Peleas inolvidables: Muhammad Alí contra Superman (y 2)

El lunes pasado dejamos a un Superman sin poderes pegándose de toñas con Muhammad Alí en un combate de boxeo para elegir al más fuerte, que luchará contra un extraterrestre con músculos. Esto demuestra, supongo, que los cómics DC sí que son realistas, no como esa patraña de Marvel. Ah, y que el artículo de la semana pasada podía ser tristemente resumido en una linea sin perdernos absolutamente nada del argumento.

La pelea continúa, y el público ya corea un sadista “¡Cae! ¡Cae! ¡Cae!” en contra de Superman. En serio, es el superhéroe que os ha salvado el pellejo más de mil millones de veces: ¿No podríais, por lo menos, mostrarle un poquito de gratitud, panda de desagradecidos? ¿Qué hicisteis cuando se murió? ¿Montasteis una chirigota y os echasteis unas risas a su costa? Cabrones. Jimmy Olsen, mientras, se dedica a meter más leña al fuego (“¡Ya no es una pelea, es una masacre! ¡Un asesinato! ¡La cara de Superman es una mancha roja y no puede abrir los ojos!”) justo antes de que Superman caiga al suelo con un sonoro “Vuup” (que, por cierto, debe ser la onomatopeya peor usada de la historia). Y así, el hombre del mañana tuvo una de sus viñetas más recordadas. Y absurdas.

Porque fíjate que le han dejado la cara hecha un cráter, pero su peinado perfecto no lo pierde ni a la de tres. Mención especial a la publicidad descarada de los guantes Everlast, que debieron incrementar sus beneficios en un 0’001% tras su aparición en esta fabulosa obra. Centrándonos en la imagen, y a pesar de lo dramática que resulta, es imposible olvidar que se trata de Superman, el hombre invencible, vencido en un combate de boxeo por Alí. Por dios, ¿y este es el hombre sobre el que descansa el futuro de la humanidad? Si acaba así por un par de golpetazos, ¿ qué hará cuando le amenacen con un cortauñas? Yo, por si las moscas, me construiría un refugio antinuclear. Solo por si acaso.

El emperador scrubo va a ver al perdedor del combate, y allí descubren que está a punto de morir a no ser que baje a la Tierra. No os preocupéis, algo me dice que Superman no morirá. Llamadlo intuición masculina, si queréis (o que ya he leído el final, vaya, a vuestra elección). ¡Pero las despedidas son de necios! Así, tras un par de páginas del rollo “Oh, qué valiente es Superman, todos los extraterrestres ultra-malvados le recordarán por su valentía” empieza el segundo combate, que ya iba siendo hora. Tras una ceremonia en la que el bicho maloso se pesa (¿para qué? ¿cuál es la razón? ¿Pretendían acabar el cómic con un “Oh, perdón, el bicho maloso es peso pluma y Alí es peso gallo. Pues nada, os dejamos en paz y hasta otra”?), Jimmy Olsen intenta meter emoción al tema. Anda pesadito el muchacho. Que si todo el mundo está mirando la tele (incluídos unos hilarantes extraterrestres cabezones y con ojos de gelatina), que si Alí pierde la Tierra será destruida, etcétera. Ya sabéis, las típicas tonterías del boxeo. Y, de pronto, una mujer vestida de amarillo baja sobre el ring. Joder, este cómic es un no parar. Y más cuando nos enteramos quién es y qué demonios hace ahí.

