Freddy versus Jason versus Ash: ¡¡Ch ch ch ah ah ah!! (2)

La semana pasada dejamos a Ash y a una tía buena ninfómana metidos en un coche que no puede arrancar con el Necronomicon al lado y Jason persiguiéndoles hacha en mano, con el Ch ch ch ah ah ah ya habitual en él. ¿Conseguirán huir Ash y la tía buena semidesnuda? Pues obviamente sí, tía buena incluída. Si bien es cierto que Jason se carga el coche del pobre Ash a hachazos (sutil el muchacho), este se monta en el de la empleada que le tiraba los tejos páginas atrás y que –oh casualidad- andaba por allí cerca y listo. Y mientras están de vuelta al supermercado, Freddy consigue alcanzar nuevas cuotas de brillantez y de terror. El miedo se apodera de nosotros. Después de transformarse en viejuno y en tipo que fornica, Freddy llega a un nuevo límite en el miedo.

¡¡Ay, por dios, qué susto!! ¡¡Freddy Krueger en, uh, una clase!! Y por lo visto han estado jugando a un complicadísimo ahorcado y… euh… ¿Seguro que este era el mismo tipo que desguazaba adolescentes? En fin, como el muchacho de las garras está enfadado, no se le ocurre mejor idea que abrir la cabeza del bebé Jason con sus garras (tal cual) y sacar de dentro la identificación del supermercado de Ash. No preguntéis cómo demonios ha llegado una identificación, con su plastiquito y demás, al cerebro de un niño deforme que sólo aparece en las fantasías de Freddy. A veces no saber es la mejor opción.

Mientras Freddy se dedica a hacer cosas de mucho miedo (o algo así), el grupito de irresponsables adolescentes con ganas de morir del supermercado están en una vagoneta fumando sustancias psicotrópicas y dando a entender que si no las fumas, eres gay. Tal cual. “No me gusta fumar porros”-“Con razón Caroline piensa que juegas para el otro equipo”. Bob Marley debía ser el rey de los heteros. Total, que Ash, la chica semidesnuda y la buenorra les dicen que se callen de una vez, que Jason está suelto y que acaba de asesinar a cinco chavales. Que no es por nada, pero si a mí me dicen algo así me meto corriendo en una caja fuerte y no salgo hasta veinte días después por si acaso. Los porreros adolescentes no, que para algo son carne de cañón. La cosa es que hay miles de excusas para salir a la calle aunque haya un asesino en serie dando vueltas por ahí machete en mano. Que si quieres parecer valiente, que si tu novia está atrapada en una casa en mitad del bosque, que si… que si… Sigh, no queréis saberlo.

Sigo diciendo que esta sigue sin ser una buena estrategia para ligarse a nadie. O por lo menos yo no me veo capaz de llamarle “perra” a alguien y después reconducir la conversación de manera que termine en un habitación haciendo guarradas a lo Sylvia Saint. Y menos si mi gran excusa para no ayudarles a atrapar a un psicópata es que una chica en lencería quiere penes jóvenes. Que, por otra parte, lo pongo bastante en duda. La única vez que escuché a alguien del sexo femenino decir que querían “penes jóvenes”, era una señora de noventa años arrugada cual hasta en el carnet de identidad. En fin, mientras ellos celebran su gerontifilia, de vuelta en el supermercado Ash y sus amiguitas se encuentran con algo que no estaba en el guión. En cambio, estaba en el de cualquier productor de terror que conozca los clichés.

¡Ch ch ch Ah ah ah! Dios, no puedo amar más una onomatopeya. Atención a la cara del niño de abajo a la izquierda, al que no sólo se la suda que Jason aparezca por ahí sino que parece salido de la furgoneta de los adolescentes gerontófilos. También hay que destacar al tipo que guiña un ojo y a la señora delante suyo que parece mirar a cualquier sitio menos a Jason. Seguro que ha encontrado una oferta de latas de tomate baratas y las está mirando con ese interés casi asesino que caracteriza a las amas de casa del siglo XXI. Que un tipo con máscara de hockey y machete haya entrado en la tienda con sonidos amenazadores no es excusa para no coger esas latas de tomate. O sí, vaya.

Y es que Jason empieza a asesinar de manera indiscriminada (es su trabajo, por otra parte), dándonos pistas de cuáles serán nuestras últimas palabras antes de morir. Si un asesino os mata de manera extraña, lo más probable es que acabéis diciendo “Urrk”, “Gak” (así, sin admiraciones ni nada, simplemente “Gak”), “Urkhh”, “Ahhhk”, “Plub plub plub” y un incomensurable “Urp”. Que lo sepáis. Id ensayando en casa. No puedo evitar reseñar esta muerte. Hay cosas inverosímiles, pero que podemos llegar a creernos (como que Jason existe y Freddy le controla, vaya), pero es la primera vez que oigo hablar del hombre capaz de transformarse en salchichas. Sausage man, ¡al ataque! ¡Vence a Jason, vamos! ¡Tu aparición es clave!

¡Maldición, Sausage man! ¡Tu propio superpoder ha sido tu mayor debilidad! Tengo ganas de aporrear a alguien con un carrito de la compra para ver si se convierte en salchichas en vez de, simplemente, morir noqueado. ¿Tienen cuchillas las barras de metal del carrito? ¿O es que Jason es una especie de genio del mal, capaz de convertir un chupete en un arma mortífera? Bueno, contando que la siguiente muerte está causada por una libreta de apuntes, me creo cualquier cosa.

