Monográfico blogs (2): Los 11 tipos de comentaristas (y 2)

¡Y seguimos con los tipos de comentarios y comentaristas! Sí, probablemente se me hayan olvidado cuarenta o cincuenta tipos, pero para algo están los gurús de Internet, ¿no? ¡Que hablen ellos! ¡Que hablen o callen para siempre! A poder ser, que callen todo lo que puedan.

6-El que se aburre en el trabajo: Pretender que la gente visita tu blog desde su casita, acomodados en su sofá y teniéndote como su proveedor principal de ocio, más allá de series de televisión, lectura, música, películas, videojuegos o sexo loco y depravado es demasiado pretender. No vamos a engañarnos, amigo: De las quinientas visitas que recibes cada día (si eres Viruete, multiplica por diez. Si eres El frikito Chespirito, réstate 499), dos tercios vienen desde gente en sus aburridos, aburridos trabajos. Y es que es automático: Puede que tengas el mejor día del universo, que tu novia haya sido elegida Miss Mundo, te haya tocado una paga de diez mil euros mensuales para toda la vida, hayas dormido como un campeón durante más de once horas, que nada importa. En el mismo momento en el que tu afortunado trasero roza siquiera tu silla habitual de trabajo en la oficina a las nueve de la mañana, todo se vuelve gris a tu alrededor, el sueño reina en ti y buscas cualquier alternativa a trabajar por insulsa que esta sea: Un blog sobre la segunda guerra mundial, Menéame, minijuegos idiotas, foros en los que nadie te cae bien… ¡Cualquier cosa mejor que volver a la aburrida hoja de Excel y los datos agropecuarios que no le importan a nadie! ¿Por qué creéis que Twitter triunfa? Amigo bloguero, no te engañes: ¿Ves ese pico en tus estadísticas a las 10 de la mañana? No, no es que tus lectores se levanten prontísimo para leerte, no. Es que no tienen nada mejor que hacer que gastar diez minutos de su vida en mirar tus chorradas y, para añadir tiempo, contar en los comentarios el tiempo que le queda para salir de esa pesadilla que debe ser su trabajo. Su comentario estandar suele ser “¡Totalmente de acuerdo! En fin, vuelvo a trabajar, que ya solo quedan seis horas…”. Si le sigues por la blogosfera, verás cómo ha dejado comentarios en dieciséis blogs, uno por cada media hora de trabajo. ¡La dura vida del currante, amigos! ¡Quién la pillara! Cuando le despiden, deja de visitarte. ¿Ahora entiendes por qué has bajado cien visitas en el último mes? ¡Maldita crisis, amigos!

7-El amiguete o familiar: De entre un montón de comentarios rebatiendo a otros comentaristas o al propio bloguero, aportando y discutiendo, destaca uno que no tiene nada que ver con los anteriores. Es el comentario que no sirve para nada: El del tío que conoce al autor. Y es que con esto de los blogs ocurre una cosa muy curiosa: Ya puedes ser Alvaro Pons, ya puedes ser un tipo con quince mil visitas diarias y web en El país, que tus amigos –entiéndase como “amigotes”, principalmente del pueblo- y familiares no se van a leer una línea tuya ni coaccionados. Y, como no les apetece leerte pero quieren que sepas que se acuerdan de ti -aunque sea para descojonarse de lo idiota que les pareces- y quieren hacer como que se han leído tu post, empiezan siempre sus comentarios con “Qué cabrón” o similares, para seguir con un intento de risa (Lol, equisdé, etcétera. No, etcétera no es sinónimo de risa) y un emplazamiento para una futura cita que nunca ocurrirá. O sea. “Qué cabrón XDDD Aver si se te ve el pelo, tío” (muy importante la falta de ortografía en el “A ver”. Un comentario de un colegota sin falta de ortografía en “A ver” no es ni comentario de colegota ni es nada). Tranquilo, hombre. Tengo Facebook, Tuenti, Myspace, Twitter, Hotmail, Gmail, teléfono móvil y correo ordinario. Gracias por poner semejante tontería justo en el sitio indicado para NO ponerla. A ver si cuando nos volvemos a ver el pelo éste está calvo y mustio, agusfiestas. El mundo: Algún día lo entenderemos. Supongo.