Si hemos aguantado que Superman cayera vencido por Muhammad Alí, que unos scrubos amenazaran a la tierra si un boxeador no peleaba contra uno de ellos y que hay extraterrestres con cabeza de gallina, ¿por qué no íbamos a creernos que Palas Atenea iba a venir a arbitrar el combate? Ya puestos a decir estupideces, cuantas más mejor. Entre que no tendría nada mejor que hacer en el Olimpo, la televisión será muy mala y probablemente allí no llegue el Facebook, es normal que baje a arbitrar este combate, por idiota que suene. A destacar el pobre robotito y su “¡Clic! ¡Clic! ¡Snif!”, que da más penita que la propia destrucción de la humanidad. Jo, pobre robotito, reemplazado por una diosa. No hay derecho. Seguro que él tenía mejor currículum y más experiencia en combates de boxeo. En fin, el emperador scrubo, de pronto y sin venir a cuento de nada, vuelve a amenazar a Alí con la destrucción de la Tierra (bueh, qué poca originalidad) a no ser que prediga lo que va a ocurrir en el combate. Y ya que lo dice, Alí, con toda la chulería del mundo, contesta que en cuatro rounds el bicho maloso va a criar malvas. Que mira que se puede decir de muchas maneras (“Pues creo que ganaré”, “Nunca se sabe, je, je”, “Solo deseo suerte a ambos”) pero solo Alí soltaría una burrada como “¡Todos van a decir que Muhammad Alí es el más grande del tiempo y del espacio!”. Hala, exagerado. No creo que nadie diga todo eso en una conversación normal, la verdad (“Eh, ¿viste en la tele el otro día a Alí?”-“Sí, es el más grande del tiempo y del espacio”-“Eres raro, Mike. Siempre lo fuiste”). Pena de gente que no se conforma con un “Es el mejor”, oye. De hecho, sintiéndolo mucho por Alí, dudo que después de poner esta cara nadie diga algo bueno de él. Y no me extraña.

Que sí, hombre, que lo vas a destruir. A sustos como vuelvas a doblar la mandíbula de esa manera, coño. Y sobre el labio de arriba, prefiero no hablar, que me da más repelús que los bigotes frondosos. Mientras Alí se chulea injustificadamente, su co-entrenador Bundini Brown (lo he tenido que mirar en Wikipedia, lo reconozco) corre hacia la nave zurrando a todos los scrubos que pilla por el camino. ¡Oh! ¡Una subtrama abierta! Alí, mientras, pelea con el bicho maloso sin dejar de hablar (“Eres más lento que un caracol bajo el calor del verano”. Euh, vale, es comprensible que en medio de un combate nadie está para decir cosas originales, pero esto es pasarse un poco de falta de originalidad, Alí, tío). El primer round es perdido por Muhammad de manera clara. Vaya, me pregunto si ganará los siguientes. Uy, sí. Qué intriga. Bundini, el hombre con nombre de marca de pizza para microondas, sigue intentando subir al puesto de control de la nave con aviesas intenciones. Y, para ello, pega patadas voladoras a troche y moche, como si fuera…

¿Superman disfrazado? ¿Quién demonios ha realizado unos disfraces tan absolutamente perfectos como para que nadie distinga que, en realidad, ese Superman que se va herido a la Tierra es Bundini con una máscara riéndose pícaramente, en plan “ji, ji, se la hemos colado, somos reyes del mal”? ¿Bundini tiene el mismo cuerpo hiper-musculado que el muchacho de Krypton? Y, sobre todo, ¿cuándo han realizado el cambio? ¡Esto es muy confuso! En fin. Superman, ya controlando la nave scruba, ordena a la flota que se de la vuelta y vuelva hacia su planeta natal. Como los scrubos deben tener el cerebro de una almeja, todos se dan la vuelta y vuelven allí. Desde luego, menudo plan tenían preparado Superman y Alí. Digno de genios, tú. Subirse a la nave enemiga, decir por radio “Eh, no os dejéis engañar por mi voz, en realidad soy vuestro jefe, daos la vuelta y marchad a nuestro planeta en mitad del combate” y esperar a que funcione. Diablos, qué astutos. Ahora, lo único que falta para completar el plan es robar la nave principal y salir con ella. ¡Animo, Superman! ¡Tú puedes! ¡Confiamos en ti! ¡Eres un genio! ¡Eres..:!

