Reinterpretando los clásicos: Indiana Jones y el chisme interdimensional (1) [por Bob]

[Me encanta poner por aquí cosas de mi buen amigo Bob por la controversia que causan. A unos les encanta, otros lo aborrecen. Yo soy de los primeros, ¡así que a aguantarse toca, amigos! Hoy, Bob nos empezará a contar esa película que tan bien definieron en South park como «una violación»: Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal. Aun estoy en terapia intentando olvidarla…]

Cuando el que esto suscribe no era más que un tierno prepúber de los 90, pasaba las horas muertas viendo Power Rangers y el Alta Tensión de Constantino Romero (no como los jovenes de ahora, que pasan esas mismas horas violando, apedreando y haciendo maldades diversas a su dignidad. ¡Gracias, programación televisiva!). En esa misma época, tuve la oportunidad de trabar amistad ninguna con una de las personas que no ha marcado en ningún aspecto mi vida posterior. Y es que nada más entrar en clase con paso firme, el nuevo profesor de Historia se giró hacia los que habían de ser sus alumnos los próximos nueve meses y, sin cortarse un pelo, dijo “Me llamo Iñaki y soy arqueólogo”, esperando la célebre pausa de efecto para soltar el casi obligado para todo hijo moderno de la arqueología “como Indiana Jones”.

Es bien sabido que los profesores y alumnos menos populares reciben una ingente cantidad de seudónimos a cada cual menos ingenioso, que van desde el inofensivo “cuatro ojos” hasta el irreproducible “**************”. Así pues, nuestro nuevo amigo Iñaki bien podría haberse labrado una fama en esa clase de nada adorables jovenzuelos como “Indiaki”, en un ingenioso juego de palabras neomoderno de esos. La idea no cuajó, pero el nombre sigue teniendo gancho.Usted, oh avezado lector, se está preguntando ahora mismo a santo de qué viene esta pequeña introducción. No se alarme, pues ésta tiene un sentido indirecto en el conjunto de esta exposición, más allá de alcanzar el número mínimo de palabras por artículo.

Joder con la demencia senil. Ya no me acuerdo de si estas cosas se atan a la cintura o a la cabeza

A la hora de hablar sobre el nuevo y empeorado Indiana Jones, no puedo quitar de mi mente al viejo Indiaki. Al igual que éste, el personaje creado por Lucas y visualizado por Spielberg lo convierte todo en una caricatura hecha a destiempo y sin gracia alguna. No se engañe, querido lector, no hablamos de Indiana Jones… ya no. El héroe que nos encandiló partió hacia el horizonte con sus compañeros de aventuras y nunca volvió. El Dr. Jones del siglo XX (o de los años 50, como ustedes gusten) no es más que una horrible víctima de los nuevos ultracuerpos, como también lo ha sido Maxwell Smart. Como sucedía en las magistrales obras de Siegel y Kaufman y en los mediocres trabajos de Ferrara y quién quiera que estuviera detrás de la de Nicole Kidman, nos enfrentamos a un producto muerto que corrompe su propia naturaleza y se adapta como puede a los nuevos tiempos. Repito. No se engañen, amigos, porque no existe por ningún lado ese supuesto afán de no modernizar la saga del que tanto se ha hablado por fuentes oficiales, quizás en un intento de convencerse de algo que no tiene sentido. Pero esta pedantería está elevando mi nivel de alcohol en sangre y será mejor entrar en materia antes de que sufra un coma etílico.

-¿Qué es todo este caos?
-El sombrero se ha metido con nosotros, señor.

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal, título fallido a todas luces, comienza, como no podía ser de otra forma, con el célebre logo de Lucasfilm, cada día más de moda a raíz de la violación de La Guerra de las Galaxias a la que hemos asistido durante los últimos diez años. Pasamos al de Paramount que, como es tradición, se funde con una imagen; esta vez de una montaña de tierra de la que sale ni más ni menos que un topo. Uo, Lucas les pide que rebajen sus expectativas ya mismo, por favor.

Lo que yo quiero saber es por qué no hubo cojones de poner este logo en Howard, el pato.

