Las series del club Megatrix,parte 1

¿Alguien se acuerda de 1995? Sí, hombre. Salsa rosa no había empezado todavía y los programas infantiles todavía existían. El Club Disney a la cabeza, con mi queridísima Elena Jiménez (*suspiro*), David Carrillo, que lloraba cuando vio a las Spice Girls, Vanessa Martin (Todos contra el chef) y Jordi Cruz, ser al que hemos terminado todos por odiar debido a sus pretenciosas y pésimas presentaciones en el Art attack de Disney channel. Pinnic, programa new age presentado por unos seres llamados Tirant, BumBum, Fanzina y Cualquiercosa y que mandaba a casa de los niños que lo pedían un par de pins rancios y postales promocionales del programa (aun las tengo por casa). Programa mas o menos multiplicado o dividido, en Canal +, donde emitían la animación que a todos nos gustaría diez años después: Daría (mi gran amor catódico), Rocky y Bullwinkle, y muchas otras cosas para los futuros seriéfilos en que nos convertiríamos. Con mucha marcha, con una Leticia Sabater más hostiable que nunca (polvo en la playa incluído). Y el Club Megatrix.

Elena Jiménez, si estás leyendo ésto, cásate conmigo

Durante el curso, el Club Megatrix no existía para la mayoría de nosotros, preadolescentes que nos teníamos que conformar con ver los primeros cinco minutos de Dragon ball (desde ya, ni Bola de drac, ni Dragoi bola, ni Bola de dragón. Neutro y tan contentos) antes de irnos al instituto. Pero en verano la cosa cambiaba. Los presentadores se marchaban y empezaba el grandioso Club Megatrix Verano, con seis horas de dibujos animados intercalados con presentadores anunciando coches, golosinas o la película de moda. Es más, durante un tiempo uno dudaba dónde terminaban los anuncios y empezaba el programa en sí. Si no fuera por su absurda y horrible sintonía (Club megatrix, oh oh, oh oh, prodigiosa letra con reminiscencias becquerianas) sería imposible darse cuenta.

En verano, los presentadores, sacados de una empresa de modelos y gigolós por horas, y entre anuncio de Securitas direct y Pirulo, el helado más chulo, se dedicaban a jugar con los niños al “Trax trex trix, Megatrix”, una especie de juego de la oca pero en largo, aburrido, infantil y tedioso. Como si al programa original le quitaras al Flequi, las chicas en bikini y la jaula y en su lugar pusieras monedas dentro de nata y Mickey Mouse pegando patadas por detrás. Los niños queríamos ver dibujos animados, no niñatos ganando una playstation que nosotros no teníamos (de tenerla, no veríamos el Club Megatrix, claro). Y a rato, entre anuncio encubierto y anuncio encubierto, se emitían series de televisión, presentadas con una sonrisa falsa y un “Desde Marina D’or ciudad de vacaciones, vamos a ver ésta serie”. Ni siquiera sabían cual era (mas que nada porque el programa de grababa en marzo), pero nosotros sí. Cada verano las mismas, con su sabor añejo, como comerse un polvorón del año pasado en pleno verano.

¡Que empiece la discusión! ¿Quien de ellos hace ahora porno?

Punky Brewster: Cada verano, una intrigante melodía se pegaba a nuestras cabezas y no se podía ir. Peor que Camilo Sesto, peor que La barbacoa, que King Africa. Maybe the world is blind, or just a little unkind…. ¡Maldición! Otro verano más nos íbamos a tragar de nuevo los 88 episodios de Punky Brewster, la serie en la que una niña hippy aspirante a futura drogadicta, abandonada en la calle a los siete años, y su hostiable perro se hacen amigos de un tópico andante, Henry, un estereotipo racial, Cherie, un plagio, Margoux (el mejor personaje de calle), y un niñato del que nadie se acuerda del nombre y que tiene todas las papeletas para estar haciendo porno gay ahora mismo. Los episodios, todos un calco del anterior: Punky hace algo mal debido a su gran imaginación o sus ansias de crecer, Henry se enfada pero luego la perdona. Se abrazan. La gente aplaude. Viva. Bravo. Algarabía general. A destacar el puto episodio en el que Cherie acababa metida dentro de una nevera, que creo que se emitía veinte veces cada verano para torturarnos, y la horrenda y larguísima saga de cinco episodios que se nos hacían veinticinco en nuestra cabeza “Cambios”, en la que Henry terminaba siendo el tutor legal de Punky, y que llegaron a emitir salteada. Total, tampoco nos importaba lo más mínimo. Así se nos hacía más larga incluso.

