Culos, motos y perros parlantes: Cuarentayseis (1)

Hay cosas que, de verdad, merecen una proposición de ley por la cual su visionado por parte de cualquier persona con dos dedos de frente estuviera penado con veinte latigazos. ¿Ana y los siete desde el primer episodio? ¡¡Veinte latigazos!! ¿Cualquier manga de Mayu Shinjo? ¡¡Veinte latigazos!! ¿Un libro de Paulo Coelho? ¡¡A la cárcel, maldito!! El cómic que os presento hoy es uno de esos cómic que deberían prohibirse en la declaración de derechos humanos. “Toda persona tiene derecho a no leer cómics cuyo argumento esté firmado por un deportista de élite”. Y es que no veo cual puede ser la conexión entre Milo Manara, el dibujante de culos por excelencia (extraña definición donde entran él, Katsura y pocos más) y Valentino Rossi, un motero de élite que, no os voy a negar, sé quien es porque mi primo el cani tiene su nombre de nick, de avatar, en el nombre de mail y, creo yo, tatuado en la nalga derecha por si se le olvida que “Rossi” tiene dos eses. Conectaran ellos o no, la cosa está en que Manara, Rossi y Satanás se juntaron y entre los dos crearon un esbozo de Cuarentayseis, un cómic realizado para conseguir que toda la humanidad lectora se sacara los ojos con cucharas y fuera pidiendo por las calles coherencia argumental. Y no lo consiguieron por poquito, pero cuentan que todos los que se gastaron el dinero en él ahora están en un psiquiátrico mirando al techo y riendo tontamente, con varias neuronas menos. ¿Estáis preparados? Ya el prólogo de Vicenzo Mollica, un periodista del que nada sé y menos me importa después de esto, nos avisa de lo que nos vamos a encontrar. Atención a sus frases, porque no tienen ningún desperdicio. “Valentino Rossi es por sí mismo un cómic”. Espera. Para. Stop. Achtung. ¿Que Valentino Rossi es un cómic? Yo creyendo que corría en moto para ganarse la vida y no, oye, en realidad son un montón de páginas con viñetas. Joder, menos mal que Mollica me ha avisado, tú. Voy corriendo a graduarme la vista. “Milo Manara comprendió la extraordinaria oportunidad que se le ofrecía: Recorrer el mito de Homero, cantando las gestas deportivas y las aventuras de Valentino Rossi, como si se tratase de una moderna encarnación de Ulises”. Toma ya. Con dos cojones. Puestos a crear expectativas, yo compraría Cuarentayseis con la Biblia y diría que es el nuevo libro sagrado al que todo el mundo debe encomendarse, con un Valentino Rossi que, cual Jesucristo, hace grandes gestas deportivas y vive aventuras sin fin. Por cierto, sí. Es imposible no imaginarse a Ulises, barbudo y medio muerto, montado en moto. Pedazo de comparaciones, coño. Vamos a ver cómo termina de vendernos el cómic Mollica antes de entrar en harina: “Cuarentayseis es un tebeo maravilloso, visionario, reflejo del mejor arte de Manara y de la mejor fantasía de Rossi…”. Espera, paremos la frase. Sólo quiero recordar que Rossi no tiene por qué tener fantasía alguna. Es como si vendemos un cómic salido de “la mejor imaginación de Fernando Alonso”. Nadie le paga por tener imaginación. Pero vamos al meollo final, porque el remate de la frase merece la pena: “…en el que incluso la moto de Valentino habla y esto sólo puede pasar en los cómics”. ¡¡Hala!! Empezamos bien: Una moto que habla y un tío diciendo que esto sólo puede pasar en los cómics. Curiosamente, en los cómics también puede haber buenas historias, argumentos electrizantes y demás, pero vaya. Si nos quedamos con la moto que habla, pues nada, oigan. La moto que habla, que esto sólo puede pasar en los cómics y en las fiestas con demasiada droga. ¡¡Bienvenidos a Cuarentayseis!! ¡¡Abróchense los cinturones y prepárense para la pesadilla!! ¡¡Brum brum!!

Sin duda, sólo una imaginación privilegiada como la de Rossi podría haber creado un cómic de un nivel tan elevado. Una moto hablando con un perro de la carrera del día siguiente. Wow. El mensaje del cómic nunca llegó a tanto nivel. Menos mal que Manara y Rossi nos han dado lo que todos esperábamos de un cómic sobre un motero: ¡¡Un perro que habla!! Después de esto, ya puedo morir tranquilo. Todo lo que esperaba ver en mi vida, se ha cumplido. Por supuesto, el perro se dedica a consolar a la moto: que si tu tuerca está bien, que si Valentino llegará enseguida, que si el pollo Osvaldo está atado… Oh, quizá os estéis preguntando quién es el pollo Osvaldo. Dejemos que se presente él mismo para completar esta primera impresión del cómic.