El hijo no lee el blog del padre sobre tener hijos y el padre no lee el del hijo sobre tener padres. De ahí sus sonrisas falsas. La madre se trinca al fontanero.

8-El tipo que conociste el otro día y al que le comentaste que tienes un blog: Algo muy curioso entre los blogueros de medio pelo es que no nos importa que los blogs sean del siglo pasado, tenemos la necesidad de comentar una y otra vez que tenemos un blog y que allí escribimos nuestras chorradas (también llamadas “paranoias” si es usted un frikito de palo y/o el cani de la esquina). Lo más probable es que a nuestro interlocutor le importe un jamón de pato que tengamos un blog y pase a ignorarnos como está escrito en el Manual de interacción social con pesados, página 37, pero es posible que le interese. No te alegres, amigo bloguero. Eso sería un craso error. En el caso de que un tipo al que acabas de conocer le interese tu blog, eso significa que va a entrar y a dejarte un comentario tan apasionante como el de tus colegotas en cada uno de tus artículos, pero esta vez identificándose con pelos y señales y rememorando alguna que otra anécdota que borrarías en cualquier otro lugar pero aquí sientes la necesidad de dejar dios sabe por qué. “¡Eh, Randy! ¡Soy yo, el tío al que conociste en el salón del manga, el colega de Sanosuke, el de la peluca gris y el cartel de Regalo puñetazos! ¡Al final llegué bien a casa en el taxi, jajajaja! ¿Qué tal de tu cagalera repentina? Ya nos veremos por ahí, kawaii shinode”. No nos veremos por ahí. La próxima vez que te vea venir de lejos me meteré debajo de una mesa e intentaré que el tema de la cagalera repentina no vuelva a salir a la luz nunca jamás de los jamases. Por una parte no está mal –esto es: ¡Tus comentaristas sabrán que tienes vida social a cambio de un par de párrafos de humillación gratuita! ¿Qué puede haber mejor que eso?-, pero forma parte de ese subgénero de comentarios que nadie querría tener. Para no hablar sobre el tema del post, maldito bastardo, mándame un e-mail. Cagalera incluída. Joputa.

9-El fan: Ningún blog es un blog sin el fan loco de turno, el tipo que va repitiendo por ahí “Juanito –el de El blog de Juanito- es dios, es dios” a pesar de que Juanito se dedique cada dos por tres a postear fotos de su caca. Jo, qué transgresor. No hay nada negativo en su idolizado: Si insulta a sus propios comentaristas, es un sarcástico, si habla de la tristeza de su vida, es un poeta del siglo XXI, si ha asesinado a un chimpancé y violado su cadáver, es un amante de la naturaleza. El fanático es capaz de recomendar a su ídolo allá por donde pasa, aunque el blog no tenga nada que ver con el del susodicho. “Este post sobre aviones de guerra de 1982 me ha recordado a un artículo que hizo Juanito sobre Los bingueros, aquí está el tronchante link” y cae en la mala idea de creer que todo el mundo le conoce. Así, es habitual leer en foros frases del estilo a “Pues como dijo Juanito, Los Simpson son una puta mierda”, seguido de quince mensajes preguntando quién diablos es Juanito y por qué alguien debería pensar lo contrario sobre la familia amarilla. El fanático nunca dejará de serlo, así es la vida, pero lo más probable es que cambie de objetivo. Tarde o temprano Juanito pasará de moda, y Menganito –el de Chispazos de sabiduría-, ocupará su lugar en la mente del fan. Oh, por cierto. En el blog de Juanito y Menganito lo más que llegará a comentar es “Solo quiero decir que me encanta tu blog y lo sigo todos los días”. Los fans locos son los que menos lo parecen. Y, en el fondo, bien que agradecemos su existencia, oigan. Más que nosotros, nuestro ego, bailando una sardana llena de felicidad y metafóricos bailoteos.

 Nuestro ego y nuestro superego, bailando a la vez.

