Las 10 cosas que NO hacer en verano si estáis atrapados en una gran ciudad

Sí, el verano se os plantea muy bonito, no lo dudo. En plan peli americana: Daiquiris en la playa, adolescentes en topless al alcance de vuestras sucias manos, trabajos cutres pero que no os impiden vivir divertidas desventuras a ritmo de rock hawaiano… Al menos esa es la imagen que todos tenemos de nuestros propios veranos cuando alguien nos pregunta por lo que vamos a hacer. De las horas tirados en el sofá contando las manchas del techo, del aburrimiento supino que supone quedar por centésima vez con los mismos amigos para sentaros a comer pipas en el mismo sitio de siempre (a no ser que esté ocupado por un grupo de viejunos. ¡Hecatombe! ¡Hecatombe!) y demás, nadie dice una puta palabra. Callamos como bellacos para que la gente no sepa que nuestras vidas son igual de mediocres en verano que en el resto de las estaciones. De todas maneras, hay cosas que nunca jamás se nos deberían ocurrir hacer, por muy mediocres que seamos. En particular, hay diez cosas que nunca jamás nadie debería intentar hacer so pena de escarnio público. Y hoy, por fin, serán desveladas al gran público (“gran”, ejem). Bienvenidos a Las diez cosas que nunca, nadie, jamás, en ningún lugar, debería intentar hacer en verano. Podéis pensar en hacerlas, pero llevarlas a la práctica es otro cantar. Escalofríos me dan.

1-Hacerte monologuista (o intentarlo): Sí, todos hemos visto Seinfeld y hemos soñado con ser él: Un tipo con éxito, gracioso, que micro en mano se dedica a desmenuzar las cosas de la vida. Todos nos creemos muy graciosos subidos a un escenario, pero cuidado: Corréis el peligro de convertiros en “ese tío sin gracia”. Más que nada porque en el mundo del stand up comedy todo ha sido analizado ya, y nada hace gracia a un público que cada vez pide más y más, cual ninfómana a su exhausto amante. Da igual que vuestro monólogo trate de quesos, entierros, de cuando vuestra novia se cabrea por nada o de ornitorrincos en celo: Seguro que Quique San Francisco ya lo ha hecho. Y con más gracia que tú. La gente apaga la televisión y se va de los bares cada vez que escucha un “Viniendo hacia aquí…”, “¿Se han fijado en que…?” o, mi favorita, “Hoy estaba con mi novia y…”. Y lo peor es que no existen más maneras de iniciar un monólogo de esos de mucha risa. ¿Han probado a ver Nuevos cómicos en Paramount comedy? ¿Sí? Pues ahora entenderán por qué nunca deben intentarlo, por muy aburridos que estén… O por muy graciosos que se crean.

¿Les he hablado alguna vez del fascinante mundo de los pliegues de las camisas recién lavadas?

2-Intentar camaleonizarte con los eurocoperos: Pues qué bien, España está en la final de la Eurocopa, bien, yupi. Llevamos años siendo campeones mundiales de waterpolo y de un montón de disciplinas, pero a quien le importa. Furbo, furbo, unga, unga. Si sois de los que odiáis ir a los salones del manga por no ver a todos los otakitos disfrazados, dudo mucho que os apetezca ver a un montón de gente de más de cuarenta años vestidos como mamarrachos y gritando consignas del rollo “¡Podemos! ¡Podemos!” (nunca una campaña de publicidad hizo tanto daño). Lo peor es que estoy seguro que el veinte por ciento de los cenutrios que no dejaron dormir ayer a los ciudadanos de a pie (¡eh! ¡España está en la final! ¡Toquemos mucho los claxon y, ya de paso, los cojones!) eran impostores que no han visto rodar un balón de fútbol en su vida, pero que están ahí por el ambientillo. Sinceramente, para estar rodeado de gente gritando, con banderas de España pintadas en la cara (id a dar una vuelta por Bilbao ataviados así si hay huevos, venga) y con el humo de miles de puros atascándome los pulmones, prefiero hacer cualquier otro tipo de cosa. Como, por ejemplo, arrascarme los genitales. O nada.

3-Ir a conciertos multitudinarios: Practicamente lo mismo que en la 2. Ojo, que me encanta la música, el rocanró y los tipos con pelo largo y sobacos sudorosos, pero los conciertos en los que cientos de miles de personas se juntan para corear las tonterías del grupito americano de turno se me antojan indecentes. Qué quieren, no me siento cómodo rodeado de un montón de jevacos sin camiseta y de jevacas enrollándose con ellos (sí, amigos, ¡no son para vosotros! De hecho, ¡vosotros no pintáis nada allí!). Si decidís ir pese a todo porque toca vuestro grupo favorito (pongamos KISS), ya sabéis lo que os toca: Pagar 70 euros mínimo para tener derecho a zona de acampada (por lo general en un pedregal a unos 900 metros del concierto. Que parece poco, pero intenta recorrerlos borracho), a ver a veinte grupos que no os importan un carajo (¿Cómo? ¿Que no os importa que Suziedad Permanente toque antes que los Rolling? Qué poco apoyáis a lo patrio, coño), a tomar cientos de litros de alcohol a precios abusivos en la barra y, finalmente, a ver a vuestro grupo favorito y descubrir, oh, que ni se les oye bien ni distingues al cantante a la distancia a la que estás de él. Y abrirse paso es, tristemente, imposible. Por cierto, ya que estamos, vamos a transgredir un poco. El cantante de KISS está gordo y viejuno. Jua jua jua. Soy un trangresor.

