsk. El caso es que en medio de esta vorágine estudiantil, Antena 3 ha decidido apostar por una serie fuerte. Donde ahora las cadenas empiezan a gastarse dinero en producir nuevos guiones realizados con cámara de cine y sonido 5.1 que te rilas, los chicos de la tercera han cogido el MiniDV del tío Raulito, un micro de corbata pegado a una escoba, una pandilla de amiguetes que rodaron un corto amateur en el pueblo el verano pasado, y se han puesto a rodar la que es, desde ya, la serie española peor producida, rodada y guionizada en años. Y no me digan “eso es porque no has visto…”, porque no. Me niego a creer que puede haber algo peor que Física o química. Que anda que se mataron con el título también.

Todo empieza con dos amigos cogidos por el hombro. Obviamente es de noche y son jóvenes, luego están ambos al borde del colapso etílico. Estos jóvenes nunca planean nada bueno, malditos sean, Matías Prats nunca miente. Total, que uno de ellos se desmaya y entra en coma profundo. Emoción emocionante. Su amigo se queda en la esquina de la acera, pensativo, como si nunca se le hubiera medio muerto un amiguete en las manos. De fondo, una melodía neutra, ni alegre ni triste, acompaña la imagen. Uno se pregunta por qué no ponen música de violines en Do menor para ilustrar la pérdida del chaval, y nada más empezar la serie en sí adquiere una conclusión: la banda sonora de Física o química está compuesta por DOS malditas canciones que se repiten una y otra y otra y otra vez hasta que consiguen hacernos un gigantesco agujero en nuestro cerebro (supongo que con la intención de lobotomizarnos y conseguir que aguantemos la serie completa, porque debe de ser la única manera). Aparte de la canción neutra, usada tanto para subrayar chistes como para acentuar momentos dramáticos (y, obviamente, lo único que consigue es dar pena), nos encontramos con, atención, una batería que apenas dura cinco segundos. Sí, amigos. Una batería. Tu tu chs, tu tu chs. Ya está. Ese es el otro tema musical que suena unas treinta veces en apenas sesenta minutos. No puedo esperar a que salga el CD recopilatorio con sus dos tracks, muy monos ellos: “Música neutra” y “Tu tu chs”. Exitazo automático, coleguillas.

John Williams componiendo la BSO de Física o química.

 

Y a partir del primer minuto de episodio, después de su cutre opening, empieza el lío. Llegan un montón de tipos que no se conocen entre sí a dar clase al instituto. Pues que bien, direis vosotros. La cosa es que ninguno de ellos ha estudiado magisterio ni de lejos. Es más, hay alguno que tuvo que dejar los estudios en primaria. O sea, ¿de qué demonios me están hablando? ¿Con la sobredosis de profesores en el paro que hay, tienen que coger a los cuatro primeros pringados sin estudios que pasan por la calle Mayor y que dicen que les hace ilu ser maestros? Joder, con cuidado. Que Aznar también quería ser maestro. Por supuesto, entre los profesores nos encontramos con la flor y nata de la enseñanza. Ya sabeis, lo que a todos nos ha pasado alguna vez en el instituto: La profesora que se lía con su alumno sin saber que es su alumno (¡Oh! ¡Anatomía de Grey juraría que ya lo hizo! Nah, seguro que veo visiones), la profesora que sufre bullying (“Me han llamado patética…¡¡patética!!”. Sobrecogedor), la jefa de estudios fría y segura de sí misma interpretada por, oh sorpresa, Nuria González (ya sabeis, la eterna presentadora de El rival más débil que jamás saldrá de su papel), el profesor de gimnasia que en el fondo es un filósofo digno de la época de Séneca y Platón…Vamos, todo un show sacado del libro “Haga personajes poco creíbles, ¡yo le explico como!”, de Ana Obregón.

Entre los alumnos, tres cuartas de lo mismo: La ecologista radical fan de las ONG, interpretada por una surrealista Angy (que, para quien no tenga ni idea, como yo, es una bicha que debió salir en Factor X o algo así) y que debe tener un problema médico que le impide no gesticular de tal manera que haría bajar la cabeza de vergüenza a Jim Carrey, el chino superinteligente y de buen corazón maltratado por el nazi malote (que, por cierto, no tiene ni media hostia, pero bueno), el hermano mayor triunfador que deja nublado a su hermano menos pringado (pero que ha salido con la Angy ésta)…En fin, para qué seguir. Todo lo que dicen los periódicos que somos los jóvenes, condensados en una clase de primates con más interés por mirar la pared que por dar clase. Mira, ahí sí que han retratado bien “la realidad de las aulas”. Uy. La realidad.

¡Miren, padres! ¡La realidad de las aulas!

