¿Pero que co…?: Las grandes decepciones

Aun recuerdo la primera gran decepción de mi vida con sorprendente claridad. Un Minirandy fan de Los mundos de Yupi (qué, de todo tiene que haber en la villa del señor), ávido por consumir cualquier producto relacionado con el bicho peludo éste (años después me entraría la fijación con Chewbacca, debe ser algo cíclico), se estremecía en su sillón al ver un episodio en el cual el malo entraba en la nave de Yupi y les dejaba a todos convertidos en piedra. Por mucho cliffhanger que hubiera después, por mucho que se salvaran, ¡¿en qué demonios estaban pensando?! ¡¡Matar a mis personajes favoritos NUNCA es una salida!! ¿Por qué? ¿Qué sentido tenía toda aquella masacre en una serie para preescolares? ¿Es que en algún episodio Pajaroto va a asesinar a sangre fría a Pato y a Pocoyó de un par de disparos láser? ¡Que somos niños, coño! Salí llorando a la cocina, con la cabeza llena de preguntas, exigiendo la retirada de Los mundos de Yupi de la televisión (mi madre, que es muy lista, no como las modernicas de hoy en día, no me hizo ni caso y me pegó un par de sopapos, obviamente).  Perdieron automáticamente un espectador para siempre.

Con el paso del tiempo, rara es la cosa que no te da la decepción de turno, desde Lost y su Locke emo hasta Heroes y su Hiro profesor de historia japonesa, pero eso es lo de menos comparado con lo que viene ahora. Mis mayores decepciones, lo que jamás debió haber ocurrido, aquello que deseamos que siga en el baul de los recuerdos olvidados para no volver. Y no me refiero a 2+1, que todos sabíamos que iba a ser una mierda antes de que empezara. El horror, el horror. Aun estais a tiempo de darle a la “X” justo arriba. Eh, que no, que es broma. Dejad un comentario al menos diciendo que le dais a la X, Randy dimisión, esto no es lo que era desde que resucitaste, vuelve a la tumba. Que hace hasta ilu.

La nueva cara de Pedobear

Super Mario Bros 2: Seguro que todos os sabeis la historia a estas alturas, pero igual hay algún rezagado. En Japón, el Super Mario Bros 2 salió poco después del original, en 1988, un juego con una dificultad algo elevada pero del mismo nivel de calidad que el primero (amen de musiquita y pixelado, que era el mismito con un fabuloso copypasteo, pero bueno). Sin embargo, en América y Europa vieron que teníamos longanizas en lugar de dedos y se dijeron entre ellos “¡Eh! ¿Y si en vez del Super mario bros 2 les encasquetamos este juego japohindú y les ponemos los Sprites de Mario y compañía con música molona?”. Así es, amigos. Nuestro querido Super Mario bros 2 es un triste juego hindú, Doki Doki Panic (no es que yo sepa mucho, es que la wikipedia es toda una entendida). Ahora todos me direis “¡Eh, molaba mucho!”. No. No dejeis que vuestra nostalgia os haga recordar lo que no es verdad. Este juego es un truñazo a la altura del juego de Los Simpson para DS. Que no es poco.

Con una música, repito, genial de fondo, podíamos elegir entre varios personajes jugables, un cambio que nadie le había pedido a la saga pero que podría esta bien si entre ellos hay alguien jugoso. Koopa, por ejemplo. Veamos: Mario (bien, lógico), Luigi (el favorito de los que cogíamos a Baltasar como rey mago), Peach (uh, por qué no) y Toad (personaje solo superado en hostiabilidad por las estrellas glotonas del Galaxy, dadlas un poquico y se pondrán como el quico. Brrr). Ya está. Dos secundarios de una frase y los dos hermanos de turno, y ale, a jugar. Por si fuera poco la decepción a la hora de escoger personaje, todo resultaba ser un montón de plataformeo sin historia (vale, sé lo que estais pensando, pero “Mario rescata a la princesa” por lo menos ES una historia), basado en “coges nabos y se los tiras a los goombas que pasean por ahí y a veces abres  puertas que no sabías que existían”. Apasionante. Vamos, Nintendo en estado puro. Y es que tras haber acabado en batalla singular con Bowser/Koopa, ¿a quien demonios le interesa controlar al triste de Toad? Pese a que el juego no sea tan horroroso (por lo menos el personaje salta cuando le dices que salte, los malos finales son originales y es simpaticote para jugar durante cinco minutos), el hecho de jugar a su homónimo en el All Stars (con el ridículo seudónimo “The lost levels”, como si se le hubieran caído a Miyamoto mientras paseaba por la sede de Tokyo y los hubiera encontrado un arqueólogo) hace que baje muchos puntos por ver lo que nos perdimos en su día. Estaca de madera al Super mario bros 2. En el corazón. Por decepcionar a mi niñez.

