Los (sobrevalorados) 18 años

 [¡¡Increíble post doble!! ¡¡Duelo de titanes!! Randy decide que es una gran idea celebrar el cumpleaños de Starsky obligándole a escribir medio post sobre un tema: «Los 18 años». Y Starsky acepta. Y así ha salido todo. Doble ración, dos en uno. ¡¡Y al terminar, el trailer del post 100 como innegable sorpresa!! ¡¡Randy estuvo hora y media editándolo, así que veanlo, por cristo!! Estamos que lo tiramos, oigan]

Randy

Para mí, el instituto era como una prisión. Pero no en el típico sentido metafórico poetil del rollo “una prisión que impedía que mi imaginación volara”, no. Más bien en el sentido realista de “como se me caiga el jabón en la ducha, me voy a quedar fino”, pero cambiando el jabón por los apuntes y la sodomización por collejas. Que habría que ver qué pasaría si sustituyeran las penas de dos años de cárcel por una ronda de collejas en grupo. Seguro que de pura vergüenza los malosos no volvían a delinquir. A lo que iba. A los 17 años, en lo último que se me ocurría pensar era en escribir tonterías para un blog, y no por falta de tiempo. Más que nada por dos razones: Para empezar, los blogs, en 2001, eran para una élite lokaza y se limitaban a ser un cuaderno de bitácora de MariPepi y cómo su novio la había dejado preñada pero no pero sí pero no. Y para seguir, ¿quién demonios me iba a leer? ¿Mi familia la del “Ay, que raro nos ha salido el niño”? (tampoco les culpo, eh, yo opinaría lo mismo de mi primo el coleccionista de maquetas de la II Guerra Mundial) ¿Y de qué iba a hablar? ¿De lo mucho que me gustaba Dragon ball? ¿Recuerdan cómo escribía/excretaba hace años? Sigh. Bastante ocupado estaba en intentar pasar camaleonizado por el instituto (sí, mi pueblo debe ser el único lugar del mundo donde no tengo más amigos que el bueno de Freddy. Podría ser el malvado presidente del mundo y aun me enseñarían el culo por la calle. True story). Comprenderán que con este panorama uno andaba esperando los 18 años casi tanto como espero ahora la nueva temporada de Lost. Ah, la mayoría de edad. Un mundo entero que se abría ante mí como las puertas del cielo, el lugar donde todos ansiábamos llegar y que prometía ser la panacea de nuestros problemas adolescentes. ¡Adios a una vida marcada por los dibujicos animados! ¡Hola a una vida protagonizada por la -gluks- madurez! ¡Adios a lo que ahora se llama bullying y por lo visto es un gran problema de la juventud en el que nadie se había percatado! ¡Hola al sexo y las mujeres! Y mientras mi clase al completo lloraba por poder ser conductores (o prostitutas, yasabeputasjeje, o alcohólicos profesionales, ya saben) legales, yo andaba esperando todo lo que hasta ahora se me había negado. Y al final todo llega, pero oigan, la primera semana con la mayoría de edad fue, probablemente, la más decepcionante de mi vida. 18 años. Pues vaya mierda, oigan. Veamos punto a punto lo que te prometen y lo que nunca jamás llega. Estos serán tus 18 años, amigo Starsky. Por cierto, ¿le han felicitado ya? ¡¡Corran a los comentarios!!

Porno: No deja de ser curioso que el momento en que te dejan ver porno legalmente sea el mismo en el que te aburras de ver cuerpos desnudos abrazándose y pierdas la curiosidad. Tú, que antes te ponías malo sólo con leer “Blonde makes a gang bang with a brunette”, ahora lo mirabas con superioridad. Ja. Con 18 estaba por encima de todo ese material para adolescentes idiotas que habían (y han) tenido como doscientas veces más sexo real que yo. O sea, en el fondo el porno no son mas que una tipa (generalmente de cuarenta años y siliconada) fornicando con un tipo (que, además, gana en la comparación y deprime cosa mala) y haciendo cosas que en ese momento uno sólo podía soñar (sí, vale, y aun ahora, qué demontres). ¿Qué interés podía tener la carne desnuda en una mente madura e inteligente como la mía a los 18? ¡Ja! ¡¡Perdedores pornófilos!! ¡¡Me valía de mi imaginación!! Sí, amigos, efectivamente. La semana en la que cumplí 18 años fue en la misma en la que me percaté que no tenía imaginación. Y por si tenían alguna duda, no sólo volví a caer, sino que 4Chan me ha convertido en un monstruo. ¿Les he hablado del porno japonés con peces? ¿Del porno gay entre sumos y enanos? Por favor, mátenme.