La realidad de las aulas según Física o química se divide en cinco puntos básicos:
1) Todos los adolescentes que visten de negro son malos y practican bullying a pobrecitos chinos superinteligentes y sensibles (sabemos que son sensibles porque dibujan en un bloc, vaya. Que tambien Starsky lo hace y no significa que sea particularmente sensible, por mucho que le sirva para ligar en el metro). Realidad real. Vamos, en mi instituto cogíamos a los chinos sensibles zen creative y les metíamos cuatro navajazos cada vez que hablaban con una española mientras entonamos un discursito sacado de la película más putrefacta del videoclub. Que si en España no pintais nada, que si chino de mierda, que si te lo mereces por haber inventado el Tamagotchi. Pumba, pumba. Así aprenderá.
2) Las profesoras guays son guays porque se zumban a los alumnos. Y después repiten. Por supuesto, después de la noche de polveteo (y de enseñar culo, que nunca falla en una serie española, desde Cuenta atrás hasta El internado) no falta “la escena del pasillo”. Sí, hombre. Esa de “Tú y yo somos maestra y alumno y aquí no ha pasado nada”. Todo un clásico que los guionistas españoles llevan copiando linea por linea desde un manuscrito secreto de 1953, según las leyendas.
3) Cuando un adolescente ha intentado suicidarse, los psicólogos no le hacen un seguimiento. Es más, dejan que suban a la terraza de su casa tranquilamente para ver si les da por tirarse de un octavo y así poder analizar su comportamiento. Porque vamos, otra explicación no encuentro a que el personaje que llora al principio de la serie termine tirándose del balcón sin que nadie le haya dado ningún tipo de importancia a que se atiborrara de pastillas. Eso sí, después su coleguita del alma lee un trabajo que le ha dedicado y todos lloran mucho. En el fondo él sí que molaba, tío. Casi me acuerdo de su nombre y todo. Sgrnif. El sábado lo olvido con jarabe de litrona. To flama, nen.
4) En la realidad real de las aulas, hay alumnos que hacen caso de las interminables clases del profesor de arte y deducen, ellos solitos, que, para luchar contra la globalización, hay que robar todas las zapatillas de deporte de la clase, pintarlas de verde y colgarlas de un hilo, grabarlo en video y mostrarlo ante toda la clase. Y lo peor es que el profesor tiene la culpa en vez del gilipollismo de la Oenegé esta. Por supuesto, los alumnos comprenderán que se trata de un acto lleno de bondad, aunque exigirán los 150 euros que les han costado las putas zapatillitas (¡¿150?! Si yo digo que me costaron 40 en un mercadillo me castran, vaya). Qué hermoso es este colegio.
5) Todos los alumnos de dieciseis años sólo piensan en dos cosas: Botellón y sexo. Y no se molestan en ocultarlo ni nada. ¿Preocuparse por el futuro? ¡Jamás! ¿Jugar a las consolas? ¡Ande vas, puto friki! ¿Hacer algo que no sea tomar alcohol y follar como cosacos? ¡¡Nunca!! ¡¡Esta es una serie para jóvenes y los jóvenes sólo beben y follan, como dicen los periódicos y los telediarios de Antena 3!! Si alguna vez sale alguno diciendo lo contrario, es de recibo que le metan hasta en el carnet de identidad, le rieguen con kalimotxo guarro y le tiren una cerilla encima. Así aprenderá la realidad de las aulas. Realidad real.

¿Es su hijo un psicópata suicida maltratador follador chino sensible? ¡Llámenos!

Total, que Física o química ha quemado casi todos sus cartuchos en el primer episodio: Coma etílico, dos muertes (una de ellas un suicidio), maltrato racial, bullying, maltrato a los profes, alumnos tirándose a profes, profes ligando con profes, profes sin graduado escolar. Ya veis, todo como muy poco repetitivo, muy real, muy educativo, nada que no suela ocurrir en los primeros dos días de cualquier clase normal y corriente. Acompañado, claro está, por una dirección inútil capaz de cortar las cabezas por la mitad en el encuadre y por unos actores que le ponen la misma emoción que le darían a la hora de leer la lista de la compra. A esto sumadle unas gotas de adolescentes sacados de Documentos TV, una Angy que vale tanto como su disco (Si el destino te alejó de mi/Te buscaré/Te encontraré/Lo sé, lo sé. Pura lírica) y un avance del siguiente episodio que resume en menos de un minuto la hora y pico de coñazo que será.

Así que ya sabeis, gente. Olvidaos del compadreo y del buen rollo en clase. Olvidaos de esas veces que habláis de cine o de libros en vez de lo último que os metisteis para estar cool. Olvidaos de estar callados en clase atendiendo al profesor pasandoos notitas como máximo atrevimiento. Porque ha llegado Física o química, griego o latín, estudias o trabajas, en tu casa o en la mía, basura o bazofia. Y el mundo no volverá a ser igual. Al fin os han pillado, al fin saben como sois.

Bienvenidos a la realidad de las aulas según señores con panza y puro.

Mañana, noticias y tetash. Y no serán de señores con sombrero de copa, lo prometo.