… ¿Y dónde decíais que se hacía uno fan de Batman? No es que me haya decepcionado el Supes ni nada, eh. Si eso de tropezarse es muy común entre los superhéroes. Ejem. Si por lo menos no tuviera marcada la deshonrosa línea de la caca en su calzoncillo, quizá no hubiera sido tan patético. En fin, Superman. Has tenido suerte de caer en ese mar de puntitos negros. El muchacho se levanta y se dispone a dejar para el arrastre al comandante de la nave, cuando, de pronto, volvemos al emocionantísimo combate. Por llamarlo de alguna manera, vamos, porque Alí está siendo machacado de una manera demencial. Para evitar el desastre, el emperador scrubo le propone un trato digno para la raza humana: En vez de destruir la Tierra, todos los humanos serán sus esclavos. Ah, mucho mejor. ¡Acabáramos! Entre ser asesinado y ser esclavo de un villano ser extraterrestre, no hay color.

Muhammad, que es nuestro gran héroe americano, le manda a tomar vientos y vuelve a la lucha, que empieza a ganar sin problemas. Por su parte, el emperador scrubo llama a la tropa de naves y les vuelve a cambiar de rumbo: Venga, a la Tierra otra vez. Y esta vez a destruirla en cuanto la tengan a tiro. Giran 180 grados y, a pocos kilómetros de allí, con sus superpoderes renovados, Superman se dirige hacia las naves a decirles Hola qué tal. Pero con los puños, claro. Mientras Superman destroza la infantería espacial extraterrestre, Alí finalmente vence al bicho maloso sin problemas. Vamos, que todo estaría bien si no fuera porque el emperador, jodío él, anuncia que la Tierra será bombardeada en breves por una flota de naves entrenadas para ello. En resumidas cuentas, que dirige las cámaras hacia ellas solo para ver lo que todos nos esperábamos a estas alturas.

Lo importante aquí no es Superman rompiendo las naves como quien rompe un palillo de madera (brutal imagen, por cierto. Ya hay que ser idiota para poner todas las naves en fila cuando tienes al superhombre requetedefinitivo delante dispuesto a destrozaros), no. Lo importante aquí es el texto que le acompaña: El sonido no se transmite en el espacio, pero el grito de Superman se “escucha” hasta el fin del universo. Me he perdido, en serio. Si el sonido no se transmite, el grito de Superman no lo escuchará ni él mismo, coño. Ni comillas ni leches en vinagre. Mira que no podían haber puesto “La agonía de Superman se intuyó hasta el fin del universo” o “El sentimiento fue sentido hasta en Melmac”, no. Tenían que liarse con el rollo del sonido, el universo y chorradas por el estilo. Ay, Superman. Qué poco nos gustas, coño.

El emperador scrubo, que no aprende ni después de ver That’s english, sigue ordenando destruir la Tierra con las naves que quedan. En estas, el bicho maloso se enfada y empieza a zurrar a su emperador por mentiroso cochino traidor. Y así acaba todo. El bicho maloso –que no era tan maloso- admira el juego limpio de la Tierra, Alí dice que el juego limpio es lo más mejor del universo y los terrícolas nos hemos librado una vez más de la destrucción total. ¡Qué inesperado! Un día después, Alí y Superman hablan tranquilamente por el parque cuando sucede la gran revelación (esto es, el único requisito real que el verdadero Alí puso para salir en el cómic). ¿Preparados? Buf, es muy fuerte.

¡Ni Conan Edogawa, ni Sherlock Holmes, ni Phoenix Wright están en el secreto! ¡Nadie podría haber adivinado la identidad de Superman de una manera tan absurdamente obvia! Venga ya, hombre. ¿Me estáis diciendo que Alí es más perspicaz que dos periodistas profesionales que llevan toda la vida siguiendo a Clark Kent? En fin, si no se dan cuenta de todas las veces que Clark desaparece misteriosamente, tampoco vamos a pedirles que se fijen en la tontería del rollo fotográfico. Al final, Alí y Superman se dan la mano mientras el primero dice “Superman, SOMOS los más grandes” (sigue siendo modesto, el chico) y, por fin, el cómic se acaba. Gracias al dios scrubo.

Aunque no lo parezca, este cómic está considerado toda una joya de coleccionista, y la cumbre de Neal Adams como dibujante. En fin, supongo que de todo tiene que haber en este mundo.

¡El miércoles hacemos una parada en los Detectives Internet para un articulillo que hacía tiempo que quería hacer! ¡Allí os veo!