Miradle el nabo a mario. Oh, matadme.

–Tía May. Que no, colega, tron. Que no estaba muerta, que estaba de parranda. ¿Que creías que el Duende Verde la había matado? ¡¡Tonterías!! Todos sabemos que una anciana de doscientos cuarenta años puede sobrevivir sin problema alguno atada en un viejo sótano abandonado sin medidas sanitarias y sin comer ni beber durante dos meses y medio. Y que un maloso que asesinó a la novia de Peter va a titubear mucho a la hora de masacrar a su tía. En fin, quizá la resurrección Marvelita que más rabia me ha dado, junto con la futura del Capitán América (le echo diez añitos o que era un skrull, ¿quién da más?). Y es que la vieja de las narices, que debería estar preparándole pasteles de manzana a Gwen Stacey, no la diña ni queriendo.

Y es que May pasó de moda desde el mismo momento de su concepción. Era el personaje perfecto para ser asesinado por algún villano, era esa señora a la que nadie coge especial cariño, el secundario al que dedicar una saga suelta y que el supes de turno se vengara contra el maloso, pero no. Sólo ultimateada tiene cierta atracción (no de ese tipo, perversos). O muerta. Muy muerta. Straczinsky, no hagas ni caso a Quesada. Asesina a la vieja y que Peter siga con su vida. En serio, colega, que se repondrá. Pero por favor, no más salvadores in extremis, no más clones, no más falsas muertes de tía May en el hospital, que a uno le sale una sonrisa tonta en la boca y le quitais la ilusión dos números después. Que no hay derecho. Marvel y tía May, al paredón. Y menos mal que no soy fan de Jean Grey.

¡Ja ja ja ja! ¡Tomad spoiler!

Fanhunter: The final conflict: Fanhunter era a los frikis lo que los espejos de feria para la gente normal. Era un cómic donde verse referenciado, admirado, donde sonreir a la viñeta y hablarle de tú a tú, donde descojonarse con libreros megalómanos y una Resistencia pasada de vueltas. Era un cómic sin más pretensión que la de hacer reír un buen rato. Y la cosa fue bien tras los FH classics, con la serie irregular de Planeta (no por su calidad, sino porque era un milagro si salía un cómic cada año) e incluso con los FH Saga, que ya no muchos apreciaron aunque eran divertidos (qué, eran divertidos, so picajosos). Del Aftermath nos pasamos a los remakes y Cels Piñol, el autor que todos hubiéramos querido ser antes de que naciera su primera hija y se quedara sin más temas de los que hablar, decidió cerrar su saga más mítica de la peor manera posible en un cómic de risas: Con epicismo, muertes y seriedad. Con dos cojones.

O sea, la gracia de Fanhunter era pillar las referencias: Esa frase robada de Star wars, ese ropaje de Lawrence de Arabia…en Fanhunter: The Final conflict, Cels EXPLICA todas y cada una de las referencias haciendo que dejen de tener puta gracia ninguna de ellas. Por ejemplo, en la época clásica John Konstantin habría dicho “Quedamos a las diez en el Central Perk, como siempre”. En la moderna, “Quedamos a las diez en el Central Perk, como en Friends. Sí, Friends, la famosa telecomedia norteamericana con Ross y Rachel como protagonistas que…”. Vamos. Le faltaría dar el DNI de los creadores, su número y su dirección y arreglarlo todo en una entrevista con un “es que cada vez soy menos fan”. En fin. Lo peor es haberse creído su propio universo (Fanhunter, Outfan, Fanpiro…si notais un encasillamiento, cosa vuestra) y pensar que a alguien le importaba cómo iba a cerrar las tramas más que los chistes en sí. Al final, cuatro números donde presentó a un montón de personajes nuevos que ya hemos olvidado (Pospo aparte), ignoró a los que queremos desde hace años (ese Don Depresor), presentó a su propia hija (sigh) en el lugar donde se desarrolla su último y terribilísimo cómic, Fantom town, y perpetró un tebeo que, si nos dicen que es de Jofrun Romanewsko o similar, hubiéramos escupido al pasar. Bajada de pantalones y muestra general de culos para The final conflict. A vender finales así de decepcionantes, a Marvel. Que lo de la Civil war ha tenido delito. Siete meses pa esto.