10-El offtopiquero: Sí, sí, esto de Hannah Montana está muy bien, ¿pero cuándo se hablará aquí de Transformers? ¿Eh? Y una vez se hable de Transformers, ¿a qué estamos esperando para reivindicar la figura de Starsky, el personaje de Plats bruts? Sígase hasta el infinito. Una vez allí, volver a Hannah Montana. Así es la vida del offtopiquero, el tipo con el que es imposible acertar. Para que se hagan una idea, este es el típico tipo que se acerca a las orquestas en las verbenas de pueblo y pide canciones. Cuando por fin las tocan, resulta que ya le está apeteciendo otra y no duda en ir a pedirla hasta que el cantante le manda a la mierda. O el tipo que nunca se para más de cinco segundos mientras hace zapping, realizando supuestamente mordaces comentarios de cada una de las cosas que aparecen en su pantalla. “Mal”, “Feo”, “Tonto”, “Sin gracia”. O lo que es lo mismo, en tema blogs, tener cincuenta abiertos en su barra de Firefox y no querer leer realmente ninguno de ellos. En la mejor de las posibilidades –para él-, el resto de comentaristas se enzarzan a charlar sobre el tema que el muchacho propone hasta que decide cambiar de nuevo. En la peor, todo el mundo le ignora, el bloguero nunca escribe un post sobre lo que él parece desear (¿Por qué no escribirá un post sobre insectos palo, si son tan y tan apasionantes?) y se marcha enfadado a molestar a otro sitio, donde su falta de carisma vuelve a pasarle factura. Si no es pesado y amenaza al bloguero (“¡Si no pones un post sobre Watchmen mataré a tu abuela!”. Los hay así, creanme), es una pieza imprescindible de todo blog. Una vez de cada mil incluso comenta el post bajo el que escribe y todo, justo antes de decir “Los que sí que me gustaban eran Oliver y Benji”. Todos le queremos.

11-El propio bloguero: Al principio, todos estamos ilusionados. Miramos los cinco comentarios y respondemos uno a uno con una sonrisa en la boca llena de amor, amistad y buen rollito. Año y pico después, si contestáramos a los cincuenta comentarios uno a uno, podríamos ir diciendo adiós a nuestra vida social. ¿Quién quiere dar una vuelta por el Retiro pudiendo contestar a MaRtiTta, que opina que tu blog es una mierda y que Rondo mola veinte veces más? Además, no lo vamos a negar a estas alturas: Un bloguero que se responde a sí mismo y entra al trapo da peor imagen que un trabajo de física cuántica con manchas de chorizo (por mucho que esto pueda abrir un nuevo campo en la física cuántica: La física cuántica con embutido. Eh, yo pagaría por verlo). Sí, vale, puede haber colegueo, puede haber buen rollo y se puede contestar a las cosas amablemente, pero una cosa es eso y otra cosa es chocar las manos metafóricamente con todo el mundo. Ey, tronco, qué pasa, tu blog mola mil chachitrones. Un poco de seriedad, hombre. Que sí, que se leen todos los comentarios e incluso se comentan con la persona que tengas más cerca (siempre que sea tu novia o tu amigo y no un familiar apenado en medio de un funeral, vaya. ¿Habrá WiFi en las iglesias?), pero un blog donde la mitad de los comentarios son del propio bloguero da mala espina. Las cosas como son. Hala, qué serio me he puesto. Doy hasta miedo.

¡Y hasta aquí la segunda parte del monográfico! Sí, me he dejado fuera a los pesados, los que aparecen una vez y no más, los que acusan de plagio, los que creen que les haces guiños en cada post, los normales… ¡Pero en el fondo, todos ellos encajan, de una manera u otra, en estos once arquetipos!

¡La semana que viene, cómic y videojuego al canto! Y digo la semana que viene porque mañana mismo, el menda se va a las Fallas. ¿Les he dicho alguna vez que cuando oigo un petardo me da miedo, empiezo a temblar y pido ayuda a mi mamá? ¡Diversión inmediata! El próximo viernes, para compensar, viene cargado con un trailer muy especial. Muy, muy especial. Y costoso de hacer.