Doom, el cómic: ¡¡Machos de verdad, reuníos!!

Hay obras cuya complejidad se escapa del pensamiento humano, que necesitan tres o cuatro relecturas para comprenderlas del todo. Ahí tenemos Watchmen y sus metáforas, V de Vendetta y su complejidad argumental o Naruto y sus peleas interminables en las que no terminas de entender quién pega a quién y por qué (si, no pararé hasta que un grupo de Narutards enfervorecidos pidan mi cabeza). El cómic de hoy no es una de estas obras, sino de su género más alejado. Es de ese tipo de cómics en los que, al ver la portada, sabes que disfrutarás de uno de los espectáculos más vergonzosos vistos jamás en la historia de los comic-books. Pero primero, un poco de historia antes de zambullirnos en el cómic más machote que hemos comentado jamás. En 1993, Doom salió a la venta por primera vez para un primitivo PC. En el juego, famoso porque pegabas tiros a aliens (sorprendentemente, el juego sigue gustando ahora, quiero pensar que por nostalgia, porque es tirando a aburrido y frustrante), tú eras un marine estadounidense que anda tranquilamente por Fobos, una luna de Marte. Porque sí y sin venir mucho a cuento, se abren las puertas del infierno y aparecen delante tuyo zombies, demonios, cantautores y gente mala en general. Lo suyo es ir por pasillos cargándote a todo bicho viviente con las armas que te encuentras por el camino. Ya está. ¿Qué esperabais en un videojuego de 1993? ¿Un argumento a lo Metal gear solid 4 –esto es, doce horas de videos y una de juego pero una historia que te cagach-? Un año después salió a la venta Doom 2, que traía las novedades que cabían esperar en esta fabulosa saga: O sea, ninguna. Y aquí nos apeamos de la máquina del tiempo, en 1996. Sí, en el 97 al fin salió un juego con novedades reales (Doom 64…y no, no es que nos hayamos saltado 62 partes. Soy el humor personificado) y en 2004 Doom 3, justo cuando ya no le importaba a nadie (o le importaba tanto como el peliculón que tuvimos el gusto de regurgitar hace unos años). Como he dicho, bienvenidos a 1996, la época en la que un grupo de fans de Doom decidieron publicar un cómic basado en lo que para ellos sería el videojuego perfecto. Escrito por dos personas que no volvieron a acercarse a un papel nunca (sí, dos personas fueron necesarias para escribir diálogos como “¡Gahh! ¡Zombies con pistolas! ¡No son grandes pistolas pero son pistolas! ¡Y necesito pistolas!”) y dibujado por Tom Grindberg, autor de algunos tebeos de Superman, Daredevil o Green lantern, Doom: El cómic supone un prodigio narrativo y la confirmación de que no es necesario un guionista para molar. Ya no. Ahora hacen falta dos.

Uauh. Mirad ese brazo sosteniendo las balas, esa cara de seguridad en uno mismo, esa cafetera disfrazada de metralleta que, por lo visto, está disparando a tenor de los agujeros que el zombie tiene en el cuerpo (ya sabéis, si hay cerebros desparramos es un buen cómic. Ley de vida), el protagonista mirando a la nada sólo esperando destrozar más y más zombies. Agarraos los testículos (mujeres que estén leyendo esto: Esperen un poco y les crecerán junto a una molesta barba), porque empieza el viaje hacia el infierno. Esto es Doom.

Es imposible no amar el cómic después de ver este dibujo. Músculos que nadie tiene en ningún sitio del cuerpo, brazos doblemente largos, más venas de las que existen en un organismo humano, la baba cayéndosele de la barbilla…y la frase de éxito. “¡Dinamita!”. ¿Qué importa que no tenga nada que ver con la trama ni tenga maldito sentido? Si yo me encontrara con Rondo, mi némesis, al matarle proclamaría sin duda un “¡Dinamita!” aunque nos estuviéramos acuchillando sin pólvora cerca. En fin, nada más empezar el cómic uno tiene dudas de si identificarse con el marine con el pelo a lo Guile o no. Y es que el tipo no tiene luces. No, no es que tenga pocas, a lo Pafman, es que directamente no tiene ninguna. Nos encontramos con un tipo totalmente majara que habla sólo y masculla incongruencias mientras camina por los pasillos de donde esté (que esa es otra, ¿para qué explicarlo?). En serio, hace mucho tiempo que no leía diálogos tan brillantes. Es imposible no amarlos.