¡¡Vaya mie’da!! Bien, hagamos una recapitulación de lo que tenemos hasta ahora en Cuarentayseis: Una moto con problemas psicológicos que habla con un perro que la consuela y un gallo que no sólo habla, sino que además lleva gafas y habla con acento cubano (supongo). Y todo esto en sólo cinco viñetas. ¿Quién dijo que Valentino Rossi no era un maldito genio? A todo esto, llega Valentino, nuestro héroe, y abraza a la moto, tratándola como si fuera una persona (“¿El charlatán de Guido no te deja dormir? Portaos bien y dormid”). Creo que ni él mismo se dio cuenta al hacer la historia que podía parecer un esquizofrénico paranoide. Total, que el día de la prueba llega y Manara da muestras de no haber perdido mano con lo que mejor sabe hacer: Dibujar partes del cuerpo anatómicamente perfectas.

Sí, para ser más exactos el culo, so pasmaos. No sé por qué esta chica ha decidido ir a una competición internacional de motos subida en los hombros de un tipo, llevando una falda corta y sin ponerse bragas, sinceramente. Quizá en el guión original llevaba unos vaqueros y Manara lo ha llevado a su estilo personal, porque no veo muchos de estos casos ni en pleno verano. Prácticamente ni en las playas nudistas, coño, como para verlos en mitad de una carrera de motos. El caso es que Rossi se agacha y la muchacha del culo le roba su talismán, que lleva colgado del cuello. Igualito que Ulises, oigan. Por suerte, ella le dice que es su “chica-sombrilla” y se lo dará en la línea de salida. Por supuesto, la muchacha no aparece ese día. ¿Dónde se habrá metido? ¡Misterio misterioso! El que sí aparece es nuestro amigo el perro, que se dedica a hacer comparaciones, er, digamos…especialitas. Sí. Especialitas.

Necesito un sombrero como el del perro sin motivo aparente. Y alguien que me explique a qué viene comparar un motorista de élite con un torero, cambiándole el nombre por el de “Valentino Rojos”. Y ya puestos, si alguien me dice qué hace un perro en los boxes, se lo agradecería. En fin, en medio de la carrera (clasificatoria, por cierto) aparece el pollo Osvaldo, que se ha liberado, y consigue que Valentino se caiga. ¡Oh, este pollo Osvaldo! ¡¡Siempre tan juguetón!! Tristemente para todos nosotros, Valentino queda en los últimos puestos y se da cuenta de que necesita su talismán para ganar. Triste y solitario se va a tomar un baño, cuando de pronto se da cuenta de que su reflejo en el espejo no se mueve igual que él. Y cuando algunos pensamos que quizá está en un universo alternativo, que tiene que ir a por el talismán o algo así, Cuarentayseis logra volver a sorprendernos.

¡Venga, por qué no! Después de la moto parlante, del perro y del pollo Osvaldo, que ahora aparezca Jim Morrison hablando desde el reflejo con Rossi y le ofrezca un nuevo talismán se hace hasta poco extraño. No puedo dejar de imaginarme a Manara haciendo el guión de la obra según las indicaciones de Rossi, con lágrimas en los ojos, creyendo que su obra maestra está siendo completada. Wow, Jim Morrison dando un amuleto a su Ulises particular. Sin duda, este cómic será recordado por los siglos de los siglos.

Rossi habla a Jim Morrison sin alterarse demasiado (ya se sabe, si algún día aparece John Lennon en nuestro reflejo y se pone a hablarnos, seguro que tampoco le damos mucha importancia. Ey, John, ¿qué tal andas? ¿Tienes algún amuleto para mí? ¿O un curro? Dime que es un curro, por favor), y entra en el espejo a lo Stargate (de hecho, el propio Rossi lo dice en el cómic…lo que es un tanto triste, para qué vamos a engañarnos). Aparece en otro mundo, Morrison canta, Manara hace una imagen gigantesca llena de tías buenas (lo que es raro, porque no suele dibujar tías buenas, no) y Morrison demuestra que, sin duda, este cómic parece escrito por Homero.