 “La” novia: Siempre me fastidió American pie por la frase “eh, si no la metes en el instituto no eres nadie en la universidad”. Y bueno, porque es un truñín que desembocó en una quinta parte digna de ser comentada algún martes. Quiero decir, en mis primeros 17 años, mi único beso supo a tabaco (¿han probado a lamer un cenicero? La sensación no es demasiado agradable, pueden creerme) y a película subtitulada de los Monty Python (no me pregunten a qué sabe una película de los Monty, supongo que a celuloide. No me pregunten a qué sabe el celuloide, coño. No me pregunten a qué sabe el….uh…sigamos). Y ya está. Lo de meterla era un concepto extraño para mí, a no ser que se refierieran a meter la pata, que era algo que conseguía constantemente. O sea, mis primerizos intentos de ligar con bellas –y no tan bellas- muchachas se limitaban a mirarlas y acercarme a ellas para quedarme completamente callado. En plan psicópata acechante. Lo de hablar lo aprendí después, oigan. También ponía mi sonrisa de ligar, claro, pero es algo que ustedes no quieren ver: Cuando al fin tuve novia y se la mostré, me obligó a enseñársela a todos nuestros amigos y me la siguió recordando por los siglos de los siglos. Aun lo hace. Snif, snif. En fin, uno esperaba que con la mayoría de edad las mujeres se tiraran a mis pies como locas, oliendo mis hormonas de tipo salido extraplús, pero nada. Ni mostrando mis mejores chistes (Esto son dos y se cae el del medio. Si algún día me piden que les cuente un chiste, será este. Siempre), ni intentando mezclarme con la gente (el día que pregunté a una chica por Operación triunfo, supe que había tocado fondo), ni intentando parecer extravagante/tímido/extranjero/expresidiario (táchese la que ya haya probado, amigo, y que sepa que las otras tampoco funcionarán). Los 18 años estaban siendo un timo. Ni chicas, ni porno. Esto no es lo que me prometieron en las comedias adolescentes americanas. Cabrones. Deberían regalar besos con bellas mocetonas con el certificado de la mayoría de edad, maldita sea. Sergiokenobi se lo agradecería.

 

Votar: “Eh, ¿no estás emocionado? ¡¡Vas a decidir sobre el futuro del país!!”. Hombre, la verdad, no. En su momento me imaginaba que participar en el sistema democrático por primera vez sería infinitamente más emocionante. Que al meter la papeleta saldría el dirigente de IU a felicitarte por haber tirado tu voto a la basura por culpa de tus ideales, o que Aznar vendría a pegarte con la garrota en plan Alfredo Landa. O por lo menos que el jefe de mesa te daría la mano y te dijera “Hala, ya nos vemos”, maldición. Nada. Tú ibas, cogías tu papeleta, emocionado por ayudar a pasar cuatro años más de dimes y diretes en los Telediarios, la echabas en una urna y ya estaba. Diez minutos de ida y diez de vuelta hacia el maldito colegio para eso. Ni siquiera sorteaban un jamón o un lote de DVDs entre los votantes, jopé, que mira que les costaba mucho. Seguro que iba más gente a votar (apúntese esta idea, ZP, se la regalo amablemente). Claro, que tampoco creo que, tal y como anda la política hoy en día, muchos de los adolescentes de ahora se pirren por echar la papeletilla de turno pudiendo quedarse en casa jugando al Imagina que eres…votante o apaleando inmigrantes para subirlo a Youtube. Otra decepción. Esto de los 18 de momento tenía muchas obligaciones y ninguna ventaja. Cuánta chorrada.