Vista ahora, Punky Brewster resulta más entrañable por esos recuerdos a desayuno con bizcocho de la abuela y Cola cao que por la serie en sí, ñoña y altamente cancerígena para la generación GTA. Un puñado de personajes siempre sonrientes, que siempre aprendían la lección (mención especial al episodio antidrogas, en que Punky tenía frases vergonzantes del estilo a “Oh dios mío, no debo aceptar regalos de desconocidos [guiño al público], gracias por enseñármelo, Henry”) y que contaban con momentos emotivos para los cuales cesaban las risas de fondo, que pasaban a convertirse en emocionados, sinceros y pregrabados “oooooh”es.  Lo mejor es verla y darse cuenta de que, en el fondo, todos los actores hacían lo posible por comerle espacio a sus compañeros. Especialmente al perro, Brandon, que a todos nos parecía genial por el simple hecho de ser un perro y aparentar más inteligencia que el resto del cast. Punky Brewster y su secuela animada -especialmente ésta, en la que Punky tenía como amigo a un gnomo- forman aun parte de las pesadillas de toda una generación. Ya, lo sé. Se te ha pegado, pero intenta deja de tararear la cancioncilla y vamos a otra serie.

¡Ande vas, ladrón, que me has robao el corazón!

Spider-man: Una de las pocas series que emitían que molaba. Pero molaba mucho, vaya. De hecho, resulta a la vista de cualquiera infinitamente mejor que las películas de Raimi, que los cómics de los 90 y que cualquier serie posterior del Trepamuros. La serie iba a enlazar con la película de Spiderman que en 1994 iba a rodar James Cameron, pero al final no se hizo y, por tanto, al inicio no sabemos cómo Spidey logra sus poderes. Lo malo de no tener un inicio claro (empezaba con una pelea con El lagarto) ni un final (acababa las tramas malamente, creyendo en vano que iban a tener una sexta temporada con Spidey viajando en el tiempo), es que todos tenemos la sensación de no haberla visto entera. A eso se le suma que Antena 3 emitía a veces la parte III de un episodio y después la XIV (sí, hasta catorce partes de un mismo episodio: La diferencia con Punky es que aquí pasan cosas), con lo que a nadie le quedaba claro contra qué demonios luchaba Spiderman ni por qué.

Pero aun así, molaba, sobre todo porque estaba basada casi fielmente en los cómics. La canción del inicio, una canción oscura y siniestra merecedora de ser versioneada por Marilyn Manson, en la que se entendía algo así como “Espaidirmian Espaidirmian guackiricouki espaidirmian” es, para toda una generación, más importante que el famoso tema de los 60. Y los argumentos, los villanos… que maravilla. A ésto se le llama una producción de calidad, no como la bazofia que la MTV hizo años después.

Stan Lee presenta: Spiderman en pijama

Spiderman unlimited: Después de repetir veinte veces la serie de 1994, un año Antena 3 nos la quiso dar con queso, emitiendo Spiderman unlimited, una serie realizada en 1999 por los mismos que hicieron la original pero con el sentido y la profundidad argumental de una ameba. Siendo generosos. Para que os hagais una idea, es como si de pronto el Monteys decide hacer Tato unlimited y le lleva a visitar otros mundos de la mano de Genaro y Baldomero, luchando contra la Antiparejita y sin introducir el humor para nada. Spiderman unlimited era éso. El arácnido viaja a la Contratierra, que es un nombre así como muy guay, en busca del hijo de J.Jonah Jameson, que se ha perdido entre dimensiones a lo Joe Chip, y allí descubre que los humanos están sometidos por los antihombres (otro nombre muy guay). Spiderman luchará contra el Alto Evolucionador y sus Antihombres para hacer otro mundo mejor y sin historias Marvel. Ojalá.

