Monográfico cómic erótico (3): El cómic español. Ay, qué pícaros.

Durante estas últimas dos semanas hemos visto cómo les gusta el erotismo a los japoneses (ya sabéis: Miradita, polvo en los lavabos y como hemos follado te amo con locura y desazón aunque no sepa ni tu nombre. Nada que no pase en cualquier discoteca española los sábados por la noche, por otro lado) y los americanos gafapastas (cómic porno mal escrito y dibujado… ¡Pero con las protagonistas de cuentos infantiles haciendo guarradas! ¿En qué se diferencia de esos dibujos que hay por Internet en que un Peter Griffin mal dibujado sodomiza a Campanilla? ¡En nada!), pero faltábamos nosotros. Los españolitos de pro. Las personas que jamás reconocerían leer un cómic porno pero que, sin embargo, tienen el suficiente espectro de mercado como para sacar dos publicaciones mensuales y varios especiales. “No, si yo me la compro por los dibujitos, que son muy graciosos”. Ya. Si te quisieras reir te comprarías Los caballeros de la mesa del comedor (iba a decir Mortadelo, pero para qué mentir), pero alguien que se compra mensualmente Penthouse Comix no lo hace precisamente para morirse de la risa. Uy, qué gracia, una tía chupando cuarenta penes. Que alguien pare el botón del humor, por favor. En fin, lo que les decía, el espectro de mercado (¿Nadie se ha imaginado a un fantasma diciendo “buuuh, la crisis anda muy mal”?) de los cómics eróticos españoles está formado básicamente por dos grupos de edad bien diferenciados: Los pajilleros quinceañeros y los viejos verdes (si tienes más de veinte, menos de cuarenta y compras cómic erótico… Sinceramente, tienes un pequeño gran problema). Y no me extraña que vaya el mundo como va si ves las historias que se cuentan. Vamos, que “Aquí te pillo, aquí te mato” se queda corto en el cómic erótico español. Aquí no hace falta que te pillen: Las chicas van siempre buscando no uno, sino siete hombres a los que dar placer. Y hasta que no acaban los siete, no se quedan satisfechas. Metódicas que son, oye. Igualito que en la vida real. Vamos, estoy seguro de que si hay una muchacha ejercitando sus músculos en el gimnasio y cualquiera de vosotros se pone delante desnudo, eso acaba en orgía y no en bofetón, denuncia al ministerio de Igualdad y castración química. Segurísimo. ¡Los cómics eróticos no pueden mentir! En fin, para ver bien lo que es el cómic español de genitales y demás, hemos seleccionado una historia sacada de Kiss Comix (¿recordáis? ¡En los 90 publicaba a Crumb! ¡No puede ser mala!): Cuando calienta el sol…, del gran Santacruz, autor Marvel que en sus inicios tuvo que ganarse el pan de alguna manera. Para enmarcar, oigan. Nunca la expresión “ir al grano” fue tan válida como ahora. Con vosotros, Kiss Comix.

Lo primero de todo en Cuando calienta el sol… es presentarnos a nuestra protagonista, que, como suele ser habitual, no tiene nombre (¿importa cómo se llame o importa que esté desnuda? Pues eso, hombre, pues eso, que aquí vamos a lo que vamos), pero sí dos pezones como dos galletas María. Yeks. Si es que le ocupan más de un tercio de la glándula mamaria en sí. ¿No podía el colega Santacruz haber dibujado algo un poquito más pequeño, más normal, más… sexy? Porque, por mucho que pase en la historia, se hace imposible quitar la mirada de las galletas María y pensar “¿Por qué son tan anatómicamente desproporcionados?”. En fin. La cosa es que María, nuestra prota, se va a la playa a echar un sueñecito en topless porque “no hay nada mejor para la resaca”. Hombre, yo había escuchado maravillas de la manzanilla y de descansar en tu cama, pero bueno. Sobre todo, no te pongas a comer y a meterte cosas en la boca porque lo mismo acabas vomitando, que la resaca es muy mala. Ejem. Y aquí llegamos al primer punto en el que nos damos cuenta de que Cuando calienta el sol es un cómic español y no de cualquier otro lugar. Y es que un cómic de Angola no podría tener la picaresca española, el humor adquirido a través de años y años de grandes comediantes, las referencias tan ocultas que…

¡Ah, parodias forzadas de anuncios! ¿Quién puede no gozarlas? Lo mejor es el tono en el que parece decirlo, del rollo “Dios, cómo me estoy poniendo mientras me echo crema”. Ni que no fuera una de las cosas más tediosas del mundo entero, oye (estás en la playa, quieres ir a bañarte, ¡pero no! ¡La maldita crema siempre aparece de dentro de la mochila de tu acompañante! Entiendo que hay que ponérsela, pero nunca comprenderé a los talibanes de la crema. En fin). La chica “se deja acariciar por el sol” cuando, de pronto, le despierta el tipo de los helados. Bueno, o en su defecto cuatro falos apuntando hacia el sol ese que le acaricia. La chica, que no se sabe muy bien si está dormida, con resaca, o simplemente es una ninfómana, dice la frasecita graciosa de turno (“El de los helados no es, aunque traen algo para chupar”) y acomete con lo que todos esperábamos mientras piensa, amigos, lo que nunca ninguna mujer pensaría mientras hace felaciones. Vamos, muy rarita hay que ser. Muy suya. Atentos, porque no tiene desperdicio.