Esto nos lleva a un coche años 50, con música rock de fondo, en pleno campo, y su carrera con un vehículo del ejercito, visualizado con los característicos movimientos de cámara energéticos del Spielberg de los últimos años (ver el anticatatónico y esplendido travelling que da cincuenta vueltas alrededor de la autopista en La guerra de los mundos). No se dejen engañar por este comienzo afable o por ese maravilloso momento con el eco de la canción y el cartel de “Café” en primer plano; recuerden que deben rebajar sus expectativas… O no lo recuerden, porque aquí llega el trío calavera para no hacérselo olvidar, cuando la acción llegue ni más ni menos que a Roswell, donde un grupo de diabólicos comunistas realiza un nada sutil ejercicio de infiltración que avergonzaría a ese viejo con bigote que dicen que es Solid Snake (ey, miren, la afección de los ultracuerpos alcanza más campos de los que creíamos).

Llega el momento de las introducciones. Empezamos con el malo secundario de las películas. El muy carismático Belloq, el simpático hindú y el malvado nazi de las tres entregas anteriores dejan paso a un rojo recién llegado de su papel de conserje que sale de fondo en la última película de Shannen Doherty o algo así. No se enfaden con el pobre chaval, que todos los malos de la película tienen la misma instrucción de poner cara de lerdos. Jajaja, no abracen el comunismo, matará sus neuronas. Indiana Jones 4, una película con mensaje. Este diabólico individuo se dirige hacia su coche y saca del maletero a… ¡Indian… No… Un momento… ¿Quién cojones es ese tipo? No se alarmen, no es más que el compañero gracioso de nuestro arqueólogo favorito, Mac. Un inglés gordo que hace chistes nunca falla. Ray Winstone es el nuevo amigo del alma de Indy. ¿Recuerdan como en M:I:3 se sorprendieron de que el traidor fuera el tipo que no había salido en ninguna película anterior de la saga? Pues viene a ser un poco lo mismo con este tipo que pasa de graciosete a traidor a ambiguo a directamente cansino.

-¿Quién es ese tipo que nos está mirando? No me gusta su aspecto
-Creo que es el director, señor.

Pero esperen, que los rojos sacan a otro tipo del maletero. Ahora, sí. Venga, va. Todos juntos… ¡Indian… No… Un momento… ¿Qué hace ese viejo disfrazado de Indiana Jones? ¡Cielos! Ahora nos damos cuenta de que esta película no debía haberse hecho jamás. No pasa nada, quizás adapten el guión para tener en cuenta la edad de Indy, calma, no prejuzguemos; las últimas tres películas de George Lucas no nos dan derecho a hacerlo. Bueh, ni tan mal, la historia rememora tiempos antiguos con la primera palabra del héroe protagonista. Muy bien elegida, la clásica cara de desconcierto de Harrison Ford (ahora con unas cuantas arrugas por ahí) se acompaña de un “¡Rusos!” que bien puede sacarnos una carcajada.

“Hostia… ¿y encima de qué caja me dejé yo las llaves?”

El abuelo de Firewall es prisionero de los diabólicos comunistas junto al inglés gracioso que recuerden que puede o no puede ser un traidor (pero que es muy probable que sí lo sea). ¡Y hacen chistecillos! Recuerdan batallitas pasadas y sueltan frases del tipo “Fue peor en Hoovershire” o “Aun somos jóvenes”, que fomentan, o deberían según el libro de Lucas (véase Episodio III) un ambiente de camaradería de esos. En fin, que el inglés le dice al viejo “Te apuesto X pelas a que salimos de aquí”, que es una sutil maniobra de David Koepp (el guionista que no da una desde hace 15 años) para desvelar una ludopatía que será la clave de su traición y su paso al comunismo. No, si es un guión más complejo de lo que parece, ¿y no le dan el Goya o qué?

En fin, que hacen la apuesta a ver si salen o no de ahí cuando llega el comunistoide carapalo antes mencionado y les mira con cara de estreñido, momento en que ambos se dan cuenta de que no pueden hacer nada contra tan diabólico individuo y lo mejor es rendirse. Junto a este genio de la interpretación llega la protagonista de Premonición, ¡ahora con peluca, cara de drogodependiente, espada y acento! ¡Cielos! Los responsables de este esperpento saben presentar a la mala de la película como es debido. Si en las anteriores la génesis de los malos se nos introducía sutilmente mediante diálogos, aquí no se andan con rodeos, para todo ese público que quiere la información en el momento para poder olvidarla dos minutos después (el cine como producto caduco es el futuro; ábranse las venas ya o vivan con ello el resto de su vida). Así pues, los primeros diálogos de la diabólica nemesiesa (jódanse y sean igualitarios) son, básicamente, su nombre, su ocupación, su dirección, su código postal… Brillante, ¿eh? Imagínense Una nueva esperanza con Darth Vader llegando a la nave capturada y diciendo “Soy Darth Vader, malvado sicario del emperador Palpatine. Era un jedi que abrazó el lado oscuro y quedé carbonizado hace 32 años”. Pues eso mismo.

