Tetash y motos: Torque, rodando al límite (1)

En 2004 pasé uno de los peores veranos de mi vida, por lo menos en lo cinematográficamente hablando (el resto fue espectacularmente bien, pero ¿a quién demonios le importa mi vida?). Acababa de terminar primero de Comunicación Audiovisual y el buen cine me salía por las orejas: Entre Hitchcock, Billy Wilder, David Lean y Michael Bay (sí, qué pasa, pocas veces me lo he pasado mejor que viendo 2 policias rebeldes 2. Eso es cine de acción, coño) me tenían francamente enamorado del séptimo arte. Por suerte o por desgracia, los veranos a los 18 años sólo pueden usarse para dos cosas: Estar con la novia o irse de botellón todos los días. Y el equivalente geek al botellón para los que no bebemos más que agua de río es, sí amigos, El Pueblo. Pueblo con P mayúscula, con P de Puto Paradero Infernal. Así, después de un fabuloso viaje por los castillos del Loira con mi novia de aquel entonces y de maratonianas sesiones de cine clásico, me dispuse a ir al Pueblo, donde me esperaban otro tipo de maratones cinematográficos. Algo me debí oler el día que, todos juntos en manada de machotes, vimos 2 fast 2 furious (“¿Pero qué tiene esta peli que os gusta tanto?”-“¡Coches y tías!”-“¿Y el guión?”-“¿El qué?”-“Gracias por la ironía”-“¿Iroqué?”). La semana en el Pueblo iba a ser muuuuy larga (ojo, no por los amigos, que son muy buena gente, a ver si alguno me va a leer de refilón y a echarme la bronca). El verano de los 18 años, para muchos es el verano de la iniciación, de la madurez, de las primeras grandes borracheras. Para mí fue el verano en el que aprendí a decir “No, me quedo en mi casa jugando a la Game Boy” (no es fácil, no es fácil). Y todo gracias a la película que tocó después de 2 fast 2 furious: Torque, rodando al límite. Uauh, el título lo dice todo. Poneros en situación: Randy, al que las motos nunca le parecieron bonitas y al que la velocidad del Saltamontes siempre le pareció excesiva al lado de un montón de amigotes aullando cada vez que salía una moto o una tía buenorra semidesnuda (o sea, todo el tiempo). Y encima, al final sonriendo y diciendo que no está mal para no ser expulsado para siempre del amistoso grupo de la amistad. Ahora, con menos vergüenza y más criterio, ya va siendo hora de decirlo y quitarme la espinita clavada de tantos años: Torque es una puta mierda. Ya. Como si por el título no lo hubierais deducido sólos.

Matt Johnson, el guionista (es un decir) de este filme, autor también de obras maestras como Inmersión letal, debió pensar que no es necesario que una buena historia te arruine hora y 20 minutos de carreras sin sentido. Así, cogió el papel que envolvía su sandwich de pollo y escribió “EXT. VARIAS ESCENAS. DESIERTO O POR AHI. Un tío que se llama Cary corre mucho por algún motivo que improvisareis durante el rodaje, a lo Dogma”. Ale, dinero para el bolsillo y trabajo para el director (es un decir, de nuevo), Joseph Kahn, autor de videoclips para Blink 182 y Britney Spears. Nunca pensó en promocionar a gente que valiera la pena. Kahn cogió todo lo que le había hecho famoso en el mundo de los videoclips y decidió que, si los planos forzados que no pasan de dos segundos y en los que no se sabe exactamente qué está pasando funcionan durante tres minutos de canción, obviamente también lo harán durante hora y pico. Así, en Torque se dedicó a coger su elaborado guión y rodar miles de planos catastróficos para dar “sensación de velocidad”. O sea, como la cámara se mueve y hay muchos contrapicados exagerados, debemos deducir que van a miles de kilómetros por hora por el desierto. Sigh. Para el papel principal, el del rebelde Cary Ford (aunque nosotros le llamaremos Torque, que es más fácil y reconocible y no sale nada en la peli que justifique su título), fue escogido Martin Henderson, visto en The ring y que desde Torque sólo ha salido como protagonista en el piloto de la desastrada serie Sr y Sra Smith. Con ese carrerón, sólo podemos esperar cosas buenas de él, está claro. Ice Cube (el nigga orgulloso de serlo en XxX 2, La barbería, Ghost of Mars, Anaconda y el futuro M.A en la película de El equipo A) como el negro malote imprescindible en una peli de carreras y Monet Mazur (usada como reclamo sexual en películas de innegable nivel del estilo a 40 días y 40 noches, Escuadrón oculto o Recién casados) como la chica buenorra sin cerebro, completaron el casting de Torque. Con semejante plantel, la película podía ser de todo menos buena.