Lo de ésta serie es de traca: Un futuro apocalíptico, un traje nuevo para Spiderman robotizado y volador (anticipándose a la Civil war) y apariciones del Capi América y de Punisher, que se aburrían y les apetecía salir. Al contrario que MJ, J.Jonah y Tía May, que, al fin y al cabo, no son tan importantes como el Alto Evolucionador, ése gran villano al nivel del Mago del Tiempo. Animación 2D descafeinada y aburrida. Guiones de niño de preescolar. Total. Cancelada al de trece episodios, más o menos las veces que el Club Megatrix la ha echado. Un excelente laxante para las mañanas de verano.

Una de ellas hizo Showgirls. Busquen cual y ríanse de ella.

Salvados por la campana: Igual que de pequeños todos nos sentíamos Mike Seaver en Los problemas crecen, al llegar a la adolescencia todos teníamos dos opciones: Sentirnos Parker Lewis o Zack Morris. Personalmente siempre fui más de la descarada alucinación que era Parker Lewis nunca pierde, pero hay que reconocerle a Salvados por la campana que aguantó cuatro temporadas sin problemas de guión (si alguien vio la tercera temporada de Parker Lewis y sus ojos no se derritieron, tiene mi enhorabuena). Una serie entretenidísima, de rebeldía escolar y chicos populares en la pandilla divirtiéndose junto a patéticos muchachuelos (Screech, el Luigi de Salvados por la campana). Viva la diversidad, lorelei lorelei.

Aunque de los seis protagonistas sólo dos destilaban carisma y ninguna de las chicas tenía más personalidad que un florero, la serie aguantaba hasta que se graduaron. Bonito último episodio, con todos despidiéndose. Cada uno se iba a una universidad distinta, Zack y Kelly rompían para siempre…hasta que al año siguiente sorprendieron con Salvados por la campana: The college years. O sea, las aventuras de Zack, Kelly y Screech en la universidad de California en la que habían acabado juntos sin razón aparente. Después de una catastrófica temporada, la cosa se acabó con la película Boda en las Vegas, donde Zack y Kelly se casaban en un film que exigía la muerte de todos los actores. Después, Zack entró a una secta, Screech ahora hace porno y las carreras del resto están hundidas. Nos podemos dar por satisfechos. Queda para el recuerdo su mítica canción de inicio (Well, I wake up in the morning…) y alguna referencia nerd de Screech. Vista ahora, es la típica comedieta que no aburre. Que se conformen con éso. Podría ser peor. Podría ser…

“¡¡Matadnos, por favor!!”

Salvados por la campana: La nueva clase: Igual que nos la quisieron colar con Spiderman unlimited, nos la quisieron colar con La nueva clase, serie que injuriaba -ejem- el nombre Salvados por la campana. Screech y Belding seguían ahí como intentando decir “¡¡Eh!! ¡¡Estamos vivos!!”. Sólo Belding duró las siete temporadas. El cast fue cambiando según el productor se tiraba a unos o a otros aspirantes a actores, los guionistas eran dos monos atados a una banqueta tecleando al azar, y así salió ésto. Si alguien aguantó más allá de la tercera temporada, por favor, que me la cuente. Personalmente aguanté sólo hasta el episodio en que volvían a salir Zack y compañía, diciendo auténticas estupideces en un intento cutre de hacer ver que éso es lo que era.

Pero igual que tu novia zombie no es tu novia, La nueva clase no era Salvados por la campana. No se mereció ni TV movie final. Tramas recicladas (algunas tres veces) de la serie original, mucho buen rollito y sonrisas falsas, cero de carisma. Megatrix la ha echado ya cuatro o cinco veces, para escarnio de sus programadores. Habría que enterrarla bajo el mar, cubrirla de cemento, mandarla al espacio exterior junto con la peli porno de Screech. Si algún programador decide emitirla de nuevo, juro que iré a su casa a darle martillazos en la cabeza hasta que entre en razón.

Para la semana que viene, aun nos quedan cosas que contar. Empezando por Pesadillas y acabando con Oliver y Benji. Casi nada.

 

Elenita, va en serio. Cásate conmigo.