Para quien no sepa inglés, le traduzco maomeno del idioma de Shakespeare. De hecho parece sacado de Romeo y Julieta, oigan: “¡Estoy cocinando con gas! ¡Tengo la mano llena de vértebras y la cabeza llena de locura! Yeah, ¡esta es tu espina dorsal, baby! ¡Toma ya! ¿Quien es el hombre? ¡Yo soy el hombre! ¡Yo soy un hombre malo! ¿Como de malo? ¡Realmente malo! ¡Soy un 12.0 en la escala 10.0 de la maldad! No necesito una pistola…¡las pistolas son para gays! Eh, ¿queseso? ¿queseso? ¡Me gusta lo que veo! Una puerta que parece importante…Knock, knock. ¿Quien es? Yo yo yo yo yo yo yo yo yo”. Wow. Simplemente…wow. Ahora me siento un hombre de verdad. Voy corriendo a mear en mi cómic para marcar mi territorio mientras pienso en pistolas y hablo sólo sobre mí mismo.

¿Os imaginais algo así en la vida real? “¡Estoy cocinando con vitrocerámica! ¡Tengo la mano llena de cómics y la cabeza llena de Lost! Yeah, ¡este es tu dinero, tendero! ¡Toma ya! ¿Quién es el pringado? ¡Yo soy el pringado! ¡Yo soy un pringado sin dinero! ¿Como de sin dinero? ¡Realmente sin dinero! ¡Tengo 12.0 en la escala 10.0 del paro! No necesito billetes…¡los billetes son para gays! Eh, ¿queseso? ¿queseso? ¡Me gusta lo que veo! Una edición de coleccionista que parece importante…Knock knock. ¿Quien la quiere? Yo yo yo yo yo yo…”-“Señor, me está dando miedo, por favor. ¿Puede pagar y marcharse de una vez?”-“¡Un momento, no he acabado mi homenaje a Doom! ¡Yo yo yo yo yo yo!”.

A lo que íbamos. El tipo se encuentra con un superdemonio mientras sigue con sus diálogos absurdos (“¡Cortaré tus cojones! ¡Eres grande! ¡Eso significa que tienes grandes cojones! ¡Cortar!”. Pobre Michael jordan, seguro que va arrastrándolos por la calle) y descubre que no puede vencerle, por lo que llega a una conclusión. Con sus manos no puede vencer a un superdemonio cabreado.

Perdona, no me ha quedado claro. ¿Qué es lo que dices que necesitas?

Ah, vale. Tiene mérito repetir la palabra “pistola” siete veces en seis frases seguidas, eh. Se nota que consideraban al jugador medio de Doom como un tipo con un coeficiente intelectual notable, sí. Total, que sin venir a cuento de nada, el marine se encuentra con una motosierra tirada en el suelo (¿a quién no le ha pasado alguna vez?) y se carga a los zombies con una frase inesperada para todos nosotros. Muy inesperada. Algo que no ha repetido hasta ahora.

No sé si os habéis enterado, pero el chico quiere pistolas. Es raro, porque no hace ni dos páginas estaba diciendo que las pistolas eran para gayers. Ay, ay, ay…¿a que esto no es tan para machos como creímos? Mientras nosotros pensamos, el marine sabe que eso es una tontería y sigue adelante en su búsqueda de una pistola más grande (metáfora fálica: No lo duden ni un momento) sólo para terminar metido en una habitación a oscuras donde dispara aquí y allá sin saber muy bien lo que hace. Después de agotar las balas se le ocurre encender el interruptor (¡!), encontrándose con una habitación llena de zombies muertos y besando a su arma. Ay, este tío loco, qué cosas tiene. Total, que le roba una pistola grande a uno de los bichos muertos (“¡Pistola grande! No LA pistola grande, pero…”) y se dedica a matar a otro que ha salido detrás suyo. Una escena narrada con el poderío gráfico que sólo nos podía ofrecer Doom: El cómic.