Un semáforo en rojo en medio del desierto. Una tortuga mirando dos coches de carreras pulcros y sin arañazos cual metáfora de lo que veremos más adelante. Semáforo en verde. Zooms a absolutamente todo lo que se mueva en pantalla (rueda, cuentakilómetros, tortuga, asfalto, cambio de marchas…). Lo que sea porque la cosa, en vez de una carrera absurda por mitad del desierto, parezca algo realmente emocionante. De pronto, detrás de ellos aparece una moto y les adelanta. Uno espera que después de este inicio, tres minutos espeluznantes y que suponen una bofetada a cualquier película de coches brum brum hecha antes, alguien te explique a qué viene la carrerita, quien lleva la moto o algo así, pero no. En Torque no hacen falta las explicaciones. Torque es una película para hombres de verdad. Una película en la que podemos oler el aceite y el humo de la moto y sentir nuestro pene más que nunca. Una película en la que, después de la carrera, sale el título del filme y todo el mundo se queda tan contento (especialmente el guionista). El tipo de la moto, Torque (ya hemos dicho que se llama de otra manera, pero a quien le importa), llega a la típica gasolinera cutre sacada de El milagro de P. Tinto y mira la hora. Lo que parece algo normal en cualquier película, aquí se convierte en un movimiento lleno de acción apasionante. Atentos a los efectos de sonido y a cómo intentan hacernos creer que un tío mirando un reloj supone un antes y un después en la historia del cine de acción. Los diálogos posteriores tampoco tienen ni pizca de desperdicio.

Eh, eso, qué tendrá conducir un coche que os vuelve a todos gilipollas. Y además feos, no como el prota, que guarda un afeitado lo suficientemente dejado como para que parezca informal y a la vez guaperas. Bien, aquí ya podemos ver lo que nos va a dar la película: Tías sin cerebro en poses sexys (como la de la foto que sale mientras un anuncio por la legalidad reza que no pirateemos la peli por debajo), diálogos chulescos imposibles en la vida real, tíos idiotas con coches y tíos guays con motos. Diría también que salen niños pateables, pero me temo que este es el único. ¡¡Ooooh!! En fin, Torque les pega una zurra a los dos tipos del coche, demostrando que además de saber correr, sabe hacer frases ingeniosas (“¡Ponte el cinturón!”) mientras pega artificialmente a dos malotes. ¡Chúpate esa, Fernando Alonso! En estas, otras dos personas llegan en motos, y, aunque parecen enemigos, debemos recordar la máxima del filme: Si conducen motos, son buenos. No os asustéis por los increíblemente ácidos diálogos que ahondan en el pasado de Torque. Son obra de años y años en la WGA intentando fabricar un personaje creíble adorando con metáforas tan válidas como, uh…¿comida?

“¿Me lo sirves con patatas? Porque tengo hambre”-“No, de hecho te lo voy a dar con ketchup”-“¿Ketchup? Mejor con mayonesa”-“Esto empieza a parecer bastante gay”. Ya veis como va la película, lo misterioso que es el protagonista (“Tengo que arreglar…las cosas…y pienso en ella”) y demás. Hala, en cinco minutos ya está el lío montado: Los amigotes, la Novia, la carrera y el Malo. ¡Que aprendan el resto de directores, coño! Metiendo subtramas y tonterías y creando un personaje poco a poco. Tsk. Es como toda la película: Te prometen acción trepidante en motos y al final lo único que tienes son pequeñas carreritas en motos de Playskool que no llevan a ningún lado.

Tras los chisposos diálogos empieza -¿a que no lo adivinais?- una carrera de motos entre los tres repleta de caballitos, contrapicados, música pop-rock no demasiado dañina pero semirebelde y planos de menos de un segundo para que no se note que en vez de a 200 por hora van a 40 y gracias. Por supuesto, en las carreteras del lugar por lo visto no pasan coches y no hay accidentes ni policía, así que su mayor problema es pasar por delante de una banda de moteros negros, cuyo líder empieza a perseguirles. Uauh. Todo sea por poner cinco minutos más de carrera con menos sensación de velocidad que las de Os carrinhos. De pronto, en plena lucha a lo Ben-Hur pero con diálogos sacados de una película porno (“¡¡Más fuerte!!”-“¿Te gusta?”), aparece un camión de la nada (tsk, si es que van como locos) y el negro cae al suelo. Touchdown. En mitad de la pelea cara a cara con él aparece el resto de la banda y les rodea. Nuestra intuición nos hace pensar que el negro que les perseguía no va a hacerles nada, más que nada porque sus diálogos no son ni ingeniosos ni chispeantes (“Lo llevas claro, blanquito” no puede compararse a “¡Ponte el cinturón!” ni en broma), así que aparece el SuperNegro, que, este sí, es capaz de hacer ingeniosos diálogos mientras amenaza sutilmente con quitarle la moto (“Creía que estabas en Indochina…comiendo sushi y eso”. Bravo). Total, que llega la policía y las amenazas se van al traste. So cagaos. En estas, llegan a la carrera en cuestión y al fin vemos por donde va la peli. Ya, carreras, ya. Sí, ya.