El adios de Paco: Los astros se habían puesto en fila india, felices, sonrientes. Y por una vez sonreían a la televisión española de España, más concretamente a un programa tocado por el éxito (con razón) desde el momento de su nacimiento. Estoy hablando, claro, de 7 vidas, lo más parecido a humor que hemos tenido y tendremos nunca en la tele de este país (como alguien me diga ahora Aquí no hay quien viva, le clavo mis DVD de Seinfeld en la cabeza a lo estrellas ninja). Personajes bien construidos, tramas originales y divertidas y, sobre todos ellos, como gran esntandarte de la serie, Javier Cámara haciendo de Paco, Paquito, Paquete. A su lado, David, Laura, Sole y Carlota. Ni Gonzalo estaba aun por esa época. Los personajes comenzaron a ir y a volver, llegó el Richard, llegó Gonzalo…y llegó el hermanastro de Paco como comienzo del fin.

Que no me quiero meter yo demasiado donde no me llaman, pero si alguien me dice qué pintaba este personaje y el de su Lucía particular en la trama, se lo agradecería mucho. No era muy divertido, hacía que la serie bajara su nivel y nos hacía sentir instintos asesinos…pero en fin. Aun con todos los cambios, siempre nos quedaba Paco para echar unas risas. Hasta que de pronto, decidió irse a Supervivientes para no volver. La cara de la gente que lo estábamos viendo sin saber la marcha de Javier Cámara debió ser una risa. A Supervivientes dicen. Con Paco se han ido los buenos guionistas, por lo visto, ajá. Y ya no volvió a ser lo mismo. Pese a algún puntazo casual (el retorno del Richard, Aida antes de que le dieran su insoportable serie propia), la serie se volvió un pestiño impresionante, introduciendo personajes que no le importaban a nadie (el hermano de Gonzalo, Flo-Félix) y terminó despidiéndose en su peor momento, por suerte para todos. Una pena para la serie que debió haber roto moldes en su tiempo y de la que parece que nadie ha aprendido en España. Que vuelva Paco, aunque sea con serie propia, coño. Paquito, Paquete.

Ja, ja, que risa, es machista y de derechas.

El empate entre Oliver y el Kaiser: Oliver Aton, el entrañable niño hostiable jugador del NewTeam y de profesión ganador envidiado, había llegado a la final del mundial junto a Tom, Marc, Bruce, Benji y el resto de jugadores japoneses sin ningún problema, venciendo a España en cuartos como manda la tradición, pero parecen encontrarse con su mayor problema, su grano en el culo particular: El Kaiser. El líder del equipo alemán (un equipo compuesto todo, obviamente, por rubios cachas anticarismáticos y monstruosamente buenos, como todos los alemanes, que no sabía ná la Hansi) promete no descansar hasta vencer a Oli y su equipo, a los que, por cierto, les vendría bien un poquito de humildad, que no dejan de ser el equipo japo. A ver donde se ha visto que pase de octavos (que igual sí, eh, mi inteligencia en fútbol es similar a la que tengo en ingeniería aeronaútica).