Impresionante simil con el videojuego. Y lo fácil que es copiar-pegar la metralleta de una viñeta a otra poniendo cada vez más rojo en el fondo, oye. Por cierto, supongo que (atención, prepárense todos para el chiste malo del día) los buddistas quedarían encantados con este cómic, vaya. Jamás he visto mayor culto a una palabra, por Budda (¡¡Gracias por sus aplausos!! ¡¡Mañana más!!). El tipo sigue adelante pasando por puertas y pasillos (es triste decir que el argumento del videojuego es mejor que el de un cómic que se supone que debe profundizar en él) alentándose con grandes diálogos de victoria (“¡Soy el hombre! ¡Soy supermalo!”) y afirmaciones no del todo ciertas.

No, no creo que pienses, sinceramente. Ya sobre los dibujos fabulosos en los que uno no sabe muy bien qué es lo que está haciendo con las armas y los demonios prefiero ni hablar (¿qué pasa con la cara del demonio de los cuernos en la tercera viñeta? ¿Qué acción se corresponde con el sonido “Ka-Shunk”?). Muy atentos a los recuadritos rojos de pensamiento, porque jamás he visto un pensamiento que aporte menos a la trama principal. O sea, lo que piensa puede decirlo perfectamente, no va a aportar nada nuevo. Venga, muchacho, prueba a decir lo que piensas.

Uh, muy bien, supongo. Tampoco se le puede pedir peras al olmo. “Ooof!” es un buen pensamiento, muy profundo él, aunque creo que el “Raaaaarrrgh!!” contiene más contenido filosófico. Una pena, una pena. Nuestro hombre cae, arrastrado por el monstruo, en un charco de residuos radiactivos de esos que todos guardamos por si acaso y, de pronto, sucede algo increíble. Nuestro hombre reflexiona cual político que sabe que intenta conciliar a las masas. Nuestro hombre es un crack entre cracks. Nuestro hombre es…

…un cansino de cuidado. No se puede pasar de “¡Soy supermalo!” a defender el medio ambiente cual Al Gore de pacotilla cualquiera. Máxime cuando estás llenándolo todo de sangre de bichos aleinígenas que lo mismo contamina todo sin inmutarse. Vaya moralina de mis narices, oye. El tipo, mientras piensa (probablemente porque se ha quedado sin balas y porque la radioactividad le ha dado un poco de cerebro, vaya) pasa por otra puerta y roba un rifle de plasma que los malos le han dejado para que les mate. Qué majos los malos.

En las siguientes páginas, el tipo sigue pasando entre puertas, matando a bicharracos sin ningún problema (¿que es invisible? No importa, no puede contra el plasma. ¿Que son dos bolas de fuego? No importa, no pueden contra el plasma. ¿Que está hecho de plasma? No importa, sigue sin poder contra el plasma. La lógica es aplastante) y, finalmente, consigue su superpistola, la BFG 9000, que supongo que saldrá en el Doom 2 y será la polla con cebolla, pero a la que he perdido el respeto. ¿Y quién no lo haría si su primera toma de contacto con ella es ver esta viñeta?

Dios mío. Creo que tengo que ir al baño a vomitar un rato. Esas lágrimas. E…e…esos corazones…e…esa boca. Quiero morir mucho. Casi tanto como el monstruo aquel del principio que pudo a nuestro héroe, así que este se dirige a la primera pantalla para dispararle en mitad de la tripa. Pum. Muere. Fin. Ni batalla épica ni leches en vinagre. Un disparo y el supermonstruo se queda para el arrastre, nuestro héroe pone el pie encima de él y suelta su arenga final. Una arenga que se nos quedará marcada en los corazones.

¿Se supone que todo esto transcurría en la Tierra todo este tiempo? Me siento como Charlton Heston al final de El planeta de los simios. Confundido y engañado, sí, pero también con el pecho descubierto lleno de pelos, barba de varios días y mi virilidad más en forma que nunca. Al fin he leído un cómic que merecía la pena ser leído. Al fin he leído un cómic para hombres. Un cómic con la pistola más grande que existe. ¿Alguien se apunta a fabricar una y cargarse a los autores? ¡¡Seguro que con este comic era una llamada de atención!! ¡No tiene otra explicación! ¡Si algo nos ha enseñado esta lectura, es que las pistolas y el asesinato son buenas!

Mañana, el final de Torque. Somos ultramachos.