Uh. Necesito una moto. Ahora. Sin motivo aparente. Comprar. Moto. Ya. En serio, siempre me he preguntado como se escriben estas cosas en un guión: ¿“Lugar de la carrera. Hay muchas chicas mojándose con agua. Están todas jamonas y follables”? ¿”Aquí pon tetash y que la gente se distraiga un rato”? Sea como sea, el caso es que entre medias te ponen un par de moteros barbudos para que veamos que no todo es el exterior. Majos ellos. Torque aprovecha para ir a ver a la chica aquella que le trae por el camino de la amargura, que no se emociona precisamente al oírle. Eso sí, todos sabemos que se liarán al final de la película. Tras un “Nunca has tenido gracia, Torque” (gracias a dios, la primera frase real del filme), descubrimos algo más del pasado de nuestro prota favorito: Disculparse por haberse largado la misma mañana que los federales entraron en el piso de tu novia acusándote de tráfico de drogas es de mariquitas. Mucho mejor enfadarte con ella por no haber respondido a tus cartas. Seguro que te perdona, oye. ¿Qué clase de novia sería si no? ¿Una inteligente? Por dios, que hablamos de Torque. Por supuesto, en el momento más álgido de la conversación aparece el Malo (se sabe que es el Malo porque tiene voz grave y habla muy seguro de sí mismo), se llame como se llame, que, por cierto, está enfadado porque Torque le robó unas motos hace meses. Ay, este Torque. Atentos a la conversación, a ver cuantos tópicos por segundo podéis sacar, y, sobre todo, a la novia del malo, recién salida de Mad max y sus caras orgásmicas cuando se encuentra cara a cara con su chico. Oye, jamás algo tan supuestamente erótico me había excitado menos.

Chan, chachán, chachán, la tensión se corta en el ambiente estereotipado. No sé si me quedo con la novia gótica con tatuajes que no se querría poner ni Marilyn Manson en su etapa drogadicta o con el tipo en la moto que saca la lengua simulando hacerle un cunnilingus a la Nada más absoluta. Y fijaos como, en menos de dos minutos, la novia del bueno ya se ha puesto de su lado. Sí que es fácil de convencer, sí. Como esto es una película para encefalogramas aplastados y por si no había quedado claro que el Malo tráfica con droga (ergo es muy muy Malo), el Negro, que es una especie de Vitto Corleone con buen corazón en el fondo, se niega a dejar que el Malo ponga droga en sus calles (¿Veis? ¿Veis lo del buen corazón?). Mientras tanto, en otro lado, ya sabéis lo que pasa con las parejas que están a medio reconciliarse: Que empiezan a hacer carreras suicidas en moto para mostrar su valentía y terminan bebiendo alcohol juntos (¿Sentimientos? ¿Teniendo una moto? ¿Desde cuándo?).

Total, que en la discoteca de turno se juntan Torque, Novia, Malo, Negro y Hermano de Negro (el tipo que les perseguía al principio) y está a punto de armarse la marimorena, pero al final no pasa nada más allá de una pelea de borrachos entre Banda del Malo y Banda del Negro en la que Hermano de Negro muere (y la intuición de cualquiera avispado llegará a la conclusión de que Malo quiere echarle la culpa a Torque, claro). Poco después, en una conversación entre Torque y Novia, nos descubren algo espectacular que no habíamos intuído por el diálogo “¿Quieres las motos o lo que está dentro de ellas?”: Que las motos que Malo dejó a Torque para arreglar estaban llenas de droga. ¡¡Uau!! ¡¡Paren las rotativas, maldita sea!! ¡¡Jamás me habría imaginado ese giro argumental teniendo en cuenta que Malo es un traficante y Torque es un buenazo!! Por supuesto, la chica le perdona de inmediato y están a punto de besarse. En otro lugar, en otro momento, Negro descubre que su hermano ha muerto y jura venganza contra Torque basándose en el testimonio de la persona más adecuada para dar la descripción del sospechoso, oye. Sin duda, yo me fiaría mucho de la novia de mi peor enemigo. Pone en círculo a toda su banda justo al lado de los policías y grita que va a matar a Torque antes de medianoche sin que los policías se inmuten. Genial, oye. Ni un “Oye, avánzanos datos y así adelántamos papeleo”. Son tipos duros que conocen la realidad de la calle y pasan de impedir crímenes. Por si eso fuera poco, los federales y media ciudad se ponen a perseguir a Torque, Novia y sus amiguitos. Aquí, un ejemplo ilustrativo que incluye un grupo de treinta personas meando a la vez:

¿Y ahora qué ocurrirá? ¿Conseguirá Torque devolver las drogas y quedarse con Novia? ¿Se llevará el Malo un palmo de narices? ¿Conseguirá Negro su venganza contra Malo? ¿Alguien se dará cuenta de que fiarse de la novia de Malo no es una buena idea? ¿Por qué son todas las respuestas tan obvias? ¡¡La semana que viene, el final de Torque!! ¡¡Explosiones!! ¡¡Carreras!! ¡¡Tetash!! ¡¡Películas para machos, maldita sea!! ¡¡Aullemos como monos a la luz del sol mientras vemos el tercer video de nuevos!! ¡¡Auh!! ¡¡Auh!! ¡¡Auh!!