Cualquier día se les cuela Carlos Areces y nadie lo nota

4-Intentar pasarte ese juego que todo el mundo dice que dura más de 100 horas y siempre dejas “para verano”. Ya sabéis a qué juegos me refiero: Final fantasy XII, Oblivion, Heroes of might & magic… Juegos que en el fondo son un peñazo pero que queréis jugar para decir que los habéis jugado y no quedar como panolis enfrente de tus colegas gamers (que, oh sorpresa, también creen que son un peñazo pero los ensalzan para… Sí, así empiezan las leyendas). Empezar a jugarlos en verano es el error más grande de vuestras vidas. Calor sofocante provocado por la ausencia de aire acondicionado, vuestros párpados cerrándose después de la nonagésima batalla seguida contra un ciempiés de monte, la certeza de que, después de veinte horas, aun no sabéis ni de qué va el juego, ni cómo evoluciona vuestro personaje, ni si tiene más técnicas de lucha que “pegar espadazos”. Al acabarlo (si es que lo acabais y no morís con el pad en la mano), no olvidéis decir la frase que os justificará delante de todo el mundo: “Sí, es un poco lento, pero al final merece la pena”. Sois malvados. Muy malvados.

5-Empezar nuevas series sin haber acabado otras: Mirad vuestras tarrinas de DVD (iba a decir “vuestra estantería”, pero hay que ser realista). La tercera temporada de House que “cualquier día te pones a ver”, la segunda de Supernatural, la cuarta de Mujeres desesperadas… Plantéate por un momento que tienes que acabar cuarenta series que empezaste y dejaste colgadas, algunas en el segundo episodio. ¿Qué mejor momento que el verano para… pasar totalmente de ellas y empezar otra que dejarás colgada como las anteriores? ¡Un nuevo universo se abre ante vosotros! Pedid consejo y no os olvidéis de la frase que ha hecho famosos a los que empiezan series nuevas sin acabar las viejas: “Que sea cortita, plis”. Cuando te recomienden Expediente X, no intentes quejarte. Su destino es la misma tarrina de DVDs que Verónica Mars.

6-Intentar ver la programación televisiva veraniega de cualquier cadena generalista: Es cierto, el Gran prix ya acabó (de hecho no, aun siguen torturándonos con él en cadenas autonómicas cuyo logotipo debería ser una estrella de seis puntas), y los realitys casposos veraniegos cada vez abundan menos, pero eso no significa que las cadenas no aprovechen el verano para vendernos cinco piezas de mierda juntas en una bola disfrazadas de payasito feliz. Basta con dar vacaciones a los presentadores habituales, coger un par de becarios y añadir a los programas la coletilla “…de verano”. El diario de verano, El intermedio de verano, Se lo que hicisteis el último verano (¡Un nuevo éxito para Angel Martín y el resto de personas de las que nadie se acuerda!)… ¡Horas y horas de absoluto horror os esperan detrás de tan refrescantes títulos! ¿Es que nadie recuerda El informal de verano y los desprendimientos de retina que supuso? En fin. Algún día a alguien se le ocurrirá volver a emitir un programa veraniego tan genial como fue Emisión imposible, con Sinacio y Bermúdez en vez de rellenar las horas con películas de saldo, series de pacotilla que todos hemos visto ya, programas hechos por becarios y dibujos animados repetidos que empiezan a las 7 de la mañana y acaban a las 9. Los críos no necesitan más. Que vean Los desayunos de verano o Espejo público de verano. Que aprendan lo que es bueno, coño.

Sinacio es este tío. De nada.

7-Empezar con el World of Warcraft: Que, sigo diciendo, es un maldito trabalenguas que cualquier profesor de logopedia agradecería conocer. Todos esas personas sin vida que conocemos, que se pasan diez horas seguidas matando bichos (o lo que se haga en el WoW, que no tengo maldita idea ni ganas) han empezado metiendo el CD “para probar” y “echarse unas risas”. Cuando las risas se convierten en estrategias para acabar con el dragón de la mazmorra mayor de todo el reino, en horas sin dormir y en creer que conseguir nivel 41 es más importante que ganarse el sustento, pensad que quizá hubiera sido mejor llevar a vuestro amigo obsesivo a la playa. Siempre está mejor visto pasar diez horas mirando conchas que matando bichos. Decid no al WoW. Vuestros amigos os lo agradecerán (“¡Eh, tío! ¡Tienes que jugar y entrar en mi clan! ¡Jajaja! ¡Ayer matamos veinte elfos que…!”. Por favor, una aspirina en forma de bala para esta gente. Ahora).