Ash, sabiendo que Jason quiere el Necronomicon (listo el muchacho) se enfrenta a él escopeta en mano. La cosa es que Ash tiene que mejorar sus frases de justiciero. Quiero decir, “¿Fan del hockey, eh? Dicen que un disco viaja a cien millas la hora. ¡Pero encuentro que una escopeta va mucho más rápido que eso!” no es precisamente lo que entiendo como una frase ingeniosa rollo Indiana Jones. Más bien a lo Doom. Total, que Jason les pega una paliza a todos, mata a la tía ninfómana (mira, qué pena) y se lleva el Necronomicon (¡eh, acabo de ahorraros siete páginas de pelea absurda!), así como un cuchillo clavado en la espalda, una motosierra insertada en el hombro y miles de balas esparcidas por todo el cuerpo. Ya sabéis, lo típico de un sábado noche. Ash es ayudado por los jóvenes porreros (que, por lo visto, debieron descubrir que la chica no quería penes jóvenes o algo así, para su sorpresa). Mientras, en casa de Jason, Freddy resucita leyendo las frases mágicas (“Klattu Verata Nikto”. Que alguien mate a Sam Raimi por creer que la referencia era poco obvia), y ya tenemos el combate final preparado. Por supuesto, como esta es una serie limitada de 6 números y sólo vamos por el 3, hay que marear la marrana un rato. Que si vamos a lanzar a Jason a otra dimensión, que si alguien debe controlarle “como una perra” (que obsesión con las perras, rediós), etcétera. Total, que en pleno sueño, Ash se encuentra con Freddy y tienen una aburridísima conversación que termina con él llegando a la conclusión de que Freddy sólo ataca en los sueños. Wow, para el carro. ¡Qué increíble revelación! ¿Quien lo hubiera dicho de Freddy Krueger, el asesino de los sueños? Por cierto, después de verle de profesor, de tío que fornica y de abuelo, yo ya lo siento, pero por mucho que vuelva a la vida, no me le puedo tomar en serio, por mucho que asesine adolescentes con problemas psicológicos. ¿Quien podría tomarse en serio a un psychokiller que viene a visitarte así?

Sí, así es. Ahora es un profesor de gimnasia que se mete con uno de los chavales por tener el pene pequeño. Alguien debe decirle al guionista de este cómic que no se es más mayor por poner “pene” o “polla” cada dos páginas, de verdad. No es necesario. Nadie lo demanda. Es bastante incómodo ver cómo un tipo es asesinado cruelmente jugando a balón prisionero por tener sus órganos genitales algo menores que la media, máxime cuando todos los tíos estamos preocupados por lo mismo. Seguro que hasta Nacho Vidal y Rocco Siffredi han pensado a veces que la tienen corta. Fijo. Ah, por supuesto, el chaval muere asesinado por sus compañeros de clase, algo que a la tía buena, Ash y sus amigos les importa poco menos que un carajo.

Freddy, enfadado (supongo que por falta de ideas), manda a Jason a asesinar a Ash y sus amigos, que se dedican a ir a comprar armas, comida y demás para ir a casa de Jason a pasar la noche. La decisión más inteligente posible, oigan. Después de colocarse una motosierra y de besar a la chica de turno (sí, no recordáis mal: En la entrega anterior besaba a la ninfómana, ahora a la buenorra de la tienda. Este Ash, con tal de mojar, hace lo que sea), Ash entra a la casa mientras los dos adolescentes porreros caminan por el bosque, hablan de las tetash de la chica (¿pero qué obsesión con el sexo tienen los responsables de esto?) y se encuentran con Jason, decididos a ponerle una trampa. Todo como muy esperable, ya ven. El problema es que, obviamente, la trampa no funciona todo lo bien que debería y Jason se hace el guay. ¿Sabíais que era un ser sin cerebro ni sentido de humor? ¿Sí? ¡Eso es porque no conocíais al nuevo Jason! ¡Sarcasmo sin fin!

Se supone que está negando con el dedo, sí. Mejor no saber de dónde ha sacado la inteligencia necesaria como para aprender a negar con el dedo cuando hasta ahora sólo ha asesinado y se ha imaginado a su madre follando con Freddy. Ch ch ch ah ah ah, que no falte nunca. Por si se nos había olvidado, ya se preocupan en recordárnosla de tanto en cuando. Ch ch ch ah ah ah.

Ash coge el Necronomicon, Freddy le ataca (y es que ahora, por lo visto, puede atacar también en la vida real) y Jason decide enfrentarse al tipo feo de las garras obviando a la tía buena (¿tanto le costaba pegar un machetazo y largarse a enfrentarse con Freddy?). De la nada aparecen cientos de víctimas de Jason que le atacan y le intentan llevar al infierno. Chan. Sí, se supone que ese es el gran cliffhanger que nos debería dejar con la emoción metida en el pecho. Y hombre, emoción lo que se dice emoción… más bien poco o nada, pero por suerte ya sólo queda una parte de este Freddy versus Jason versus Ash. No vamos a abandonar tan fácil.

¿Conseguirá Jason salvarse de sus víctimas? ¿Logrará Ash mojar de una vez? ¿Dejarán los guionistas de hablar de penes y tetash cuales niños de cinco años? ¡¡Todo esto y mucho más en la conclusión de Freddy versus Jason versus Ash, el lunes que viene o el siguiente! ¡¡Ch ch ch ah ah ah!!