Total, que el Kaiser entrena, Oliver entrena, uno espera que el alemán les de para el pelo para que vuelvan calentitos a casa, y no. Y es que hay que ser triste para dar esta conclusión a la saga. Si Japón gana puedes decir “bueno, como siempre”. Si pierde, te alegras. ¿Pero qué demonios haces con un empate? ¿Qué cara se supone que tienes que poner al ver a Oliver dándole la mano al Kaiser y diciendo “Nos volveremos a ver, pero eres un valiente y los dos merecemos el empate”? Se acercan al árbitro y juntos, café para dos, le piden que ninguno de los dos equipos gane. Música bonita, remix del opening real, el público aplaude comprendiendo el noble gesto que ambos están realizando, ganas de asesinar, dientes rechinando. Después de esto, me daba igual que Oliver jugara en el Barça y Marc en la Juventus. Como si se iban a jugar a Alcorcón de Arriba y a Villamelones del medio. No valeis nada. Empatadores. Buh. Esta noche te quedas sin mojar con Patty.

 

Dragon ball: De pequeño era fan de Dragon ball, pero fan enfermizo, de los de comprar hasta los poster books y los anime comics. Goku pequeñito, Pilaf, Vegeta, Nappa, Freezer…mi afición por la saga de Toriyama se fue en el mismo momento en que Célula resucitó. La saga estaba siendo larga y bastante mala, vale. Lo de que porque sí todos sean supersaiyajines era una tontería (se supone que había uno mítico que podía tintarse de rubio pantene, no cuarenta), pero la muerte de Célula me mató. No, oye, es que he vuelto porque hay una célula en mi mente que no murió en la autodestrucción y me he regenerado, je je, que cosas. Voy a cargarme a Krilin, como todos. Zas.

A partir de aquí la serie fue cuesta abajo y sin frenos, terminando la saga con un triste kamehame. ¿Pero cómo vas a acabar con tu enemigo más archipoderoso con un ataque que aprendiste a los ocho años y que no se cargó ni a Tao Pai Pai? Por dios. La saga de Boo (exceptuando al portentoso Boo gordo, que fue lo más divertido de Dragon ball Z junto con el episodio del carnet de conducir) fue ya una horripilantez digna del museo de los horrores: Fusiones con nombres horrorosos (¿Gotrunks?), meterse dentro del cuerpo del malo, siete transformaciones, un par de muertes de Krilin, que nunca están de más, pendientes Pottala, una espada que no sirvió para nada…en fin, tonterías que nos llevaron a un final horroroso (eh, levantad las manos para que os pueda robar la fuerza y matar al maloso, confiad en mí, que soy bueno, ji ji), cuando todos sabemos que todo debió haber sido en la saga de Freezer, con Goku muerto pero habiendo quedado para la historia como el saiyano legendario. Y quien diga lo contrario, merece ver Dragon ball GT cuarenta veces seguidas. Célula y Boo, a los leones. Y porque no me apetece hablar de Nekomajin. Ese gato aun sale en mis peores pesadillas.

 
El Silmarillion: No os lleveis las manos a la cabeza aun, va. Y es que si sales de leer El señor de los anillos, hay dos posibilidades: o estás anonadado por su estética y su bella lírica o harto de tanto nombrecito y tanta descripción de las piedras del camino que pisaba Frodo. Si eres de los primeros, lo más probable es que termines cayendo en las garras de El silmarillión, la Biblia del mundo tolkeniano. Y como toda Biblia, es un coñazo de los que hacen historia. Páginas y páginas de nombres (Segaroth hijo de Matekoth hermano de Jibendoth que tuvo un lío con Isecorth) mezclados con historietillas sin demasiado interés y poemillas que se podía haber guardado para sí el señor Tolkien.

Lo peor es que, mientras que algunos nos llevamos la decepción de nuestra vida, otros entornan los ojos y dicen disfrutar de este libraco del que estoy seguro que algún día será recordado como “la mayor tomadura de pelo literaria hasta que llegó Peter Pan 2”. No os engañeis: El silmarillión es aburrido como pocos, es un libro para fans locos que desean saber absolutamente todo lo que ocurrió antes de la Guerra del Anillo y que tienen mucho, mucho, muchísimo tiempo libre. E insomnio. Eso debe ser muy importante tambien, porque oye, es pensar en él y los ojos se van cerrando… cerrando… cerr…

Se quedan pendientes otras grandes decepciones como el final de 20th century boys y Death note, el revisionado de La noche de los castillos por Youtube, la trama del Kingdom hearts 2 (¿trama?), Regreso al futuro III y un montón de cosas más, pero ¿le podeis pedir más a alguien que acaba de salir de la tumba? ¡Yo creo que no!