¿Me lo estás diciendo en serio? ¿Limón, fresa, nata y chocolate? ¿Tú eres tonta o qué te pasa? Vale que cuando estés con tu novio se lo digas como bromita, pero lo estás PENSANDO. ¿Realmente tienes que probar si una polla sabe a limón para llegar a la conclusión de que sabe a “lefa cojonera”? Y, sobre todo, ¿por qué “lefa cojonera” suena tan terriblemente mal? Quiero decir, si Hardita me dijera “mh, que rico es el sabor a lefa cojonera” probablemente me largaría a otra habitación a meditar durante horas sobre nuestra relación. Lefa cojonera. Rediós. Pero lo que realmente me preocupa de estas viñetas son las onomatopeyas. O sea, entiendo el “Lap” y el “Chup”, ¿pero qué diantres significa el “Pop”? ¿Qué se ha roto? ¿Qué ha sido lo que ha explotado y por qué no lo hemos visto? En fin. Como que cuando haces pop ya no hay stop (¡oh, mátenme! ¡Yo podría haber sido el guionista de esta cosa!), la muchacha tira las bragas al aire y empieza a fornicar cosa mala. Pero ni por esas se calla. Oye, maja, ¿tú no has oído eso de que para disfrutar hay que relajarse y no pensar en nada?

¿De qué demonios estás hablando y en qué se asemejan cuatro penes a cuatro churros con chocolate? Si lo que pretendías era parecer sexy, creo que no he visto un fallo tan grande en mi vida. En fin, sí, chica, hacer esto en ayunas no es ni bueno ni malo. Hacerlo con resaca igual es más chungo, pero parece que el argumento nos le hemos pasado por el forro por completo. Destacaremos dos cosas sobre todas las demás: Las caras de María, que parece más una muñeca hinchable que una muchacha normal y corriente y su fabuloso “Ufa”, que se supone sexy que-te-cagas. O sea, tienes a cuatro tíos queriendo desahogarte contigo y no solo te paras a pensar en churros con chocolate y en si estará bien hacerlo en ayunas. Además, dices “Ufa”, como si fuera algo normal. En fin, María sigue dándole que te pego, probando la doble penetración mientras piensa, atención, “¡Más p’adentro! ¡Hostiasss!” y “Aunque no sea creyente, ¡gracias, Dios mío!”. Como veis, hay diálogos de un gran nivel en el cómic erótico español. “¡Más p’adentro!” me parece que era de Miguel Hernández. Los cuatro chicos le duran poco y llega el momento que todos sabemos. Y en este cómic no podía ser algo normal, no.

Flus, no te jode. Además, ¿por qué demonios la aclaración “leche…de burro”? ¿Qué se supone que insinúa, que todos los tíos somos animales de carga o que esos cuatro que le han tocado son especialmente idiotas? Por cierto, que sepas que ir después hasta las duchas pasando por al lado de las señoras, los niños y las pelotas de Nivea cubierta de “lefa cojonera” va a ser una experiencia que no olvidarás, pero en fin. A tu bola, María. Si disfrutas, no seré yo quien te quite las ganas. ¿O sí? ¡De pronto, María despierta! ¡Había estado dormida todo este tiempo, y lo que creía que era semen en sus braguitas no era sino… crema! ¡Jo, que giro argumental más repetido en el 50% de los cómics eróticos españoles! Ríe sin ganas y se marcha de la playa, pensando en proponerle un cuarteto a cuatro colegas que conoció ayer. “¡Por probar, no se pierde nada!”. Bueno, hija, no sé. En tu caso, neuronas seguro que no. Solo nos queda desearle suerte y que no se quede pensando si los chicos saben a limón, fresa o guacamole. Saben a polla. Hasta yo lo sé, coño.

Y con esta obra de arte podemos dar por terminado el pequeño monográfico sobre cómic erótico. ¡Nunca unas escenas tan ridículas dieron para tanto! La única conclusión que podemos sacar al respecto es: Niños, no leais cómic pornográfico/erótico. No porque sea malo para vosotros, sino porque, simplemente, es malo. Muy malo. Huir es la mejor idea posible.

¡Y el miércoles, vuelve el Rincón Literario! El lunes que viene, volverá a acompañarnos Blue demon en el trepidante final de la historia que dejamos colgada hace más de tres meses. ¡Uauh! ¡Actualidad!