¡Te la pela! ¡Hey! ¡Soy un rockstar famoso al que están traicionando su imagen vilmente para salir en un cómic la mar de triste sobre un motorista con ínfulas de grandeza! ¡Te la pela! ¡Yay! Atención, por favor, a la cara de Valentino en la segunda viñeta. No niego que Manara sepa dibujar muy bien los culos, pero lo que son las caras, hombre… para mí que se saltó las clases en las que explicaban cómo conseguir que tu personaje no parezca retrasado mental. Justo en el momento en el que a Valentino se la pela y va a saltar, para alegría de todos los lectores, se despierta en la bañera en el que debe ser el recurso argumental más triste y antiguo del mundo. ¡Todo era un sueño! ¡Hop! Al día siguiente, la carrera final empieza mal: La chica no sólo no lleva su amuleto de la suerte, sino que resulta ser una chica diferente. ¡No, eso es poco para este cómic! ¡Que no aparezca la chica del amuleto tiene muy poca chicha! ¿Se os ocurre algo para mejorar la idea?

¡¡Excelente!! ¡¡Una agente secreta que boicotea la moto de Rossi!! ¡¡Simplemente perfecto!! Me pregunto cómo la muchacha puede llevar una máquina de rayos láser en la muñeca sin que Seguridad se lo quite, cómo puede usarlo delante de millones de espectadores y cámaras de televisión sin que a nadie le importe absolutamente nada, y, sobre todo…¿¡Cómo es posible que nadie escuche a la moto hablando y diciendo sus sandeces mal conjugadas (“Me están quemado”)!? Si aceptamos que la moto hable, qué demonios, ya tiramos con todas las consecuencias. ¡Que Valentino la oiga también! ¡Que conozca técnicas ninja y tumbe a la malosa del pelo rojo y rayos láser en la muñeca! En fin.

El único que ve el sabotaje es el perro de Rossi, que se sorprende de una manera que a los habituales no les sorprenderá (“¡Mundo de gatos!”) y comienza la carrera, con tan mala suerte que, justo cuando Rossi llega al número uno, se da cuenta de que su freno delantero no funciona y, para colmo, empieza a llover. Imagino que la chica del pelo rojo estará riendo en boxes como una maniaca desquiciada. Por suerte, Rossi logra no caerse, gracias a “sus conocidas dotes de funambulista” (sic). Dios santo. Ahora resulta que además de motorista es funambulista, de esos que, en mitad de una carrera por el título mundial, se ponen de pie en la moto bajo la lluvia y logran quedar segundos. Sí. Segundos. La pena se apodera del estadio. Billy Fox, el contrincante número uno de Rossi (se comieron la cabeza con el nombre, sí), vence y el título mundial se disputará en la siguiente carrera. La muchacha del pelo rojo, además de estar buena y de formar parte del contubernio judeo-masónico contra Rossi, es una periodista de éxito para la cadena Teletotal (que me suena a cadena local y de las malas, por cierto). Pero sus habilidades no se quedan ahí.

Bien, empecemos por el principio y el “¡Día de gatos!”, que casi lo prefiero al ya clásico “¡Gatos sufriendo!”. Para empezar, no deja de ser sorprendente que Rossi, que no sabe que la muchacha es periodista de Teletotal, no se extrañe al verla dentro de una camioneta de la cadena en sí. Y menos con la cara de ultra-malosa que tiene. Di que teniendo ese culo, a quien le importa la cara, demonios (ah, la suerte de que tu novia no se lea los artículos radica en que puedes decir cosas como ésta). Rossi se muestra feliz por primera vez desde que empezó el cómic (sí, amigos. Es la misma cara que se os pone cuando creeis que vais a mojar), pero el perro, que sabe todo sobre la conspiración, no le deja entrar en la furgoneta. Por suerte, porque dentro de la furgoneta de Teletotal se esconde el jefe mafioso (también con pelo rojo, por cierto) y la chica que le robó el amuleto a Valentino Rossi. ¡¡Wow!! ¡¡Por si la cosa estaba poco emocionante, ahora añadimos un secuestro!!

¿Ansiosos por saber el final? ¿Por saber si el pollo Osvaldo servirá de cena? ¿Si el perro dejará de ser tan aguafiestas? ¿Si veremos más culos? ¿Si Rossi ganará la carrera y de paso descubrirá toda una conspiración que incluye muñequeras con rayos láser? ¿Si Jim Morrison volverá a pelársela? ¿Si Manara dejará de aceptar el primer guión que le pongan enfrente? ¡¡Todo esto y mucho, muchísimo más, la semana que viene, en la conclusión de Cuarentayseis!!

Mañana, el final de La soledad para quien tenga agallas.