8- Ir a la playa/piscina sin haber hecho la digestión y sin ningún instrumento de diversión inmediata cercano. Basado en hechos tristemente reales. A ver, bañarse tiene su punto de diversión. Criticar a las parejitas que creen que no están siendo vistas por el resto de la humanidad (como si el movimiento repetitivo que hacen no fuera conocido mundialmente), jugar con la pelota de NIVEA (no es verano sin pelota de NIVEA) y desviarla para darle a la señora del bañador hortera de una pieza, ver como los rituales de apareamiento adolescentes actuales pasan por bañarse con gafas de sol y calzoncillos bajo el bañador (en serio, este mundo va cuesta abajo y sin frenos)… Pero es imposible aguantar las malditas dos horas necesarias para hacer la digestión, por mucho que temamos que nos de un corte en el estómago y muramos sin que nadie pueda ayudarnos (“¡Dios mío! ¡Esperó una hora y media en vez de las dos horas recomendadas! ¡No podemos hacer nada por él! ¡Dejad que muera por incauto! ¡Que sirva de macabro ejemplo!”). Estoy seguro de que no hace falta tanto tiempo y que en media hora la comida se ha digerido sin problemas, pero que los doctores que miran esas cosas son unos hijos de puta. Si encima vas con alguien que se duerme y sin revistas, videojuegos, libros o algo parecido cerca tuyo, prepárate para desear que te de un corte de digestión. Todo es mejor que morir de aburrimiento o tostarte al sol. Que, para muchos de nosotros, viene a ser lo mismo.

9-Caer en la trampa de los trabajos “ideales para jóvenes”: Por si no lo sabías, los trabajos “ideales para jóvenes” suelen ser alguno de los siguientes: a) Hostelero en Ibiza. Dudo que cobres más de trescientos euros, ¿pero a quién le importa? ¡Es Ibiza! ¡Eres joven! ¡Seguro que encuentras alguna manera de divertirte! b) Camarero en una gran ciudad: Si no te gusta charlar con alemanes y alemanas sudorosos y sudorosas mientras curras 15 horas diarias por el salario mínimo, es que debes ser ya adulto. ¡¡Buuuh!! ¡Los jóvenes rockean mucho más que tú! c) Gogó en una discoteca de moda: ¡ser un objeto de deseo sexual por parte de setentones crónicos con problemas de retención de orina no es tan malo! ¡Y menos por un sueldo irrisorio! ¿Quieres ser la envidia de tus amigas? No sabes lo que vende ser una gogó. Por mucho que después de una hora escuchando bakalao, house, trance metal o lo que escuche la gente hoy en día, tu cabeza parezca una lavadora. d) Trabajar en una tienda de dependiente: Ya sea un Zara, un Corte Inglés, un FNAC o un GAME, es un trabajo de jóvenes y, por tanto, dinámico y divertido, atender a todos los clientes con una sonrisa. ¡Prepárate para escuchar a gente inculta opinar sobre cosas que no te importan un carajo pero se supone que deberían importarte por un sueldo mísero que apenas te dará para vivir! Con suerte, este verano acabarás en el paro.

¡Para ti, que eres joven!

10-Abrirte un blog: ¿Para qué vas a abrirte un blog, amigo mío, si sabes perfectamente que lo vas a dejar abandonado en cuanto llegue septiembre? Y, sobre todo, ¿realmente HACE FALTA otro blog hoy por hoy? Piensa bien en lo que vas a poner. Si tu respuesta es “Videos de Youtube y fotos de risa”, acuérdate de lo que dijo el maestro zen Yan How Kong: “No te abras un blog, cenutrio”. Si finalmente decides abrírtelo, por lo menos actualiza periódicamente. No hay cosa más triste que ese típico blog de Google reader que lleva meses sin actualizarse y de repente pone tres entradas seguidas pidiendo perdón por no haber actualizado en mucho tiempo. Todo blog que pide perdón por no actualizar es un blog que agoniza. Vamos, que en dos días, cuando el bloguero en cuestión vea que su increíble retorno no se ha traducido en millones de visitas -¿por qué será?- se cerrará para siempre. ¡¡Ooooh!! Para esto, no habértelo empezado en verano. ¿Ves lo que pasa? ¿Ves? ¿Ves?

El lunes, y no el sábado, índice del blog, top ten y paso a todos ustedes, oh, colaboradores. Y que sepan que hoy hasta las 12 es el último día para mandar su top ten particular. Anda que no les he dejado tiempo, ¿eh? ¡Pasen buen fin de semana!