“Cate, en esta escena quiero que pongas la cara que pusiste al leer el guión”

Total, que llega este personaje carismático y le sueltan un puñetazo a Indy como excusa para que podamos oír el clásico sonido de puñetazo de la saga, prueba de que Spielberg y Lucas no quieren actualizarla… La hinchan a CGI y le meten alienígenas… ¡Pero los sonidos son los originales! ¿¡No sienten nostalgia!? Tras esto, una sutil maniobra nos descubre que Irina, a la que llamaremos cariñosamente Iris en honor a películas sobre enfermedades terminales, posee poderes alucinantes y puede leer todas las mentes salvo la de Indy (perdigonazo de escopeta al primero que haga un chiste sobre tontos). Curiosamente, este maravilloso poder telepático no sirve absolutamente de nada en toda la película, pero es una nueva curiosidad para este personaje: acento, peluca, espada y superpoder.

Las mujeres rusas y el afeitado con cuchilla

En fin, que Iris saca la espada y lleva a Indy al área 51. ¿Recuerdan el almacén lleno de cajas del final de En busca del arca perdida? Ese último plano misterioso a la vez que humorístico y casi terrorífico, el final perfecto para una película soberbia. Treinta años después, resulta que sería la hostia si cogemos ese enigmático lugar y situamos divertidas aventuras en él, cargándonos toda la atmósfera y la mitología. ¡Hurra! Los rojos diabólicos obligan a Indy a que les lleve hasta una caja misteriosa. Inexplicablemente, el hábil arqueólogo que lleva 30 años dando hostias a diestro y siniestro y burlándose en las narices del ejercito nazi decide cumplir educadamente con las peticiones de sus captores. ¿Y como encuentran la caja en ese almacén tan destartalado? Pues verán, amigos, resulta que ese elemento misterioso poseía poderes magnéticos alucinantes que consiguen atraer el metal de las balas desde metros de distancia. Así, van siguiendo su pista y dan con el objeto que demostrará el magnetismo más arbitrario de la historia del cine moderno. Ahora atrae las gafas de uno, ahora atrae la espada de otra, ahora no atrae nada, ahora atrae una rueda que está en el suelo…

Abren la caja y vemos que de ella sale… una mano carbonizada. Uo, ¿rojos buscando cadáveres calcinados? ¿Diabólica conspiración o estupidez congénita? Indy aprovecha el momento en que todos están distraídos contestando esta pregunta, para hacerse con el control de la situación y dar un rifle al inglés gracioso con nombre de producto Steve Jobs, que resulta que es un traidorazo comunistoide y volvemos a estar como al principio.

Emh… vale… Pero no me refería a eso cuando dije “Gafas para ver de cerca”

De alguna forma, a quién le importa cómo, este muchacho octogenario consigue sembrar el caos y esquivar todos los disparos de cien soldados eficientemente entrenados. Lo que sucede a continuación es confuso hasta para el propio Spielberg. Pero no pasa nada, porque estamos en el Area 51, que es una especie de mundo mágico donde hay toda clase de artefactos maravillosos y referencias varias. Así, por ejemplo, Indy rompe una caja en la que vemos el Arca de la Alianza; ya saben, terrible objeto de destrucción capaz de arrasar civilizaciones enteras, aquí convertido en  elemento cómico. Después él y el malo secundario, al que a partir de ahora llamaremos “el estreñido”, se montan en un artefacto digital que les transporta, porque sí, a las afueras del complejo. Cuando los demás llegan al lugar donde se ha detenido el artefacto, no piensan en que Indiana Jones puede estar escondido detrás de ese montículo cercano que prácticamente tiene un letrero de neón que dice “Tipo escondido aquí detrás”.