Carnet de conducir: El único motivo por el que mis amigos me envidiaron la mayoría de edad fue porque podía sacarme el carnet de conducir. Curiosamente, la cosa que menos me interesaba de entre todas las posibilidades que se me abrían, incluída la de trabajar en una fábrica en verano. O sea, no había necesitado el coche en 17 años, ¿lo iba a necesitar de ahora en adelante? ¿Iba a suceder una invasión extraterrestre e iba a tener que huir en mi Seat Ibiza? ¿Qué podía pasar tan importante como para que no pudiera ir en tren o en autobús? En fin. Después de mucho insistir en que los guionistas viajan mucho (uy, sí, es un trabajo trepidante), mi padre consiguió convencerme para que me lo sacara, y qué quieren que les diga. Conducir me parece anodino, aburrido y una perfecta manera de partirse la crisma para llegar media hora antes. A la sexta me saqué el carnet (sí, no se puede decir que le pusiera mucho interés tampoco) y no he vuelto a coger un volante desde entonces. Fabuloso. Si ustedes aun no se lo han sacado, prepárense para las frases graciosas de turno por parte de los familiares, que, por supuesto, no saben nada de tí salvo que te sacas el carnet (les contarías emocionados que al fin te pasaste el Monkey island 2, pero no queréis pasar por esa sensación de incomprensión). “Ja ja, un peligro en la carretera”, “El día del examen no salgais de casa, ja ja”. Tu puta madre, tía Ágata. Muere, maldita, muere.

Lo de los 18 años es un timo, una pataleta, un asco, un periodo de la vida digno de ser tan olvidado como los años anteriores. Cambios, los justitos. Si acaso, el cambio de lugar de estudio y de amigos, pero no es hasta los 19 que empiezas a notar las cosas cambiar de verdad. Por cierto, no hace falta que hagan caso de los que dicen que el verano de los 17 será el último de verdad. Mi primer verano de verdad fue el de los 19, y desde entonces no me he amargado ninguno ni aun teniendo que trabajar. Y háganme un favor si andan cercanos ya a la edad de oro, maten a los que dicen aquello de “¿Pero cómo? ¿No vas a salir el sábado? ¡¡18 años sólo se cumplen una vez!!”. Precisamente. Por eso te lo pasas mejor en casita con cuatro amiguetes dándole al WiiSports. Empiecen así los 18 años, siendo ustedes mismos. Lo peor que puede pasar es ser vírgenes hasta los 21.

¿Les he contado ya que Starsky es virgen? He he. Starsky es virgen. Felices 18, colega.

Starsky:

Previously, On Life…

Tener 18 años no va a cambiar absolutamente nada en mi vida. Y todos lo sabemos: no beberé, no pasaré la noche en  discotecas, olvidaré ir a votar, temblaré patéticamente mientras intento sin éxito reunir el valor suficiente como para dirigirle la  palabra a esa mona universitaria que está leyendo Ghost World. Sin embargo, por alguna incomprensible razón, el orgulloso  propietario de este blog es lo suficientemente ingenuo como para considerar que, en estos 17 años, he gozado de anécdotas lo  suficientemente interesantes como para rellenar un artículo. Viéndome en tal situación, gozo de tres opciones: contar anécdotas increíblemente humillantes a gente que no conozco de nada hundiendo así la noche entera en un pozo de incomodidad (hola, Brainstorm!), copiar y pegar cierta sinopsis Altafidelidadiana (¿no adoran que todo mi artículo de hoy no sea más que un festival de chistes privados? ¡me estoy hundiendo a mí mismo! ¡y me encanta!), o aconsejarle a usted, querido joven lector, para que no cometa los mismos errores que yo y disfrute de una vida apasionante. Y como estoy seguro de que ningún otro menor lee este blog alejado de la mano de Xenu, recurriré a la última. Así nadie podrá quejarse.

[Do you wanna more? COMING SOON. Pásense a eso de las 3 de la tarde, que el muchacho está ocupado con los preparativos de su paso a la adultez]

 …And the trailer!

Sólo unos pocos elegidos saben de qué va ésto. Los que lo han podido ver han comentado «Pues vaya caca», pero no importa. Seguro que a alguien de la blogosfera le mola, o algo. El martes que viene, post nº 100 en El blog de Randy. Hasta entonces, un pequeño teaser de lo que ocurrirá…

Pásenlo chachi.