Indy va caminando hasta llegar a un pueblo construido expresamente para pruebas militares. Y, básicamente, la escena podría encajar perfectamente en Muere otro día, la película más maravillosamente excesiva del cine de acción reciente. Todo viene a ser “explota una bomba nuclear, Indy se esconde en una nevera, sale expulsado a cien kilómetros de distancia, sale como si nada y, maravilla de maravillas, no tiene ningún efecto nocivo de la radiactividad”.

Esto nos lleva a la que probablemente sea la única escena bien fotografiada de toda la película: una oficina con agentes del FBI. Indy les habla (pero en realidad está revelando información al público, es una hábil estratagema de guionista experimentado) sobre unos restos misteriosos que tuvo que analizar y sobre otras cosas que ya he olvidado. A todo esto que llega Charles Widmore (el tipo que dejó de ver Perdidos, doce capítulos antes de que empezara a protagonizarla) y suelta “No todos son comunistas y sobre todo no Indy”, como si el propio Indy fuera una celebridad universal dentro de su propio mundo. En fin, Indy comenta al FBI la presencia de la diabólica Iris, que diez minutos antes ya nos había comentado su nombre, D.N.I. y número de la seguridad social. Es por ello más cómico cuando el arqueólogo favorito de Oregón lee su ficha y pregunta “¿Cómo se llama?”… Quiero decir… suponiendo que Han Solo tuviera alzheimer y no recordara la presentación de la escena anterior, sigue teniendo la ficha delante para leer él sólo todo lo que necesita saber. Pero, de nuevo, hablamos de cine caduco, no ya de “ver y olvidar”, sino de “ver un poco, olvidar, ver otro poco, olvidar, ver un poco más, olvidar”.

Indy vuelve a su vieja universidad y Spielberg nos presenta un guiño bastante curioso, copiando el plano de la misma que hizo en la primera, pero 20 años después. Vemos ahora al Dr. Jones dando clase con la pajarita más horrible que el mal gusto ha podido proporcionar al tipo del vestuario; cuando su clase es interrumpida por un personaje al que, por ejemplo, llamaremos Charlie, lo mismo que podríamos llamarlo Tommy o Secundario sustituto número 5.

“¿Que mi pajarita te parece una qué?”

Todos aquellos con memoria (y que, recuerden, no son a los que va dirigida esta película), sabrán que Marcus Brody, encarnado por el inolvidable y tristemente fallecido Delholm Elliot, era el compañero de aventuras de vez en cuando y jefe de Indiana Jones. Debido a su muerte, el hábil guionista de esta película decidió introducir al personaje de Charlie en un intento de que algún espectador despistado lo confunda con Brody. Sólo así se explica que Spìelberg emplee tanto tiempo en darle dramatismo a la frase “He dimitido”. Cielos, ¿un personaje completamente nuevo en la saga y al que acabamos de conocer ha dimitido? ¿Qué será lo siguiente? ¿Que el otro tipo nuevo en la saga sea un traidor? Cuánto giro.

Por supuesto, este intento de familiarizarnos con Charlie (perdónenme que repita tanto el nombre, que es que es soberbio) no impide que Spielberg, Lucas, Koepp o quien sea, utilice un bate de metal con el nombre “Marcus Brody” y nos golpee con él. Me refiero, por supuesto, al momento en que podemos ver un cuadro gigante del susodicho colgado en el pasillo (un  momento casi imperceptible: el cuadro apenas sí es cinco veces mayor que todos los demás en el mismo plano) o a ese en que vemos la estatua levantada en su honor (con plano de cinco minutos de la placa “MARCUS BRODY” incluido).

Resulta que a Indy también le despiden (aunque no es tan dramático como la dimisión de Charlie, recuerden), y el tipo hace las maletas. Deciden, pues, sentarse en su mesa y, de nuevo, sacar el puto bate y golpearnos. “Un par de años brutales, ¿eh? Primero, papa… Luego, Marcus…”. ¡Aha! ¡Así que por eso no salen, ¿eh?! ¡Porque están muertos, ¿eh?!

[Y por ahora cortamos bruscamente aquí mismo, que el artículo es, como habéis visto, largo de narices. Si os gusta Bob, lo habréis leído con una sonrisa. Si no, probablemente no estéis aquí leyendo esto. ¡Mañana, de todas maneras, vuelve el monográfico foros! Y si teneis alguna colaboración, escrito, cómic, manualidad, misil termonuclear llamado ZAPATERO… Ya sabéis: elblogderandy@gmail.com os espera con amor y brazos abiertos]